La investigadora Linda Guamán va a dejar cuarenta y cinco minutos a sus estudiantes y a sus microorganismos para conversar sobre los desafíos éticos de la biotecnología y su intersección —cada vez más evidente— con la infotecnología. Guamán —Cuenca, 1985— es parte en el Centro de Investigación Biomédica (Cenbio) de la Universidad UTE y su trabajo la llevó a ser elegida entre los 100 líderes del futuro en biotecnología por el Massachusetts Institute of Technology. 

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“Trabajo con un grupo de microorganismos buenos, de hecho el 99% son buenos, pero les tenemos miedo”, explica con un entusiasmo que seguramente no pocos encontrarán algo elevado para tan diminutas estructuras celulares. Sin embargo, si se presta un poco de atención a lo que Linda Guamán cuenta sobre ellos —y su trabajo con ellos— el sentimiento se contagia con facilidad: es, en realidad, asombroso el abanico de posibilidades que se abre. “Los utiliza como pequeñas fábricas para producir cosas que sean útiles. Ellos son las fábricas perfectas porque crecen rápido comiendo poquito y barato”, dice. Pero en estos tres cuartos de hora que tenemos, no vamos a hablar tanto de lo que hace, sino de sus consecuencias filosóficas y éticas.

¿Cuál es el estado actual del desarrollo de la biotecnología?

Hace cinco años se comercializó de manera masiva una herramienta que permite hacer edición genética de manera muy sencilla. Se llama Crispr Cas, y va a hacer que en los próximos años haya muchos cambios acelerados. 

Antes, sólo países desarrollados con mucha infraestructura podían hacer edición genética. Hoy, puedes hacerlo casi que en el garage de la casa si tienes el conocimiento adecuado. Eso ha hecho que tengas muchas cosas buenas y malas asociadas a la facilidad de hacer edición genética. Hoy puedes tener tutoriales de youtube para hacer edición genética en casa. 

El potencial es súper grande. Estoy de acuerdo en democratizar este conocimiento, no tenerle miedo, porque creo que mientras más gente tenga acceso a poder hacer edición genética, eventualmente vamos a conseguir más cerebros juntos pensando en soluciones para diferentes cosas. 

¿Por ejemplo?

Como por ejemplo tener un organismo vivo, fusionado con sistemas robóticos que te permitan la entrega de drogas en el cuerpo u otras tareas que nosotros no podemos hacer. La principal limitación de los robots sigue siendo esta falta de inteligencia emocional que supuestamente nosotros sí tenemos. 

¿Cuál debería ser el enfoque hacia una regulación del uso de estas nuevas tecnologías?

El asunto de la ética es subjetivo. Tú podrías hacer edición genética hoy en dia en bebés, pero no nos dejan. Pero hoy existe ya la tecnología para hacer edición genética en niños para que sean más altos, por ejemplo. Entonces, digamos que desde tu punto de vista eso no es ético, pero digamos que yo soy nórdica y allá los chicos requieren cierto fenotipo: si mi hijo es muy bajito, va a tener desventajas. Para mí, en ese contexto eso estaría bien, ¿cómo podría ser una falta de ética? 

Decidir cuándo o por qué hacer edición genética es complicado porque dependiendo de la cultura, religión, e incluso posición geográfica, la ética cambia. Otro ejemplo: ahora sólo se puede hacer edición genética hasta la semana ocho en embriones. Eso quiere decir que los puedes manipular, ponerle cosas, sacarle cosas y ver cómo funcionan, pero no progresar más allá de la semana ocho y mucho menos puedes implantar ese embrión —que fue lo que pasó hace dos años con un investigador chino que produjo los primeros bebés modificados genéticamente pero ahora está preso, justo porque hay un comité de bioética internacional que lo prohibía. 

Pero pensemos en los montones de edición genética que se hace en embriones para evitar enfermedades congénitas, ¿cómo saber si funcionó o tiene potencial de funcionar, si no te dejan avanzar más allá de la semana ocho? En la semana nueve podías haberte dado cuenta de que tu edición genética era mala o era muy buena.

cenbio

Linda Guamán en su laboratorio.

