Es un video que dura 45 segundos y que se viralizó el 2 de agosto de 2023. En él, Carlos Vera —reconocido periodista ecuatoriano con más de 40 años de carrera profesional— le pide a uno de los colaboradores de su programa, Luis, que se acerque hacia donde está él. Están en el set del programa Del día a la noche, que se transmite por Radio Centro.
Luis está de camisa rosada. Vera le pregunta si es la misma camisa del día anterior y Luis asiente. El periodista le dice a Luis que se acerque a donde está él para no hacerlo quedar como mentiroso. Parecía el momento preciso para una broma con alguien del equipo.
La conversación entre ambos, frente al micrófono para que toda la audiencia escuche, fue:
—Buenas tardes con todos —dice, educadamente Luis —una de las figuras no visibles del programa. Quizás trabaja en el área técnica de la radio o en producción.
—Buenas tardes con todos —repite Vera.
—¿Señor? —dice Luis.
—Ya, ¿estabas o no estabas con esa camisa ayer? —le pregunta a Luis.
—Sí, señor.
—¿Y por qué no te la has lavado?
—No, ya mañana me pongo la azul —responde Luis, algo enredado.
—O sea, ¿tú usas una camisa 24 horas? ¿El día, la noche y al día siguiente?
—No es que la noche no, pues. Ya la noche la pongo en armador.
—No, pero si huele a chivo —le dice Vera, con autoridad.
—No, no… me echo te te… colonia, todo eso… —Luis dice algo más que no se entiende.
—Menticol te echarás tú, pero colonia, no.
—Me pongo colonia.
—¿Qué colonia usas tú?
—Yanbal
—Ah, carajo.
—Sí, es muy buena.
—¿Se gasta tu sueldo en la Yanbal? —pregunta Vera riendo. Hay alguien más que se ríe en el set.
—Ahí, voy. Pero ahí voy —termina Luis su intercambio, riendo.
Parecería que Carlos Vera no entiende que una broma no es una burla.
Luego de la viralización de este fragmento hubo una crítica casi unánime a las palabras y acciones de Vera. Una reacción obvia tomando en cuenta que la burla estaba plagada de clasismo. De desconocimiento a la realidad socioeconómica de otros.
Luis es una persona que trabaja para Vera. Aunque este dato sea obvio para muchos: no gana lo mismo que el periodista, por hacer su trabajo.
Hay una relación vertical entre ambos. Uno es la figura del espacio, la relevante. El otro es alguien que ayuda a que se haga el programa.
Esa diferencia es clave al momento de hacer una broma, y peor si es ventilada a miles de personas. Si se trata del jefe o de una persona en una posición superior, la posibilidad de broma queda supeditada a esa distancia.
Si bien Vera se ha disculpado —a través de un video que también es criticable porque no abandona esa posición de superioridad—, este texto no es sólo sobre él. En el fondo, su burla disfrazada de broma no es algo de una sola vez. Tampoco es propio de Vera. Es parte de nuestro ADN como sociedad.
Cuando nos reímos por los chistes del jefe
Todos hemos sido testigos de momentos parecidos. Probablemente nos hemos reído por obligación. Hemos creído que no existe otra alternativa cuando esa persona de poder trata de esa manera a un subalterno, con la excusa de una broma que, por ningún lado, es graciosa.
Desde el lente del psicoanálisis, el chiste revela la realidad inconsciente del hombre: quien hace el chiste está contando lo que tiene adentro. Y así, lo de Vera no puede verse como broma, sino como burla.
Porque detrás del humor existe un poder.
Alguien gracioso, que sabe contar chistes o crear bromas sabe que tiene un poder en particular. Que se pone en énfasis cuando se produce el humor. El comediante que se sube a un escenario a hacer una rutina, tiene el control de la situación en ese momento. Está por encima de su audiencia. Pero es una verticalidad que dura un tiempo. Que se acaba.
Alguien que cuenta un chiste en una reunión o con su grupo de amigos sabe que mientras lo cuenta, será el centro de atención. Una vez que se acaba y las risas se terminan, regresa una especie de igualdad.
El humor tiene su poder, pero es efímero. En espacios de verticalidad, la historia es distinta.
Una persona que ya tiene poder no debería hacer chistes a expensas de sus empleados o subalternos. Porque debería saber que ese poder no es momentáneo. Debería saber que existe desde antes y existirá después. Por eso, no hay manera de que hacerle una “broma” a Luis pudiera funcionar bajo ningún criterio.
Esa broma no va a ser graciosa. Nunca lo iba a ser. En realidad es una burla. Una burla en una condición vertical cuando el que está arriba mira hacia abajo al otro: al que no puede comprar sus perfumes o vestirse como él.
La empatía debería predominar en un espacio laboral. Las personas que presencian una escena así deberían saber que siempre es posible no reírse y dejar en claro que ahí no hay humor.
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