En un círculo caben todos. Jenny Jaramillo está sentada en una silla verde. A su alrededor estamos los demás. Los que queremos escucharla: colegas, estudiosos, curiosos y vecinos del Centro de Arte Contemporáneo, en pleno centro de Quito. No importa la pregunta, ni el orden, ni el discurso.
Es mediodía del sábado 17 de junio de 2023
La intención es conocer más sobre su trabajo. Saber cómo una artista produce su obra. Para eso la veintena de personas que acompañamos a Jenny Jaramillo en una de las salas de la exposición gesto y síntoma, reescribiendo lo que se escapa —así, con minúscula—, son suficientes.
No es precisamente un recorrido por las dos salas de la muestra. Este Cac + 1 —como se conoce a la actividad que el Centro de Arte Contemporáneo organiza con los artistas para que la gente, incluso la del barrio, los acompañe y haga preguntas— se centra en permanecer en una de las salas y dejar que la conversación tome vuelo.
Sucede con rapidez.
Jenny Jaramillo es importante para la historia del arte de Ecuador. Es la primera artista mujer en ganar el Premio Mariano Aguilera a la Trayectoria Artística 2022-2023, el más importante del país, que entrega el Municipio de Quito, a través de la Fundación Museos de la Ciudad. Hoy, responde las inquietudes como si estuviera hablando con sus amigos.
Hay una especie de descontrol en esta exposición que no tiene un orden establecido, que no trata de seguir una cronología. El movimiento es distinto: una obra te va a llevar a otra que está en la siguiente sala, indistintamente. Esta ruptura que intenta Jenny Jaramillo es también una interpelación.
“Mi obra en colección no está”, responde, cuando le preguntan sobre cómo se consiguieron las obras que son parte de la muestra, que incluye videos, cuadros, instalaciones y reformulaciones de obras pasadas. Luego, Jenny Jaramillo aclara el comentario: sus obras son parte de pocas colecciones, sí, pero mucho de su trabajo tiene un carácter efímero y el registro en video de sus performances, por ejemplo, solo muestran un poco de ciertos proyectos.
Existen tres videos en el Museo Nacional (MUNA), y a veces algunos de sus cuadros fueron entregados como canjes para que revistas culturales escribieran artículos sobre ella. Obra en un sitio y en otro, esa es la exposición.
“Mi obra aquí es como un ir y venir”, dice, refiriéndose a lo que se puede encontrar en esas dos salas del CAC hasta el 1 de octubre de 2023.
Jenny Jaramillo es una artista multidisciplinaria. Puede enfrentarse a la pintura, así como a las instalaciones y al performance, como manifestación de su curiosidad y de practicar el oficio artístico en varios formatos. Esto como parte de una totalidad que, ella dice, le ha dado libertad. Una libertad que viene de la pintura, principalmente.
Jaramillo nació en Quito, en 1966. Además de ser artista visual, es docente. Fue estudiante en la Facultad de Artes de la Universidad Central del Ecuador, y tiene una maestría en Antropología Visual por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), en Quito.
En su proceso de aprendizaje, su campo fue la pintura. Las demás disciplinas se despertaron a partir de ahí. Al hablar de ese proceso, Jaramillo dice que llegó al performance por ser pintora. “La pintura tiene espacio, acción, cuerpo, una materialidad”, dice. De una materialidad, de un cuerpo, pasó a otro. Y como cada medio tiene su propio lenguaje, en la libertad de la pintura descubrió otro lenguaje, uno efímero.
Una vez que el performance se hace parte de su producción, la obra solo existe en el momento que se la ejecuta.
La trayectoria y la memoria
Jenny Jaramillo habla con resolución. No solo sabe lo que dice, conecta varias ideas a la vez y las resuelve todas. De esta forma se abre un diálogo que puede ser corto para la hora que dura este contacto con su público.
Un diálogo suficiente para dejar ideas en cada asistente.
Porque si algo parece decir la muestra de la Premio Mariano Aguilera a la Trayectoria es la necesidad de la memoria y del reconocimiento de todas las propuestas y acciones que ella ha producido como parte de un diálogo entre pasado y presente.
Como un reconocimiento de un momento crítico, como lo fue la década de los 90.