Ahora, ciertos filósofos plantean que la modificación genética podría ser un riesgo porque inicialmente sólo será asequible para gente muy rica, porque será muy difícil de pagar, al menos en los primeros años. ¿No habría el peligro de que la humanidad se divida en humanos súper modificados y humanos corrientes?

Este conocimiento debe ser adquirido por la mayor cantidad de gente posible. Hoy existe la tendencia de enseñarle a programar a todo el mundo. Tenemos niños y adolescentes programando con la capacidad de un hacker de poder acabar un sistema financiero, de joder a un montón de gente, pero eso no se regula, y eso no le da miedo a la gente. Pero edición genética, no les enseñan porque “puede ser peligroso”. Pero cuando estas programando en código también puedes exponer a algo negativo con tu conocimiento a un montón de gente. Con la edición genética es lo mismo ¿por qué lo uno se promueve y otro no? 

Eventualmente alguien lo puede usar para algo negativo, sí, pero, entonces debemos garantizar que todo el mundo tenga acceso para evitar que lo concentren pocos. 

¿Cómo democratizar ese acceso?

Divulgando. Como científicos nosotros somo buenos en hacer ver las cosas extremadamente complejas. Hablar difícil, podemos —pero lo contrario, llegar a un público no científico, a jóvenes en universidades y colegios y hacerles ver lo fácil que es usar Crispr Cas, en eso no somos buenos. Yo siempre incluyo la parte de ética cuando hablo de edición genética en los cursos que doy. “Esto es lo que puedes hacer y estos es lo que deberías hacer”. Mucha gente se admira de lo que puede hacer y dónde. 

¿Cuales son los lineamientos que usted maneja en el tema ético?

Existen compañías en Estados Unidos que te permiten hacer edición genética en ranas, entonces puedes agarrar una rana y hacer que sea fluorescente. ¿Es ético o no? Habrá investigadores que digan no, y otros que digan sí, la rana no siente. Yo por ejemplo, amo los animales, entonces hay un sesgo. Para mí no es una buena idea mandar a los niños a coger ranas para llevarlas a los laboratorios y volverlas fluorescentes. 

¿Cómo diferenciar los animales que sí se utilizan para experimentación?

En realidad la línea va por lo que ha sido comúnmente utilizado. 

En general usamos esos modelos porque pueden replicar muy bien algunas características humanas.

Por eso se utilizan cerdos, ratones, porque de cierta forma se puede predecir más o menos que lo que sucede en ellos podría pasarle a los humanos. Pero de ahí a que no sientan, sí sienten, son mamíferos, son súper cercanos a nosotros.

Pero yo, en mi trabajo, tengo un microorganismo, aquí lo manipulo, lo modifico para que aprenda a producir este ácido graso. Lo que estoy haciendo es introducir información genética nueva y quitarle alguna información que no le sirve y cuando ya sé que el microorganismo produce, simulo las condiciones del cuerpo humano en laboratorio. Es decir hoy en día podemos cultivar epitelio del intestino en una caja. 

Hago esa simulación y pongo ahí mi bacteria y más o menos puedo predecir qué pasaría. Siempre cambia dentro porque en un organismo vivo las cosas cambian pero igual se puede predecir de alguna forma. 

El siguiente paso, al que aún no llegamos, si el in vitro en el laboratorio funciona bien, es probar con ratones. Evaluamos el efecto positivo o negativo, si hay efectos secundarios, y si todo va bien la siguiente escala es primates no humanos. Si es que va a ser una droga, la Food and Drug Administration (FDA, por sus siglas en inglés) pide que se hagan estudios clínicos con pacientes voluntarios. Todas estas últimas fases por lo general no se hacen en el Ecuador porque son muy costosas, y en general lo que se hace es encontrar colaboradores externos para que nos apoyen con los estudios. 

Otro de los grandes problemas ha sido que estas pruebas en pacientes no siempre daban los resultados esperados.

Históricamente, ¿cómo se prueban las drogas? En hombres blancos. Hasta los anticonceptivos femeninos se probaron en hombres. 

