La serie que creó Charlie Brooker en 2011 y que se emitió inicialmente por el Channel 4 de Reino Unido tiene cinco nuevos capítulos que se pueden ver por Netflix desde el 15 de junio de 2023. En su sexta temporada hay un giro interesante y necesario: Black Mirror ya no se centra en lo que produce la relación entre la humanidad y la tecnología.
Tampoco se trata de especular sobre lo que podría venir si la humanidad continúa dependiendo de lo tecnológico como lo hace.
Hay algo mucho más profundo en esta serie antológica que siempre estuvo ahí y que ahora, en la sexta temporada, pasa a la superficie: la naturaleza humana desprovista de códigos o transformada por la experiencia con otros seres.
Así sea una mujer que se desespera por los likes que recibe, o un hombre que vive un despertar sexual a través de un juego de video, o un paraíso lleno de amor que no es más que la conciencia de la persona amada subida a un servidor. Lo humano era lo que estaba retratado ahí.
Brooker, en esta ocasión —escribe cuatro episodios y coescribe el último—, apuesta por varios de sus intereses —la comedia y el horror— y se va despojando, de a poco, de la tecnología contemporánea y de la ficción especulativa.
Black Mirror ya no solo se enfoca en las distopías.
Esa es la razón por la que muchos de los fanáticos de la serie sienten que la sexta temporada ha perdido muchísimo, que se ha alejado de su sentido. Tanto que, ante el rechazo que ha aparecido en redes sociales, el propio Brooker ha salido a dar entrevistas para explicar lo que decidió hacer en la actual temporada.
“Sin duda, fue una decisión consciente dar un giro a lo que es la serie”, le dijo Charlie Brooker a Amy West, de Games Radar. El cambio fue necesario porque había algo más: “Había un ligero peligro de que la gente considerara [a la serie] como la serie de ‘la tecnología es mala’, y eso me resultaba un poco frustrante, en parte porque yo siempre pensaba: Bueno, la serie no dice que la tecnología sea mala, la serie dice que la gente está jodida”, comentó también Brooker.
Y salvo el primer episodio de la sexta temporada —y de la aparición dentro de dos episodios de una especie de parodia de Netflix, llamada Strawberry— la tecnología contemporánea no aparece.
Aquí, capítulo a capítulo, un detalle de lo que hace que esta sea la mejor temporada de Black Mirror:
Advertencia: si todavía no has visto los episodios, lo que sigue contiene spoilers.
Joan is awful
Un episodio metanarrativo. Joan ve cómo su vida se convierte, casi en tiempo real, en una serie que se puede ver en la plataforma Strawberry —la Netflix dentro de esta serie de Netflix—. Lo que sucede en su día a día, lo nefasto que puede ser un ser humano, se vuelve material para una serie. Y en el caso de ella, la Joan de la ficción dentro de la ficción es interpretada por Salma Hayek.
Como no podía ser de otra manera, el giro de la historia impone el uso de la tecnología para manipular la imagen de las personas y lo que dicen. Algo que puede ser controlado por aceptar los términos y referencias del servicio de streaming.
Hay una advertencia, desde luego. Una que se mueve en clave de humor, como si se tratara de una caja dentro de otra caja. Quizás sea el episodio más ligero de la temporada.
Loch Henry
Brooker satiriza en este episodio a las series o películas de true crime. Lo hace poniendo todo sobre la mesa, con una revelación que no es tan sorpresiva, que se ve venir, pero que permite una decisión a uno de los personajes, que es la que le da sentido al episodio.
Davis y Pia viajan al pueblo natal de él, Loch Henry, y deciden hacer un documental sobre la figura del asesino serial de la localidad: Iain Adair. Alguien que mató a decenas de turistas, en los años 80, un escándalo que terminó por hundir la economía del lugar, ya que se acabó el turismo. Y en medio de la investigación, nuevos datos aparecen, que cambian todo lo que se conocía del caso.
Los crímenes, al suceder en los años 80, se asientan sobre la tecnología de la época: cámaras y cassettes VHS. Pero de ahí se produce la conversión, porque lo contemporáneo aparecerá a manera de falso documental. Davis termina la película sobre este caso y gana premios, pero eso lo deja en la absoluta desolación.
Porque ha conseguido el triunfo, sí; pero a un costo muy grande.
