Es un cubo. En cada uno de sus seis lados se reflejan imágenes que hablan de la naturaleza: hongos, de distintos tipos, formas y tamaños; hongos descansando sobre en árboles, sobre el suelo, en su entorno natural. 

Este cubo es grande, impacta, y es la parte física y tangible, táctil de una instalación. 

No es un cubo cualquiera: es denuncia y al mismo tiempo paradoja. 

Se trata de intervenir en ese espacio, en ese cubo, de hablar sobre el extractivismo desde el terreno del planteamiento y la posición artística. Pero se lo hace con una naturaleza que es sacada de su espacio, que se la lleva desde la Amazonía a la ciudad. El arte también puede ser una actividad extractivista al sacar las imágenes de la selva y llevarlas a la ciudad.

Intangible, memoria de un bosque es la obra con la que la artista interdisciplinaria y productora y  gestora cultural, Alexandra Trujillo Tamayo, hace un ejercicio de interpelación. Uno contundente. No todo tiene que estar escrito o desmenuzado, pero el concepto está ahí, a la vista de todo el mundo: estamos conectados con la tierra, con los seres que nacen de ella y no debemos olvidarlo.

Performance Intangible, de Alexandra Trujillo Tamayo

Un momento del performance Intangible, de Alexandra Trujillo Tamayo. Fotografía de Ricardo Centeno, cortesía de Alexandra Trujillo.

Porque ese cubo tiene una tangibilidad particular: las paredes no son firmes. Decenas y decenas de sogas componen las paredes de la caja. Son tiras, hilos de lana como si fueran el micelio de los hongos. 

Esto es fundamental para entender cómo la obra fue gestada.

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“La obra enfrenta, confronta”, dice Trujillo, en un café al norte de Quito. En el momento de la entrevista, en noviembre de 2022, Alexandra Trujillo Tamayo estaba dejando todo listo para viajar a Brasil, para pasar dos semanas en la Residencia Uberbau House, en Sao Paulo para hacer una investigación artística. Una en la que la obra tenía un lugar importante.

Para Alexandra Trujillo, Intangible, memoria de un bosque funciona como “un cuestionamiento a la propiedad privada amazónica: un espacio protegido, pero que está siendo explotado a nivel turístico y que está cayendo en la domesticación de las comunidades que trabajan en estos espacios. No digo que no deban tener trabajo, pero hay algo ahí que no es fácil de entender, hay que decirlo”.

Este cuestionamiento resulta en una obra que tiene múltiples formas de existir.

“Es una obra transdisciplinar, pero muta en tiempo y en forma, dependiendo del espacio, del dónde”, dice la artista. Porque está la parte instalativa —el cubo—, pero también el elemento performático —con la propia Alexandra Trujillo realizando un performance al interior del cubo, para luego abrirse paso entre el micelio y “nacer” al exterior. 

La obra también ha viajado y se ha presentado como un video que muestra el trabajo performático de Trujillo junto al cubo. Una suerte de memoria que recoge lo que sucede “en escena”. Esta es una obra que tiene varias formas: “El mismo objeto, además de ser artístico, tiene su propia vida, su propio devenir” dice Trujillo.

Un recorrido por la selva

Intangible, memoria de un bosque surgió del momento que, previo a la pandemia, Alexandra Trujillo vivió entre Quito y el Parque Nacional Yasuní —en la provincia de Orellana, durante ocho meses. Dos semanas en la selva amazónica y dos semanas en la ciudad. “Empecé a tener una conexión profunda con la selva”, dice. 

Y esa permanencia en un bosque primario —algo que, dice ella, es elitista y que no muchas personas pueden hacer—, así como en parte del Parque Nacional Yasuní, fue el germen para este proyecto artístico. En medio de su trabajo, dando clases de yoga en un hotel cinco estrellas en el Yasuní, Alexandra Trujillo fue encontrando algo más. 

Algo que tenía que ver con la selva, con lo que veía, con los testimonios que escuchaba de las personas con las que convivía. 

Y en ese pensamiento se fue asentando la idea del cubo, como metro cúbico de territorio. Primero quería sacar un metro cúbico de tierra y ponerlo en una galería. Pero la idea se fue ampliando a algo intangible, como una metonimia: ese metro representando la Amazonía. Para que esa representación refleje lo que está ahí y no se puede ver, porque el bosque lo cubre todo. 

Es decir, lo pequeño, lo minúsculo y esos sonidos que se convierten en banda sonora y que acompañan a quien recorre el Yasuní. La idea, entonces, era trasladar esa experiencia de inmersión a la ciudad. “Hay mucha gente en el mundo que no ha ido a la selva o que no la conoce o que no tienen una conciencia acuerpada”, dice la artista. Y quizás exista un espíritu y una necesidad de proteger ese espacio, aún sin conocerlo. 

