No hay nada nuevo, en realidad. Disney y todos sus estudios afines han incluido en sus películas, sean animadas o con actores de carne y hueso, a personajes homosexuales desde hace rato. Y cada cierto tiempo, cuando un padre de familia preocupado se topa con el anuncio o ve a estos personajes en escena, estalla el ímpetu de la masa de ir con antorchas a quemar todo aquello que no se considere “normal”. Ahora le tocó al héroe interestelar que muchos aman: Buzz Lightyear, de la saga Toy Story

Se repite el patrón: rechazo en redes, reclamos airados y frases que hablan de afectar moralmente a los niños y de que se quiere destruir a la familia y sus valores

Pasó en 2017, con la versión live action de La Bella y la Bestia, cuando LeFou, interpretado por Josh Gad, aparece bailando con otro hombre en la escena final. O en el desenlace de Star Wars, con el Episodio IX: El ascenso de Skywalker (2019), cuando en medio de la celebración por el triunfo de los buenos, se ve a dos mujeres dándose un beso.

La lista continúa. El personaje Artie de Cruella (2021) no se lo define verbalmente como queer o gay, pero el actor que lo interpretó, John McCrea, abiertamente homosexual, decidió representarlo de esa manera. 

Hasta los superhéroes de Marvel lo han colocado, con el personaje de Phastos, en Eternals (2021), quien está casado con un hombre y tienen un hijo en común. Y hasta en Avengers: Endgame (2019) aparece un personaje masculino en la escena en la que Capitán América dirige un grupo de autoayuda que habla de su primera cita con otro hombre, luego de la desaparición de media humanidad. ¿Sigo con los ejemplos?

Ninguna de estas películas ha destruido ninguna idea de familia ni ha afectado a ningún niño, niña o adolescente. 

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No existe ningún estudio respetable o serio que sostenga que la representación de la población LGBTI en el cine dañe a alguien y, de haberlo, no habría que creerle nada. 

Es más, lo que ha sucedido en los últimos años en el cine de Estados Unidos, el que más se consume en Ecuador, es que el número de personajes homosexuales se ha incrementado con el paso del tiempo. 

Para 2020, de acuerdo al Studio Responsibility Index de la Gay and Lesbian Alliance Against Defamation, (GLAAD), el 80% de las películas que se produjeron en 2020 tuvieron un personaje LGBTI con más de 10 minutos de presencia en pantalla. 

Entonces, ¿dónde está el drama?

En los prejuicios, obviamente.

Cuando la cadena de cines de Ecuador, Supercines, colocó en su cartelera al filme Lightyear, la última producción de Pixar y Disney, decidió incluir una especie de advertencia sobre la cinta: “incluye contenido inclusivo LGBTI”. 

Evidentemente, una forma de “curarse en sano” frente a lo que sucede en un momento, cuando la astronauta Alisha Hawthorne besa a su esposa.

Para evitar a coléricos padres y madres con antorchas encendidas. 

Es una especie de mezcolanza conceptual sobre lo que significa lo  “inclusivo”, que no hay que tratar en este momento.

Pero que estas aclaraciones o etiquetas aparezcan antes de ver alguna película  es beneficioso, porque se trata de aceptar como un hecho y normalizar que el mundo ya no vive en la Edad Media. Dos personas del mismo sexo se pueden dar un beso si se quieren. Así sean dibujos animados.

Que lo podamos leer en una cartelera debe sentirse como un triunfo, de cierta forma. Si tienes un problema con eso, no vayas: sigue en tu burbuja repleta de prejuicios.

Sin embargo, las antorchas están ahí. Un grupo denominado Familia Ecuador ha hecho circular un comunicado por Twitter bajo el título Nuevo ataque ideológico hacia la familia ecuatoriana, en el que, bueno, piden que Lightyear no sea calificada apta para todo público. 

En este escrito hay frases como “manifestamos nuestro rechazo a la excesiva permisividad en nuestro país al proyectar producciones cinematográficas con contenido NO apto para la madurez emocional y psicológica de nuestros hijos, donde se distorsiona la figura de la familia”.

Este grupo hace referencia a que este filme de Buzz Lightyear ha sido vetado en 14 países por este contenido no apto. Y sí, es verdad. 

Algunos de estos países son Malasia, Emiratos Árabes Unidos e Indonesia, por ejemplo. En Singapur se le ha impuesto una calificación de mayores de 16 años. En muchos de estos países rigen normativas legales basadas en criterios religiosos y en legislación antigua que no ha sido actualizada.

Familia Ecuador quiere que un instituto que ya no existe en el país desde hace dos años, el Instituto de Cine y Creación Audiovisual (ICCA) se encargue de controlar este tipo de producciones. 

Es el punto más revelador de esto. Familia Ecuador reacciona ante las etiquetas que una película tiene en cartelera y con un criterio anacrónico, discriminador, y completamente alejado de la realidad, pide a una institución inexistente que haga su trabajo. 

Antorchas que quieren quemar supuestos monstruos dispuestos a destruir una idea de familia que desde hace tiempo se ha problematizado —y no por la comunidad LGBTI. Unas antorchas que deberían estar dirigidas a quemar las falacias que esta misma gente sostiene como banderas de lucha.

Antorchas que son apagadas por la fuerza del cariño entre dos personajes del mismo sexo, dándose un beso, como lo más normal en el mundo. Porque sí: es lo más normal.

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Eduardo Varas
Periodista y escritor. Autor de dos libros de cuentos y de dos novelas. Uno de los 25 secretos mejor guardados de América Latina según la FIL de Guadalajara. En 2021 ganó el premio de novela corta Miguel Donoso Pareja, que entrega la FIL de Guayaquil.

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