“Es necesario salir de Ecuador y descubrir otros espacios. ¿Quién no quería salir, en los 90, de este país? ¿Quién no quiere salir ahora de este país? El arte está cruzado por todas estas crisis”, dice Jaramillo.
Es un tema de tensión. Que se cruza con lo que se ha olvidado, con la producción que se ha perdido, con la que no se recuerda y la que no importa. Incluso Jaramillo habla con tranquilidad de cómo su obra Siete de bastos que no juega, con la que ganó el Salón Mariano Aguilera de pintura, en 1994, no es de sus preferidas, mientras el lienzo de más de 2 metros cuelga detrás de ella. Es un cuadro, hay pintura, pero la base es el collage, la pierna y partes de un cuerpo que sobresalen de una carta.
Es el kitsch, es el juego de colores, una explosión.
Sin embargo, gesto y síntoma, reescribiendo lo que se escapa no trata de retener la memoria. Busca, en realidad, que los recuerdos —esos tiempos y espacios de Jaramillo— sean parte de una experiencia artística.
Por eso no hay un orden cronológico en la muestra —que fue curada por Lupe Álvarez. Tampoco cédulas o tarjetas que ayuden a tener una referencia temporal de las obras expuestas.
Eso sí, existe una comunicación que se va dando. No se trata de estar ante la obra de Jaramillo, se trata de estar ante su proceso creador.
Porque las instalaciones del Centro de Arte Contemporáneo fueron —hace 30 años, aproximadamente— ese taller en el que ella y otros artistas producían sus obras. En un momento cuando el CAC no existía.
Hay algo emocional que se integra a la exposición, sobre todo para ella. Por eso pidió a la gente del CAC que las ventanas de las salas estuvieran abiertas, para que de una sala se pueda ver a la otra.
Nuevamente el contacto como el germen de todo el arte de Jenny Jaramillo.
“Especialmente era necesario que ambos lugares se conectaran”, dice ella. Una idea que se une a ese “proceso fragmentado” que Jaramillo define como propio, y por eso están ahí “obras mezcladas de 1998 con algo de 2023”.
Lo de antes junto a lo de ahora
En la sala uno se puede ver el video de un performance grabado en 2023 en las mismas instalaciones del CAC, exclusivo para esta muestra. Sobre una puerta “pintada” en la pared está la imagen de movimiento de la propia artista, cubierta de ramas de árboles, que fueron cosidas con camuflaje de animales y objetos metálicos, como tenedores y cucharas.
Es como si todo le pesara, como si fuera difícil.
Resulta inevitable pensar en el rol de la mujer en el arte. Jenny Jaramillo lo habla, incluso dentro de lo que significa ser una artista reconocida como alguien dedicada al performance. Ella lo tiene claro: “No tengo que reafirmar que soy buena pintora, porque lo soy”. Las 20 personas a su alrededor se ríen.
Ser la primera mujer en ganar el Premio Mariano Aguilera a la Trayectoria tiene un peso en la historia del arte nacional. Además de ser un giro, pequeño y mínimo, es capaz de reconocer la labor de las mujeres que se dedican a él. “Mi trabajo habla de esos malestares (…) No soy parte de nada, pero sí, soy parte de este mundo, de una presencia masculina muy fuerte”, sintetiza.
En la sala hay un video en el que se puede ver lo que fue su performance Sin título (Línea de fuga) que presentó en la Galería Proceso, en Cuenca, en 2007. Y en la pantalla está Jenny Jaramillo arrastrándose sobre el piso, con una funda llena de harina que cubre su cabeza.
Parece un castigo —en realidad, es una relectura de una acción performática del artista estadounidense, de origen coreano, Nam June Paik, de 1962. Es difícil de ver. Alrededor de ella hay varias personas, viendo cómo sucede ese arte, como la mujer que no puede ver, que parece ahogarse en medio de harina, solo sigue moviéndose.
De pie, hay hombres que miran casi sin inmutarse. Se produce un golpe, un viaje en el tiempo.
Lo de 2007 se lee de una forma particular en 2023. Esa es la medida de la muestra, eso que se establece entre el visitante y el proceso de Jenny Jaramillo. Hay que estar ahí para vivirlo.
La exposición gesto y síntoma, reescribiendo lo que se escapa estará abierta en el CAC hasta el 1 de octubre de 2023.
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