Entonces siempre ha habido un sesgo muy grande, y en  la ciencia también. En una época, en contra de todos los estándares bioéticos, se experimentó con esclavos. Cómo eran personas de “segunda línea” en algún momento de la Historia, si se quería probar una crema tenía un ácido que producía  una quemadura, pues agarraban un negro y se la ponías. Hoy tenemos que pasar comités de bioética. Existen en las universidades, en el Ministerio de Salud, y en algunos institutos.

Ellos regulan todo: si vas a causar sufrimiento innecesario, cómo los vas incluir, y se intenta cada vez más utilizar una población bien cercana a la realidad. En el caso del Ecuador, sabemos que el componente indígena es super alto, entonces intentamos que en la medida de  lo posible tenga un componente local de representación.

¿Cuál ha sido un cambio en los resultados de la población indígena, por ejemplo?

No puedo decir que tengo un resultado porque apenas el año pasado el equipo de investigación de genética humana publicó un artículo del porcentaje que nuestro genoma tiene de genes indígenas. Era más o menos el 60%. 

Esto nos va a servir de base para que de aquí en adelante sepamos que tenemos que incluir a diferentes grupos poblacionales. Aún no tenemos resultados de estos estudios clínicos porque estos deben acompañar a los pacientes por varios años. Entonces no tendría un ejemplo local. 

En otros lugares como Brasil, donde se ha hecho diferentes estudios con drogas para malaria —en general hay malaria en poblaciones deprimidas, áreas rurales, en la selva— se evidenció que lo que se tenía de dosis, como se probó en una población nórdica en hombres, era mucho más elevada que lo que se tenía que utilizar. Cuando ya secuenciaron el genoma e incluyeron poblaciones netamente indígenas de la Amazonía se vio que en ellos tenía un efecto secundario muy grande. Bajaron la dosis a la adecuada. En Brasil están mucho más adelantados que nosotros, que apenas estamos comenzando.

¿A qué se refiere que estamos comenzando?

Que en los últimos dos o tres años hemos tomado conciencia de, por ejemplo, lo que hace el Centro de Investigación Genética y Genómica (CIGG) para entender que los tratamientos de cáncer están direccionados para un grupo poblacional que nada tiene que ver con el nuestro. 

Apenas vamos pensando en terapias dirigidas a poblaciones indígenas. 

¿Esta conciencia en qué momento se empieza a generar?

Como científicos fuimos mucho más conscientes de esto cuando tuvimos ya el secuenciamiento de genomas completos. Ese era un gran sesgo también. El genoma humano creo que salió en el 2003, y obviamente fueron genomas de hombres blancos. 

Ese fue el estándar que por muchos años todos utilizamos para decir los humanos somos así, y tal o cual. El Bentley Institute junto con el Instituto Público de Estados Unidos fueron los primeros en anunciar el secuenciamiento del genoma humano. Y era de una población caucásica y hombres. Empezamos todos a jugar con esta información que era tan novedosa y nos empezamos a dar cuenta de un montón de cosas que no esperábamos encontrar. 

¿Y eso no sería eso también una prueba de cómo en el futuro los desarrollos podrían beneficiar primero a poblaciones históricamente más privilegiadas?

Sí, causa una brecha. Obviamente tenemos una gran diferencia. Si tú ves desarrollo de drogas son para enfermedades características de esas poblaciones. 

Las empresas farmacéuticas ni siquiera se han puesto a desarrollar drogas para enfermedades locales nuestras, porque ni siquiera saben que existe un mercado. Eso ha causado un gran sesgo. Por eso es importante tener investigación local. Nosotros no sé si tendremos un genoma completo de un huaorani, por ejemplo —no lo sé sé porque no trabajo con genética humana. 

¿Cuál es el rol que juega en todo esto el mercado? ¿Cómo financiamos investigación local y ese tipo de cosas?

Primero, por el contexto de país que tenemos es complicado porque hacer biotecnología aquí es caro. No somos nada competitivos para hacer biotecnología. Por eso es que no tenemos mucho financiamiento privado. Tenemos una o dos agencias privadas que financian a todo el país. En la última convocatoria hubo más de 100 proyectos y le dieron financiamiento sólo a 7. 

El gobierno está llamado a financiar proyectos de investigación pero no lo hace, y no lo ha hecho tampoco en los últimos años. 

