Reaccionar y no prevenir es una vieja costumbre ecuatoriana. El 24 de enero de 2020 en las redes sociales y en noticias de algunos medios de comunicación se publicó que una estudiante se suicidó por reprobar dos veces el examen Ser Bachiller. Se decía que la adolescente, por el puntaje que había sacado, no podría entrar a las universidades públicas del país, aunque el Instituto Nacional de Evaluación Educativa (Ineval), encargado de tomar el examen, aclaró que aún no publica la calificación final de la prueba. Incluso, algunos políticos dijeron que el Ser Bachiller era la causa del suicidio. Es una reacción tardía y equivocada a un problema del que tenemos datos y certezas, pero que no estamos previniendo con seriedad: la salud mental de nuestros adolescentes.

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Al día siguiente, en un video, un amigo de la estudiante, dijo que el examen no fue la razón de la muerte de su amiga. Y tenía razón. Perder un examen no hace que una persona se suicide, una decepción amorosa tampoco es la causa para que alguien se quite la vida. Existen otras explicaciones para esta dramática y drástica decisión, que encuentran su explicación en las ciencias que estudian la salud mental. 

A ellas deberían estar acudiendo los encargados de hacer y ejecutar las políticas públicas de este país, y no a explicaciones simplistas que no abordan el meollo del asunto.  “Es muy complejo simplificar o reducir las causas de un suicidio a determinadas situaciones”, dice la psicóloga clínica Alexandra Costales. Son muchísimos ámbitos que podrían estar asociados a esa determinación. “Factores ambientales, predisposición genética, el espacio en el que se desarrolla,  la historia a lo largo de su vida”, dice Costales. Joaquín González Alemán representante del Fondo de las Naciones Unidas para la infancia (Unicef) en Ecuador, dijo en una entrevista que los adolescentes y jóvenes son personas en formación que todavía no tienen el cerebro completamente desarrollado y que, en esa etapa de la vida, pueden consumir alguna sustancia psicotrópica o pueden ser acosados en redes sociales. Se enfrentan a situaciones que a veces resultan demasiado complejas de sobrellevar y ven al suicidio como una opción, “pensando que eso acaba con todo el sufrimiento”, dijo González Alemán. La organización que González Alemán dirige, Unicef, publicó en 2019 el informe Situación de la niñez y adolescencia en Ecuador, una mirada a través de los ODS. En él, se revela que en el Ecuador el suicidio es la primera causa de muerte violenta en adolescentes. 

En 2016, murieron 192 por su propia decisión.  En los últimos 20 años la cifra de suicidios de personas de todas las edades ha ido en aumento. Estas son las cosas que debemos debatir y poner sobre la mesa, no la argucia demagógica de que un examen es causante de un estado de salud mental tan frágil que desemboca en la más grave de las autoagresiones que existen.  “El suicidio es un tema muy delicado, no hay razones excluyentes, las personas son un mar de complejidades, hay muchos factores que inciden en el suicidio y que son prevenibles”, dice la psicóloga Alexandra Costales. 

Los niños y adolescentes son una población susceptible, dice la psicóloga educativa Sofia Ruano, mucho más cuando pierden el año escolar o se quedan a supletorios. Según Ruano, si no hay una red de apoyo de los padres o los profesores, ellos no desarrollan correctamente habilidades como la empatía, la toma de decisión, el autoestima, el autoconcepto, “eso los pone mucho más vulnerables que cualquier otra persona, que a lo mejor si tenga reforzadas esas habilidades”, dice. 

La falta de esa red de sostenimiento sea quizá más evidente en el caso de Chunchi, un cantón pequeño de la provincia andina de Chimborazo donde, entre 2005 y 2010, más de 60 niñas y niños se suicidaron. Sus padres habían migrado a Europa y Estados Unidos tras la grave crisis financiera y social que vivió el Ecuador a finales del siglo XX. Sus hijos quedaron abandonados, algunos bajo la protección de los abuelos, las tías o cuidándose entre sí, pero sin un entorno familiar sólido que los ayudara a crecer con una salud mental sana y sin riesgos para ellos mismos. 

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El suicidio es un problema de salud pública por la alta frecuencia en que se produce y las graves consecuencias que genera a nivel individual, familiar y social, dice un manual del Ministerio de Salud Pública —aún así, el presupuesto de 2020 para salud mental está en cero. Este año, el Estado ecuatoriano no se hace cargo de la salud mental, ni en la prevención, tratamiento o rehabilitación.

Hablar del suicidio no es sencillo. Pero para empezar esta conversación, hay que tener claro que el suicidio de adolescentes y niños es un problema social y no algo que sucede en casos individuales y aislados. Su alta frecuencia se debe a la falta de atención integral en salud mental para trastornos como la depresión causada por la violencia sexual o el maltrato infantil.  Que una persona piense en quitarse la vida puede ser deberse a un desbalance químico,  “la cantidad de serotonina que podemos estar produciendo puede variar por un evento traumático que causa una descompensación química” dijo la psicóloga Patricia Aguirre en una entrevista de 2018. 

Ese evento traumático puede ser un abuso sexual que sufra una mujer y que por muchos motivos no lo cuente y no lo denuncie. Paola Guzmán Albarracín se suicidó ingiriendo fósforo blanco en 2002. Era una adolescente de 16 años de edad, víctima de abuso sexual del vicerrector del colegio al que asistía, quedó embarazada y para abortar el doctor del colegio le exigió tener sexo. Todo esto llevó a Paola a suicidarse. 

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La forma en que los medios abordamos estos temas es, también, crítica. En ese momento, muchos publicaron que Paola Guzmán se suicidó “por un amor no correspondido”. Pero no,  Paola Guzmán se quitó la vida por las secuelas en su salud mental que le dejó la violencia sexual sistemática que sufrió. La atención psicológica es importante para prevenir y dar tratamiento a las personas que intentan quitarse la vida. Hacia allá deben mirar nuestros políticos, y no buscar simplificar tristes casos como los de la joven de la que se habló recientemente, o el de Paola Guzmán. Quizá solo entonces logremos disminuir la incidencia de suicidios en la población adolescente del Ecuador.