La nueva Asamblea volvió ayer, 14 de mayo de 2021, a sus viejos hábitos. Inició la sesión tarde, pero adaptada a los tiempos: aunque había alfombra roja, los asambleístas tenían que interrumpir su entrada y las ceremoniosas poses ante las cámaras para lavarse y desinfectarse las manos. Todo un anticlimax. Tampoco recibían las llamadas inmediatas y vehementes de prensa: con el rostro tapado por la mascarilla reconocer a la mayoría de legisladores era un juego de adivinanzas. “Si es rubia, es socialcristiana”, dijo alguien entre la multitud de reporteros. En el ambiente flotaba el posible y polémico acuerdo legislativo entre el Partido Social Cristiano, la coalición correísta UNES y el movimiento CREO, del presidente electo Guillermo Lasso, para darle la presidencia a Henry Kronfle del PSC y la vicepresidencia a Paola Cabezas de UNES. Los rumores iban y venían, las especulaciones corrían de un lado para otro, pero los términos concretos de lo que se conversaba tras bastidores eran desconocidos.
Ya adentro, los discursos de los 3 asambleístas que encabezaron la sesión —los 3 más votados según manda la ley— hablaron de gobernabilidad, unión y de recuperar la imagen de la Asamblea (que terminó el periodo 2017-2021 con un aprobación de apenas el 7,6%) una sesión a tono con el mensaje del presidente electo Lasso, aunque con algunas indirectas.
Gobernabilidad, gobernabilidad, gobernabilidad. Pierina Correa, la asambleísta más votada de UNES y quien dirigía la sesión, llamó a hacer “un gran frente político”. No revelaba sus condiciones para negociar, como por ejemplo, el tratamiento especial —que según Salvador Quishpe— están pidiendo para Jorge Glas, exvicepresidente de la República sentenciado por la trama de corrupción Odebrecht, ni la creación de una Comisión de la Verdad para revisar fallos judiciales, en especial de los últimos 4 años. Correa también parecía justificarse: su acuerdo era por la gobernabilidad, pero el correísmo, dijo “siempre había caminado recto”. Con tono severo no olvidó mencionar el lawfare, que, aducen los partidarios de su hermano, el expresidente Rafael Correa, es el uso del sistema judicial como un arma de persecución política, que en el Ecuador, alegan, ha sido apuntada contra ciertos dirigentes de la autoproclamada Revolución Ciudadana.
Antes de Correa, la secretaria ad hoc de la sesión, Wilma Andrade, de la Izquierda Democrática y Salvador Quishpe, de Pachakutik, también hicieron alusión a la unidad. Su tono era distinto, sin embargo: sus bancadas tendían la mano a los independientes.
Andrade, con los lentes empañados por la mascarilla, dijo que el presidente electo podía contar con su apoyo y que “aunque no hay democracia sin justicia social” (la principal consigna de su partido, la más antigua socialdemocracia ecuatoriana) las grandes brechas sociales del país podían solucionarse con un gran compromiso y encuentro nacional. “Sin unidad no hay gobernabilidad y sin gobernabilidad no hay desarrollo.”, dijo Andrade. Quishpe habló primero en kichwa, lengua materna de la mayor nacionalidad indígena de las quince que viven en el Ecuador. Luego, llamó a los ecuatorianos a hacer una minga para luchar en contra de la corrupción, que describió como la pandemia “más dañina” en la política ecuatoriana.
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Tras los discursos, parecía que la sesión se resolvería rápidamente. Pero fue entonces cuando el fantasma que volaba por la Asamblea se materializó: el acuerdo para poner a Kronfle como presidente de la Asamblea se rompió. Era el conflicto principal de la sesión que empezó tarde pero que aún no acaba: a última hora CREO se hizo para atrás, no se eligió al socialcristiano y la sesión se resintalará hoy a las 3 de la tarde a ver si logran ponerle cabeza al monstruo legislativo ecuatoriano —que a pesar de que empezó con bríos muy distintos a la polarización dominante en los últimos 14 años, terminó por no cumplir en su primer día de trabajo la oferta de unidad: los viejos hábitos, dijo Mick Jagger, no mueren con facilidad.
El conflicto inicial —la posible elección de Kronfle para la presidencia— se resolvió con un “no” pasado el mediodía. Necesitaba 70 votos, consiguió 68. Luego, tras un pedido de reconsideración consiguió 69. Sorpresa: César Rohon, quien en la mañana confirmó que se iba de la bancada socialcristiana porque no estaba de acuerdo con el pacto con UNES, cambió su voto durante la reconsideración. Aún así, en la cuenta final no alcanzó y fue muy rápida la transición de la controversia al tedio.
Minutos antes Paola Cabezas, quien se pensaba sería electa como vicepresidenta, incluso lo justificaba repitiendo que era un tema de gobernabilidad y que se estaba juzgando a UNES con doble rasero: los atacaban si se acercaban a otras bancadas y los atacaban si no lo hacían. Habló de pragmatismo y dijo que había que priorizar temas inmediatos como la vacunación —un leit motiv en la mayoría de intervenciones.
Después del voto por Kronfle, ni Quishpe ni Rina Campain, por CREO, consiguieron los votos para la presidencia. La tercera no fue la vencida. Progresaba lentamente la sesión: el receso que a medio día debía ser de 30 minutos se extendió hasta la tarde. Después, Ricardo Vanegas de Pachakutik pidió otro receso: pedimos comer y descansar, dijo, y se convirtió en el blanco de la ironía y los memes de las redes sociales. “El país en vilo y Ricardo Vanegas: Hace hambre”, decía uno. Pero la comida tampoco satisfizo nada: pasadas las 6 de la tarde, Pierina Correa anunció que la sesión se suspendía “por respeto” a los ecuatorianos, dijo. Pierina Correa suspendió la sesión inaugural y convocó su continuación para hoy a las 3 de la tarde.
Al final, nos quedamos con la impresión de que la nueva Asamblea no fue tan diferente a las anteriores. Pierina Correa había insistido en la urgencia por “recuperar la imagen y credibilidad” de la anterior Asamblea. Su sesión inaugural no recuperó nada.
No se cumplieron los tiempos y los acuerdos que ya de por sí generaban sospecha, no garantizaron decisiones. Fue mayor el costo. Eso sí, hubo drama del peor tipo: después de que Kronfle no alcanzara los votos, el PSC publicó un comunicado para anunciar con varios errores ortográficos la ruptura de su alianza con CREO. A pesar de la retórica, la sesión inaugural no fue un ejemplo de gobernabilidad. Al contrario, confirmó los miedos de que la política ecuatoriana siga siendo un oficio que se ejerce debajo de la mesa, sin urgencia o sensibilidad por la coyuntura.