Entonces nosotros nos vemos obligados a seguir haciendo investigación en colaboración con universidades extranjeras que  tienen intereses particulares. Esto no es malo ni bueno, sólo no corresponde al contexto local. De pronto, ellos tienen interés en producir un compuesto reactivo para algún tipo de cáncer, y tú colaboras con ellos aunque sabes que ese cáncer no es necesariamente común entre nosotros. 

¿Cómo ha variado el costo?

Antes era carísimo secuenciar, entonces no se secuenciaron los genomas. Ahora secuenciar un genoma está en alrededor de 2 mil dólares, eso ya no es caro. Al inicio, costaba millones de dólares. 

Secuenciar un genoma de un microorganismo puede costar 1.500 dólares El problema es que ahora tenemos otro obstáculo: no podemos interpretar toda la información. Esa es una barrera que tenemos en todos los lugares del mundo. Te da un mar de letras A,T, C y G en diferente orden. 

Algunas de esas porque comparamos con otros organismos, decimos “esa secuencia se parece a esta secuencia de una planta que hace una proteína, entonces aquí probablemente también lo haga”. Pero el problema es que después no tienes con qué compararla porque es una secuencia nueva y no tienes manera de averiguar qué es. 

Esta secuencia es la secuencia de ADN que luego hace algún aminoácido. Ese es como un mar de letras que puedes comparar con un banco y ver si la secuencia se parece a tal o cual y predecir para qué sirve. Pero luego te encuentras con algo que no puedes comparar y por ende no puedes saber para qué funcionaría. 

Ahora hay mucha gente que se dedica a secuenciar genomas e intentar encontrar funciones de los genes. Pero, todavía estamos comenzando. Ahora, como es mucho más barato, mañana puedo raspar el Cotopaxi, aislar 20 bacterias y secuenciarlas todas, y generó un montón de información. 

Con esa información se podrían desarrollar, por ejemplo, carne vacuna a partir de células vegetales. 

Sí, se identifica qué proteína es la responsable del sabor y el olor de la carne, se pasa esta proteína a la planta, y vamos jugando a meter genes de un lugar a otro.

¿Qué pasará cuándo se logre obtener una copia exacta de un bife a partir de estos experimentos?

Por ejemplo, ahora está viniendo al Ecuador una marca de carne “imposible”. Como vegetariana que comió carne muchísimo tiempo, puedo decir que no hay diferencia. Hemos llegado a un punto en el que hemos podido replicar muy bien. El problema es que los costos aún son más altos. El impossible burger en Estados Unidos cuesta un 40-50% más. 

investigadora linda guamán de cenbio

¿Qué pasará con las industrias cárnicas, sus empleos, tributos, y demás?

No va a pasar nada porque hay mercados para todos. Por ejemplo, un argentino al que le gusta el sabor de la sangre, no le va a gustar el impossible burger porque se va a dar cuenta de la diferencia, pero puede haber otro mercado al que sí le guste. 

No va a haber ningún problema en las industrias. Si es que algún país llegase a verse afectado por la modificación genética, seguramente va a hacer algo para impedirla o para proteger su mercado local. Son estrategias que los países ya utilizan para proteger sus mercados locales, como por ejemplo los aranceles. No vamos a llegar a un punto de acabar con un mercado como ese. 

Pero sí es importante tener alternativas, sobre todo porque sabemos lo mucho que contamina la producción de la carne. Un kilo de carne necesita 15 mil litros de agua. Un kilo de legumbres necesita como 700 litros. 

¿Cuál es el futuro social, ético, económico tomando en cuenta el trabajo que se está haciendo en bioingeniería? 

Creo que estamos jodidos. Y el único punto positivo de que estemos con este exceso de gente que tenemos en el mundo. eventualmente a alguien de los tantos que somos se le ocurrirá la manera de salvarnos. 

Eso va a hacer más probable de que suceda si esas personas saben hacer edición genética y saben de biotecnología. Estamos yendo en contra de la evolución, ni siquiera nos dejan tener eutanasia, y la sobrepoblación es un problema porque necesitamos recursos para subsistir. 