Por eso, el cubo es una forma de llevar la Amazonía a la gente. 

De esta forma está el sonido, lo primero con lo que se conectó Trujillo. Hizo registros, tomó fotografías, grabó videos. Conoció a los hongos, que se convirtieron casi en protagonistas de Intangible, memoria de un bosque. “Me encantó el color, la estructura, la forma, la textura, la arquitectura del hongo como fruto del micelio”, dice la artista. 

Este cubo se construyó como resultado de esa conexión.

performance de Intangible, de Alexandra Trujillo.

Otro momento del performance Intangible, de Alexandra Trujillo Tamayo. Fotografía de Ricardo Centeno, cortesía de Alexandra Trujillo.

Cuando Alexandra Trujillo realiza el performance, hay una lectura posible, un vehículo claro. Una especie de nacimiento cuando ella deja de ser silueta —porque está dentro del cubo e iluminada por reflectores—, cuando sale por entre los micelios y se vuelve cuerpo en el exterior. 

Una nueva mujer, un nuevo ser. El contacto con la naturaleza cambia a la persona. La propuesta es redonda.

Intangible, memoria de un bosque se ha presentado varias veces en el país. Inicialmente se pudo ver en la Más Arte Galería en abril de 2021, a las puertas del cambio de gobierno, como una fuerte crítica al extractivismo. En 2022 se vio en varios espacios más pequeños en formato video. Uno que le ha permitido viajar a la obra.

“El video, como obra viodeartística o videoperformática, se estrenó en Nueva York, en el marco de la Trienal Iberoamericana de Arte de Nueva York, en septiembre de 2022”, cuenta Trujillo.

Ese carácter político de la obra tuvo otro momento importante cuando Alexandra Trujillo viajó a la residencia en Brasil. Un poco antes de viajar no se sabía quién iba a ganar las elecciones presidenciales ahí y dependiendo del ganador, la obra podría leerse como denuncia o como recordatorio. Ganó Lula. 

Entonces, la obra se percibe como llamado de atención.

A este país viajó la instalación, lo que sirvió de base también para escribir un texto sobre lo que la muestra ha dejado.

La gestación de una obra

Este es un momento de tránsito para Alexandra Trujillo, la artista que se formó en Bordeaux, en Francia —donde tuvo el espacio para enfrentarse escénicamente a la danza y al movimiento— y que aprendió curaduría en arte contemporáneo en el Instituto Mexicano de Curaduría y Restauración (IMCR), en 2018.

Un tránsito que la va a llevar a generar una nueva obra.

Por eso es posible que Intangible, memoria de un bosque sea solo memoria en los meses que están por venir. Como si hubiera agotado su ciclo. Como si su impacto debiera quedar en las imágenes y en los videos, luego de su trayecto de casi dos años. Quizás sea hora de otros temas. De otras indagaciones.

Si bien una artista se expone en su obra, en esta elaboración, las ideas van de un lado al otro. Por ahora, Alexandra Trujillo Tamayo está enfocada en algo mucho más personal: en las relaciones filiales, en las familias, en los silencios y secretos. Esto es algo que quisiera tener listo para abril de 2023, si es que se dan las condiciones para exponerlo.  

Pero este espacio personal se cruza por el terreno de las ideas, siempre. Alexandra Trujillo indaga sobre la forma en la que ve al mundo. Y esta forma tiene mucho que ver con la naturaleza, con las incongruencias de nuestro trato con ella. 

Y el arte es también un asunto de mantener la congruencia. 

Por eso Intangible, memoria de un bosque seguirá con vida en los siguientes proyectos, de alguna manera. Esta vez como parte de un libro titulado El verdadero nombre del oro, que está trabajando en estos días. Una publicación que surge como un documento en contra de la minería y el riesgo de la contaminación y el desplazamiento para la comunidad kichwa de Ahuano, en la provincia de Napo.

Este será un libro sobre sabiduría y medicina ancestral. Sobre la relación con la naturaleza. Y el cubo, la experiencia de una obra en la que resuena la Amazonía, va a ser parte de este libro. 

Alexandra Trujillo lo tiene claro, sabe lo que quiere trabajar como artista y esa necesidad de ser coherente. “Pese al temor de la visibilización —ella habla de la violencia hacia activistas a favor de la naturaleza que luchan en contra de petroleras y mineras—, hay que seguir en la lucha”, dice.

Y ese terreno de lucha puede ser un cubo gigante, un libro o las otras manifestaciones artísticas que ella tenga a la mano.

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Eduardo Varas
Periodista y escritor. Autor de dos libros de cuentos y de dos novelas. Uno de los 25 secretos mejor guardados de América Latina según la FIL de Guadalajara. En 2021 ganó el premio de novela corta Miguel Donoso Pareja, que entrega la FIL de Guayaquil.
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