En un par de años ser fan de Toy Story será el equivalente a ser fan de Star Wars. Se podrían enumerar las razones obvias: fue el primer largometraje animado digital; obligó a la Academia de Hollywood a inventar un premio especial para su creador, John Lasseter (ese kiddult que usa camisas hawaianas); sorprendió al mundo con su animación tridimensional, la textura de sus imágenes, la verosimilitud de sus movimientos; superó las décadas del imperio ñoño de Disney; escapó al relato feliz de la familia tradicional (nunca sabemos quién es ni dónde está el papá de Andy); jugó con un humor e ironía que las películas infantiles desconocían, se permitió citar a varios clásicos del cine en sus escenas y sostuvo dentro de universo (en el que los juguetes viven) un realismo hasta entonces desconocido. Pero algo que no se dice lo suficiente es que Toy Story es una película clave del siglo veinte por uno de sus personajes: Buzz Lightyear.

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Sin embargo, cuando busco en mi sitio de cultura popular de cabecera (No Wikipedia, sino Yahoo Respuestas) descubro que la mayoría de las respuestas eligen a Woody como el ícono central de la saga. El vaquero neurótico, egocéntrico y chillón (un Seinfeld de los juguetes) podrá ser el protagonista de la primera película, pero si el filme funciona no es por el manto de normalidad que él le imprime a la historia, sino porque aparece Buzz a sacudir la rutina. El tráiler honesto de la película es contundente en este aspecto: Woody es un freak del control y Buzz es el cool del relato.

Yo soy fan de Toy Story al punto que tengo un pequeño altar donde están el Oso Maloso, el payaso Sonrisas, la vaquerita Jessie y Buzz. Los hijos de mis amigas se derriten de deseo cada vez que vienen de visita y miran esos juguetes. A veces se los presto, aunque siempre los controlo con obsesión disimulada. Excepto a Buzz, porque la última vez que se lo presté a un  niño me lo devolvió lisiado. Me pasé una tarde entera pegando el brazo de mi astronauta favorito. Lo extraño es que nunca compré una figura de Woody. Me cae mal Woody. Woody es la antítesis de Buzz, Woody vive en las antípodas de Buzz. Woody es un tipo que anda a pie. Buzz es un tipo que vuela.

Buzz, el moderno

Las primeras escenas del filme muestran la cotidianidad de la vida en comunidad de los juguetes. Woody, el consentido, es el líder del equipo. Tiene beneficios de juguete aristocrático: es el elegido para acompañar a Andy fuera de la casa, duerme con él en la cama, e inspira todo su merchandising. Y es el más aterrado en el cumpleaños del niño ante la llegada de nuevos juguetes que disputen su lugar.

Eso es lo que llega a hacer Buzz: una verdadera revolución en la comunidad. Más de un crítico leyó en esta relación entre el juguete tradicional del cowboy a cuerda y el moderno astronauta una metáfora de cómo cambió la industria de la animación, dominada hasta entonces por  la tradición de Disney y trastocada por la irrupción de Pixar.

En los comentarios extras del DVD, el guionista Andrew Stanton y el director John Lasseter comentan cuál fue el origen de Buzz. Lasseter, que creció en la década de 1960, recuerda que en su infancia los viajes al espacio de la NASA eran la avanzada del patriotismo estadounidense y que el sueño de cualquier niño era llegar a la Luna. Con esta idea, combinada por su debilidad por las figuras de G.I. Joe, surgió el personaje del guardián espacial. El nombre es un homenaje a Buzz Aldrin, el segundo hombre en pisar suelo lunar.

Buzz, el lunático

Los personajes de Toy Story tienen su pequeña conciencia de clase: se saben juguetes pero su mayor deseo es ser jugados. El quiebre de Buzz Lightyear es ignorar esa condición. Buzz es un guardián espacial, está convencido de que la habitación de Andy es un extraño planeta y quiere retomar su misión intergaláctica. No importa cuántas veces Woody le grite en su realismo exasperante que es un juguete, Buzz vive en su propia realidad.

La ruptura de Buzz no es la de ser el nuevo, es la de estar loco según los cánones de su grupo. Es  su empecinamiento en continuar respirando la ficción en la que nació. Por eso amamos su frase “Al infinito y más allá”: es un acto de fe en su mundo propio, su resistencia. Buzz es la teoría de la locura de Foucault para dummies, el loco que es catalogado como tal por estar del lado de enfrente de la mayoría. Mientras los demás juguetes saben que son made in Hong Kong o productos de Mattel, Buzz trata de reparar su nave espacial. Cuando Woody le espeta “¡Eres un juguete de niño!”, Buzz le responde con altura: “Tú eres un pobre hombrecillo y te tengo lástima”. Y se va con el saludo vulcano.

Buzz, drama y comedia

Amamos a Buzz porque, a diferencia de Woody, que se toma a sí mismo tan en serio, Buzz se entrega a lo que le sucede y protagoniza las escenas más dramáticas y cómicas de la película. Su manual de comportamiento proviene de la mutación del personaje. Lasseter cuenta en los extras del DVD que la idea original era que Buzz fuera un superhéroe de molde, altanero y consciente como el Fantasma del Espacio. Pero que Tim Allen, que le dio la voz, le imprimió al personaje algo más mundano. Y terminó pareciéndose más a una parodia de un policía esquemático.

Buzz atraviesa climas y ritmos variados. La escena de su aparición, cuando mira a sus “alienígenas” acompañantes es un glorioso pase de comedia. Su manera entre limitada y necia de negarse a entender que es un juguete es perfecta. Y la forma en la que descubre, al ver una publicidad en la TV, que en efecto él es un producto del marketing, es tristísima. Su vano intento de saltar y volar en la escalera es el momento más dramático de la película, en el que incluso los creadores se arriesgaron a mostrarlo sin un brazo (hubo discusiones sobre si ver a Buzz Lightyear sin brazo toma era demasiado violenta para los niños). Pero enseguida es el encargado de levantar los ánimos, cuando habla como un borracho en el té con muñecas. Hasta se siente “el elegido” cuando la grúa lo eleva en la máquina de Pizza Hut, erigido nuevo gurú de los marcianos místicos.

Andrew Stanton, guionista y nerd por excelencia, cuenta que la primera cámara subjetiva de la película, la de Buzz cuando llega a la habitación de Andy, es “la mirada Darth Vader”, el primero de una serie de homenajes de Toy Story a Star Wars. Algún día, quizás en el episodio 10, Star Wars tendrá una cita a Toy Story.

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Juliana Rodríguez
Periodista cultural.
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