Antes de tomar fotos para GK, mi trabajo estaba más centrado en foto de naturaleza, aventura y deportes extremos. Un tipo de fotografía que me permitía, además, de jugar con la mayoría de elementos.
Pero, como la vida tiene giros inesperados, me vi, de pronto, frente a políticos de toda ralea: Virgilio Hernández, Secretario Ejecutivo de Revolución Ciudadana, Patricio Donoso, Segundo Vicepresidente de la Asamblea Nacional, o María Paula Romo, Ministra de Gobierno. Decidí verlos como a una montaña o a un río.
Mucho hemos escuchado que el hombre es un animal político, pero la política y la naturaleza parecen, a primera vista, excluyentes. Es cierto, pero también es cierto que son dos ambientes y experiencias vivos. Comparten la misma oportunidad de descubrir.
Pude tomar estas fotos mientras acompañaba a María Sol Borja, la editora política de GK, a hacer entrevistas que, en ocasiones son tensas o incomodan a los entrevistados, aunque a veces también se ríen y se relajan.
Después de muchas entrevistas, está claro que los mejores descubrimientos están en los intersticios que deja el silencio que le sigue a una buena pregunta, en un detalle de oficina, en una prenda distintiva. Lo esencial no es invisible a los ojos si se tiene paciencia y curiosidad —solo no está en los lugares donde solemos buscar.
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Eran las ocho de una mañana despejada cuando llegamos a la sede del movimiento político Revolución Ciudadana, ubicado muy cerca de la Asamblea Nacional. El despacho de Virgilio Hernández es una de las oficinas más frías que he conocido. En la pared colgaba el peor retrato del expresidente Rafael Correa por sus líneas más bien gruesas y sus trazos poco pulidos.
Esa entrevista me dejó una lección. Podía utilizar el mismo método de aproximación que utilizaba en mis trabajos anteriores. Al principio de este breve texto hay una foto de una flor de achupalla con el sol detrás. La tomé en pleno atardecer —la hora mágica, le dicen los fotógrafo porque por su luz los colores resaltan más. A mis espaldas estaba el majestuoso nevado del Cayambe. Era el paisaje perfecto. Pero, al dar un paso, encontré con la flor en el suelo. Tomé la foto del nevado, pero me pase jugando con la flor y el sol. Al final, la foto del Cayambe nunca se publicó; la de la flor, sí.
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Fotos de Patricio Donoso deben existir por montones. Pero no debe haber muchas del segundo vicepresidente de la Asamblea Nacional tapándose un ojo en un gesto como de pirata de cuento. Cuando llegamos a entrevistarlo, estaba puesto unos lentes, que se sacó en cuanto entramos a su oficina, mientras le sonreía a Sol, a modo de saludo. Cuando ambos se sentaron —uno de cada lado de la mesa— él dejó los lentes sobre su escritorio.
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Las oficinas de los políticas son, a primera vista, planas. No tienen un sentido estético muy refinado que digamos, pero siempre están llenas de objetos que los retratan.
En la de Ximena Peña, asambleísta por Alianza País,colgaba un retrato suyo, hecho a lápiz. En su mesa principal estaba, impresa, la entrevista, hecha para GK, a su colega Jeannine Cruz en la que cuestionaba el manejo de Peña del debate de la despenalización del aborto por violación que no se aprobó en la Asamblea. Por la falta del doblez en la esquina de la hoja parecía que no había sido leída aún.
Entre los papeles de su repleto escritorio estaba un pequeño libro con un título revelador.
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Cuando fui a tomar las fotos de la entrevista a Juan Cristóbal Lloret, asambleísta por Revolución Ciudadana, llegamos antes que el asambleísta. En el lobby del edificio en el que está su oficina, el policía llamaba por teléfono al despacho de Lloret pero nadie contestaba. De pronto, mientras esperábamos, hablando a través de un casco de moto negro, Lloret —que acababa de entrar en el edificio— les dijo que nos dejaran pasar. Ya en el ascensor, sacó de dentro de su chompa de moto, un bloque de carpetas.
En el baño de la oficina de Lloret había aún más documentos de los que el asambleísta podría llevar sobre la espalda. Detrás de vasos lavados descansaban pilas de anillados.
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Los pies y las manos son un retrato de la personalidad. Mientras se discutía la despenalización del aborto por violación, Sol Borja entrevistó a Jeannine Cruz, asambleísta por CREO, muy criticada por cambiar en último momento su decisión y votar en contra del proyecto. Cruz usaba unos tacones de aguja en punta.
Cuando iniciaba la entrevista, la asambleísta Cruz le pidió a alguien en su despacho que le llevara un «cafecito», mientras le contaba a Sol que estaba un poco agripada.
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Cuando Sol Borja entrevistó a Fernando Burbano, asambleísta y presidente de la comisión ocasional creada para investigar el paro nacional de 2019 lo hizo en una sala de reuniones de la Asamblea. No había mucho que retratar.
Burbano hablaba ligeramente pausado y sus gestos no eran muy fuertes. Tratando de darle algo emocionante a las fotos empecé a jugar con una pequeña luz led que siempre llevo a todas las entrevistas. Listo. Por contraste con la madera café claro logré ver un maletín clásico de cuero negro, con una hebilla de color bronce ligeramente gastada. No tenía una correa para llevarlo colgado del hombro. Parecía una especie de reliquia de otro tiempo.
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Hay otros momentos, en cambio, en que los detalles han abundando. Mientras Sol Borja reporteaba para el perfil que escribió María Paula Romo, la Ministra de Gobierno, la entrevistó también sobre el paro nacional (por el que Romo fue muy criticada).
La entrevista fue en un restaurante de comida china a la hora del almuerzo. Esperamos más de una hora antes de que llegara la Ministra. En ese restaurante no había buena luz y las fotos salieron muy contrastadas: la mitad de su cara está bien iluminada y la otra mitad no, una técnica bastante utilizada en el mundo del cine pues te da ambiente, genera dramatismo, logra atrapar la atención del espectador, mostrando algo y dejando el resto al misterio.
Romo llegó disculpándose por la demora, después de saludar con nosotros, le pidió a su asistente que ordenara por ella. La comida llegó a los diez minutos. El mesero dejó los platos en una mesa contigua mientras ella seguía respondiendo las preguntas de Sol. Treinta y cinco minutos esperó la comida a Romo. Comió muy poco y ordenó que el plato, casi entero, se lo llevaran a un miembro de su seguridad que la acompañaba, a pocas mesas de distancia.
Hay muchos detalles que se quedan guardados en mi cámara. Por espacio y enfoque editorial, estas fotos no suelen ver la luz, no se revelan al ojo público y pocas personas las han visto.
A mí me dejan una lección muy clara. Todo político es humano, todo político es un ser vivo, con gustos, temas y preferencias. Lo que vemos en pantallas es solo una parte de lo que son. Les gusta el negro, el rosado, el rojo o incluso la comida china. Se ríen, lloran o dudan de las cosas que van a decir. Miran al vacío con una mirada perdida o golpean la mesa con el puño llenos de furia.
A veces parece que vivimos en un mundo simplista, donde los antagonistas insisten en mostrar un mundo de buenos y malos. Sus adversarios son siempre los perversos, y ellos los benévolos. Quizá estas fotos sirvan para abonar un poco al quiebre del maniqueísmo imperante, mostrando que tras discursos y posiciones, están unas personas a las que debemos acercarnos, para identificar cuán genuinos son y cuánto pueden (o no) aportar al país.