Todos hemos visto una escena como esta: Un niño llora a todo pulmón de forma inconsolable en la calle o en un centro comercial frente a una vitrina o en el patio de comidas para conseguir algo que desea. Sus padres intentan calmarlo y le dan razones por las que no puede tener lo que tanto desea. Algunos se calman rápidamente y se resignan, mientras que otros se saldrán con la suya, recibiendo eso que tanto pedían. En otros casos, sus padres con la paciencia agotada, los cargarán y los llevarán a casa.

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Sin embargo, muchos se preguntan cómo puedo hacer para que mi hijo no actúe de esta forma y sus emociones no lo sobrepasen. 

La psicóloga María Mercedes Bastidas explica que para que un niño reconozca y pueda gestionar sus emociones es un camino que comienza en compañía de sus padres desde que es bebé  y se expresa en cuestiones muy básicas que van desde el afecto —hacerlo sentir cuidado y amado— cuando se le enseña hablar y se le dota de palabras para identificar sus sentimientos para validarlas, hasta que son adultos. 

La experta recalca que el éxito para que los niños puedan manejar sus emociones dependerá directamente de los padres, ya que en las primeras etapas de vida los niños imitan el ejemplo más cercano a ellos, y si los padres tienen dificultades para reconocer sus emociones o gestionarlas, difícilmente los niños podrán tener las herramientas para hacerlo. 

Además, Bastidas recalca que no hay una receta para que los niños puedan identificar sus emociones, porque esto dependerá mucho de la etapa evolutiva en la que se encuentre el menor: “No es lo mismo un niño en edad escolar, que uno de 3 años u otro que entra a la adolescencia”, dice la experta. 

Por lo que es importante que los padres entiendan que el proceso de cada niño es individual. 

Hablar de las emociones

Andrea Oña, psicóloga del Centro Ecuatoriano para la Promoción y Acción de la Mujer, explica que a los niños hay que enseñarles sin reprimirlos a hablar y a reconocer sus emociones de forma respetuosa, para que luego aprendan a gestionarlas y tener control de estas”. Con esto coincide Diego Paz, psicólogo especialista en educación integral de la sexualidad,  añade que a los niños deben ponerle nombre a cada una de las emociones que sienten para que las puedan identificar. 

Miryam Pérez, trabajadora social y cofundadora de la Fundación Idea Dignidad, enfatiza que el manejo de emociones también hay que analizarlo con respecto al género, ya que tanto a hombres como a mujeres se nos ha permitido sentir ciertas emociones y a reprimir otras. A los niños varones no se les ha permitido por décadas demostrar la tristeza, el amor y la capacidad de llorar, pero actualmente se entiende que los cuidadores (papá, mamá, tíos, abuelos) de niños varones deben poner énfasis en estas emociones. 

De la misma manera, a las niñas se les debe permitir expresar el enojo. Pérez recalca que el enojo es la capacidad de poner límites o expresarse frente a las injusticias, pero cuando una mujer se enoja se la tacha de loca o histérica. “Estas serían dos revalorizaciones que harían que vivamos en una sociedad menos machista”, señala Pérez.

Estos son algunos casos prácticos para hablar de emociones en situaciones cotidianas:

Con respecto a la tolerancia a la frustración, María Mercedes Bastidas explica que a los niños pequeños se les puede enseñar a que difieran el premio o la recompensa o los esfuerzos y que las cosas no son inmediatas. Por ejemplo, los padres le pueden decir que si quieren obtener cierto dulce o ver un programa,  deben organizar sus juguetes y cuando terminen, recibirán el premio.

Diego Paz explica que a los niños siempre se les debe acompañar a conocer el mundo desde lo que les sucede, en vez de ejemplos hipotéticos. “Cuando un niño rompe algo es importante que los papás le puedan decir de forma educada que están enojados por lo que hizo y las razones”. 

También, cuando el niño se ha portado mal en la escuela, el padre debe explicarle que eso le molesta o le hace sentir mal. “Es bueno que los padres digan a los hijos ‘hoy me siento triste porque tuve un día difícil en el trabajo o me hace feliz que hayas sacado buenas notas’”, dice Paz.

El experto explica que entre los padres y el niño siempre tiene que haber diálogo de ida y vuelta y no basta con que el papá le explique lo que siente o le pregunte cómo está, sino que el niño debe responder y también contar lo que siente. “Debe ser un proceso de ida y vuelta para que el niño tenga una referencia con la que se pueda comparar”.

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Liz Briceño Pazmiño
Periodista. Ex reportera de GK. Ha publicado en El Mundo (España) y Axios(EE.UU). Es becaria del International Center for Journalists (ICFJ). Máster en Producción, Edición y Nuevas Tecnologías Periodísticas. Cubre migración, derechos humanos y economía.
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