Cuando los primeros rayos alumbran las montañas y nevados que rodean a Riobamba, Yohana Aquino, migrante venezolana, se levanta y se prepara para una jornada de trabajo. Lo hace a pesar del frío de las mañanas, con el mismo ímpetu y fuerza que la empujaron a dejar su país, sola, en 2019. Cada día debe trasladarse diez minutos a pie para llegar al spa de uñas que tanto le costó montar desde su llegada a Ecuador.
Al entrar al local, los tonos pasteles de las paredes y los muebles generan calidez. La decoración es simple pero logra que los clientes se sientan cómodos. La mayor parte del tiempo, entre las 8 de la mañana y las 7 de la noche, Yohana está limando, cortando o pintando las uñas de sus clientas. En el escritorio de adelante está su compañera, socia y amiga Jennifer Bonito.
Jennifer Bonito es riobambeña y a diferencia de Yohana, es reservada.. Las dos sonríen a la entrada de cada cliente, y la saludan con mucho entusiasmo. La personalidad de las dos y su amabilidad son parte del ambiente.
El local de uñas es el resultado de la nueva vida que Yohana llegó a Ecuador a buscar. Al principio, dice, no fue fácil. Recuerda sus primeros días con poco cariño por el trato que recibió de sus empleadores. Era asfixiante, dice, “no te dejaban sentar, no te dejaban tomar agua, no te dejaban ir al baño”. Comenta que la trataban de inutil. Incluso, cuando trabajaba en una tienda de ropa interior, al final de cada jornada la hacían desvestirse en frente de su jefa y su hijo para cerciorarse que no había robado nada.
Luego de dos años en la ciudad, de trabajar para alguien más, a Yohana se le ocurrió empezar su propio emprendimiento, algo que para el 57% de migrantes venezolanos en Riobamba se les dificulta por insuficiencia económica. Para más de la mitad de los migrantes es imposible realizar un crédito bancario, pero gracias a que Jennifer Bonito es oriunda de la ciudad pudieron conseguirlo. Con él compraron el mobiliario de un spa en la ciudad de Quito. Yohana no se lo podía creer: un 10 de septiembre de 2020 su local estaba instalado. Luxury Spa fue el nombre que ella y Jennifer le pusieron a su emprendimiento.
Yohana y Jennifer han trabajado juntas desde 2019. Comenzaron como empleadas en un spa de uñas, luego en otro. Durante la pandemia del covid-19 el salón donde trabajaban cerró pero se las ingeniaron para pedir motos prestadas y realizar su servicio a domicilio. Juntas aprendieron a llevar un negocio propio, colaborando y esforzándose diariamente para satisfacer a sus clientes que desde el momento que conocieron su trato y calidad de trabajo no han dudado de recurrir a sus servicios.
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