Pero si por lo menos ese tanto de gente tiene herramientas que permitan encontrar soluciones a la crisis ambiental, tenemos una esperanza. Es por eso que yo intento divulgar esta tecnología para que eventualmente algún niño o adolescente pueda usar este conocimiento para nuestro bien. 

La biotecnología es bastante amplia. Hay gente haciendo plantas que crecen en condiciones de sequía y salinidad y produciendo frutos más grandes, entonces eso soluciona algunos de nuestros problemas. 

Si es así, ¿por qué hay una satanización de los organismos modificados genéticamente?

Estoy a favor de los organismos modificados genéticamente. La oposición a ellos es un asunto romántico: la gente no quiere “jugar a ser Dios”, y te puedes dar cuenta, hasta en las decisiones que tomamos como país se mete mucho a la religión. 

El desconocimiento ha hecho ver esto como algo antinatural, cuando nosotros mismos somos organismos genéticamente modificados (OMG) porque no nos parecemos al ancestro que tenemos. Ya nos modificamos. Entonces el gobierno ha hecho un papel excelente en satanizar a los organismos modificados genéticamente cuando obliga al etiquetado de “soy transgénico” en los productos. La gente ve un cereal que dice soy transgénico y cree que es algo malo. 

Esta campaña anti-OMG del Estado está basada en poquísima evidencia científica. Los OMG sí pueden tener consecuencias negativas: pueden dañar mercados enteros, y existe monopolio de los que tienen patentes. Pero eso no tiene que ver con si el OMG es bueno o malo, somos nosotros, en la comercialización, los que estamos haciendo un problema. 

Pero al desarrollar arroz que tiene vitamina A, como el golden rice en África, les cambiamos la vida. No sólo están incluyendo en su dieta un carbohidrato sino un carbohidrato que tiene vitaminas, algo que para ellos era un lujo antes. La revista Nature hizo un estudio de todos los años que la gente lleva consumiendo OMG y los resultados han sido todos positivos en todos los ámbitos. Pero tenemos esta idea romántica de que no debemos jugar a hacer edición genética, que Dios como nos mandó deberíamos mantenernos, y cosas así. 

También hay esas ideas que de te va a dar cáncer o que la Tierra es más sabia que uno.

Pero eso se da porque los científicos no hemos sabido comunicar bien la cosas. Nosotros en Ecuador deberíamos hablar de esto de manera positiva. 

Las hormonas de crecimiento que les ponen a los niños, se produce en un microorganismo. La insulina que necesitan los diabéticos, viene de poner un gen humano en una bacteria para que haga insulina. La gente dice “los transgénicos son malos”, y luego va a su casa y se inyecta insulina. Es importante romper estos mitos de Internet que no tienen evidencia científica. Debemos demostrar todos los impactos positivos que tiene la biotecnología. 

Entonces, doctora Guamán, ¿hay más oportunidades o más peligros para el futuro?

Hay más esperanzas en la biotecnología de lo que hay riesgos. Porque además es súper versátil, para agricultura, temas médicos, temas industriales. Hoy producimos combustibles, polímeros, entre otras cosas. 

A mí no se me ocurre un área en donde la biotecnología no tenga si no un solución al menos un potencial de poderla solucionar. 

¿Dónde está Ecuador?

Ecuador está años luz atrás en este aspecto. En la región estaríamos sólo al frente de Bolivia, Paraguay, y Venezuela  (y este sólo por lo que está pasando ahora). El problema ya no es tanto que no hay profesionales ni que no hay infraestructura, nosotros ahora también tenemos regulaciones de bioética. Vas al Ministerio de Salud, al Instituto Nacional de Salud Pública e Investigación (INSPI), vas a la universidad y te dicen no puede hacer eso. Y si te dicen sí puedes hacerlo, los reactivos aquí cuestan cinco veces más. Tenemos diferentes niveles de desafíos, que no son sólo no tener dinero —sino que, además, la burocracia para hacer investigaciones es increíble. Pero también somos tan de egos, que todo se trata de quién lo hace primero.  Estamos también muy atrasados en esta idiosincracia de vernos a todos como competencia y no como colaboración.