Beyond the sea
Es uno de los mejores episodios de Black Mirror, especialmente por lo que consigue Aaron Paul –el Jesse Pinkman de Breaking Bad— al hacer de dos personajes. Una ucronía —hechos del pasado transformados— en la que, en 1969, hay dos astronautas en una estación espacial, al mismo tiempo que unas versiones robotizadas de ellos siguen en la Tierra, con sus familias. Tanto Paul como Josh Hartnett pueden trasladar sus conciencias a esos robots y solo vuelven a la estación que orbita el planeta cuando hay una alarma o cuando deben hacer pruebas.
Llega la tragedia de golpe. Una especie de culto, en onda La Familia de Charles Manson, ataca la casa del personaje que interpreta Hartnett. Un Rory Culkin —el hermano menor de Macaulay y de Kieran— de terror decide enfrentar la “aberración” en contra de la naturaleza y destruye el robot y mata a todos los miembros de la familia.
Brooker hace de la tragedia el paso para algo más. Empieza a crearse una especie de triángulo amoroso entre ambos astronautas y la esposa de Paul, interpretada por Kate Mara. Porque, como un acto de desprendimiento y de ayuda, el personaje de Aaron Paul le permite a su compañero de misión experimentar la Tierra usando su robot.
Todo lo que está mal va a salir peor.
El desenlace, absolutamente terrorífico, funciona porque no deja posibilidad de redención. La tecnología que permite que alguien pase en el espacio sin abandonar a su familia es el caldo de cultivo para algo más profundo. Para una maldad intrínseca, de la que el ser humano no se puede deshacer.
Beyond the sea es un episodio sobre las consecuencias y lo poco que podemos prever ante situaciones que no se pueden controlar.
Mazey Day
Zazie Beetz interpreta a una paparazzi. Luego de tomarle una fotografía a un actor de televisión —que puso en evidencia que él era homosexual— ella tiene una crisis moral grande. El actor se suicida poco después de que esas fotos se publicaran.
¿Qué son estas crisis morales?
Son formas directas para hablar de cómo los medios de comunicación son depredadores de la vida de personas medianamente famosas. En ese sentido, Black Mirror siempre ha funcionado como una especie de denuncia y aquí existe una, que se diluye un poco, pero termina recuperando fuerza al final.
No hay mucho que hacer cuando, en la búsqueda de fotos de una actriz famosa, internada en una especie de centro de rehabilitación, un grupo de paparazzis se cuelan en el lugar y la encuentran, encadenada al piso.
Charlie Brooker tiene en las historias de horror uno de sus fuertes —lo demostró ya en la descabellada e increíble Dead Set, serie de 2008, que es una mezcla de zombis y Gran Hermano— y aquí le rinde un claro y directo tributo a El aullido, el filme de 1981 de Joe Dante, y a Un hombre lobo americano en Londres, de John Landis.
Es probable que sea uno de los episodios más flojos de la temporada. Pero no tanto por la historia en sí, sino porque las metáforas están ahí, servidas. ´A pesar de que los últimos segundos del episodio revelan la síntesis de todo: la humanidad está rendida a su naturaleza depredadora.
Demon 79
Es el segundo gran episodio de la temporada. En formato de película habla del racismo, de las medidas extremas y del poder de aniquilación que el ser humano ha ido acumulando. Este episodio es otra ucronía en la que Nida —interpretada por Anjana Vasan—, migrante viviendo en Londres, debe soportar los actos en su contra, cargados de un fuerte sentido racista.
Especialmente en su trabajo y en los discursos políticos que escucha en las calles londinenses de 1979, en plena Guerra Fría.
Pero para su suerte, Nida recibe la obligatoria misión del demonio Gaap de matar a tres personas en tres días, porque solo así se evitará el Apocalipsis en el planeta.
Demon 79 es sobre la tensión entre hacer lo correcto y lo necesario. El dilema de Nida se debe resolver a medida que avanza una ola de violencia que no le da espacio a nada más. El episodio es sobre el cuestionamiento personal y la aceptación. Entre la comedia bien construida y con un guion coescrito por Brooker y Bisha K. Ali, existen puntos de contacto con La Zona Muerta de Stephen King, pero de una manera mucho más potente.
El discurso es más contemporáneo y directo. Político por sí mismo y sin posibilidad de una solución justa para nadie, salvo para Nida y Gaap, que en medio del caos, encuentran un espacio para los dos.
Porque un demonio y un humano tienen mucho para compartir, obvio.
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