Si hablamos de moda e indumentaria, cuando se habla del embarazo hay incluso una categoría particular creada precisa y únicamente para este período: la ropa de maternidad. Jeans con elástico en la cintura, ideados para el confort de la madre y su panza creciente. Vestidos holgados de colores pastel y patrones floreados. Discretos conjuntos de algodón de dos piezas —lo más parecido a una pijama. Piezas pensadas desde lo práctico, alejadas de las tendencias, se imponen como una especie de uniforme, como si todas las mujeres, tan distintas y diversas, al momento de embarazarse coincidieran, como por arte de magia, en el mismo estilo para vestir. Lo sexy y glamouroso no aparece nunca. Por eso los atuendos —sofisticados, sensuales, cargados de transparencias y brillos— con los que la cantante Rihanna ha decidido llevar públicamente su embarazo han creado tanto admiración, análisis y críticas. 

Es curioso el revuelo que ha generado, sin hacer algo en especial más que mantenerse fiel a sí misma. Rihanna es un ícono de la moda. Es reconocida por sus trajes arriesgados y audaces (como el vestido transparente, cubierto de cristales Swarovski, que usó en 2014 para recibir su premio a Fashion Icon del año en la ceremonia  del Council of Fashion Designers of America). 

Su carisma para llevarlos con absoluta facilidad es admirable. Además, es la creadora de Savage x Fenty, una marca de lencería ultra sexy que ha destronado al gigante Victoria’s Secret como el favorito de la industria por sus talles más inclusivos y sus campañas publicitarias que celebran todo tipo de cuerpos. Es la antítesis de la belleza hegemónica de las “Ángeles” de su competidor.

¿Por qué sorprende, entonces, que Rihanna, cantante y empresaria, opte por seguir arriesgando con sus looks, aún cuando está esperando un bebé? 

Que en pleno 2022, la ropa que Rihanna durante su embarazo sea un tema de análisis (y que yo esté escribiendo esta columna) parece indicar que este aún es un aspecto de la vida de las mujeres regulado por supuestas reglas a seguir. 

Entre ellas, la manera de vestir y presentarse ante los demás. Se espera que todas las mujeres adopten una estética angelical, armoniosa, sutil durante sus nueve meses de gestación. 

Por eso el desafío de una celebridad de la estatura de Rihanna, que pasó de ocultar su embarazo en su primer trimestre a llevar su barriga como la más preciosa e icónica de las joyas, se siente revolucionario. 

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La rebelión empezó a finales de enero de 2022. Una foto que parecía casualmente hecha por un paparazzi (en la que en realidad estaba calculado y pensado cada detalle), mostraba a Rihanna junto a su pareja, el rapero A$AP Rocky. Él la abrazaba y besaba su frente, bajo un puente de Nueva York y con la nieve invernal de fondo. 

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Ella vestía en unos jeans sueltos, de tiro bajísimo, un abrigo vintage de Chanel rosa chicle de la colección de otoño de 1996, abotonado solo al inicio y creando una especie de telón para su barriga, adornada con un collar de oro perlas y piedras de fantasía, que se convirtió en el centro de atención. “Cuando supe que estaba embarazada, pensé: no hay forma de que yo vaya a comprar ropa en la sección de maternidad. Lo siento, vestirse es demasiado divertido, y no voy a dejar que esa parte de mí desaparezca solo porque mi cuerpo está cambiando”, dijo en un perfil publicado en la revista Vogue, en abril de 2022.

Desde entonces, solo le ha subido cada vez más el volumen a la frescura y sensualidad de sus atuendos maternales. Siempre, con su abdomen como protagonista. Puperas en telas ligeras. Cutouts que estratégicamente dejan esa parte de su cuerpo al descubierto. Joyas que adornan su barriga como un altar. Transparencias vaporosas que la cubren sutilmente. 

Quizás el momento más alucinante de todos fue cuando Rihanna, en plena Paris Fashion Week, apareció en el desfile de Dior como la invitada estrella. Llevaba en un babydoll negro al que su estilista, Jahleel Weaver, le había removido el forro interno para crear una prenda completamente transparente. Bajo ella, Rihanna llevó únicamente un set de ropa interior de encaje negro (de su marca,obvio). 

Junto a sus botas negras de cuero, con un taco de varios centímetros de alto, Rihanna jugaba con su status de símbolo sexual más que nunca. Su tercer trimestre de embarazo no sólo no impidió que usara un conjunto de lencería —y nada más— en público, si no que fue la excusa perfecta para mostrarle al mundo que la maternidad y el sex appeal no tienen que estar enfrentados.

La estética que ha adoptado Rihanna para llevar su embarazo es totalmente consciente e intencional. Ella sabe que una popstar de su talla, con una plataforma global, puede incidir en tendencias de moda pero también reencuadrar la percepción que tiene la sociedad sobre esta etapa puntual de la vida de as mujeres. Sobre como pueden y deben presentarse ante el mundo. “Espero poder redefinir lo que se considera ‘apropiado’ para las mujeres embarazadas”, dijo en Vogue. “Es un momento que debería sentirse como una celebración. ¿Por qué debo esconder mi embarazo?”, se preguntó. 

Claro que esta postura le ha causado críticas. Hay personas que sugieren que esta forma de vestir es vulgar o poco apropiada. Pero para muchas mujeres, ver a una celebridad tan poderosa descartando el “deber ser” por el “querer ser” es transformador: trastoca algunos de los prejuicios más enraizados en el imaginario colectivo.

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Nessa Terán
(Quito, 1988) es periodista, publicista y tiene un máster en Media Management por el New School de Nueva York. Le apasiona la intersección entre moda, política y cultura pop. De 2017 a 2020 manejó Soy la Zoila, una plataforma creada para cerrar la brecha de género en los medios tradicionales y la opinión pública. En 2020 fundó Severo Editorial junto a Fausto Rivera. Ha trabajado y colaborado en los principales medios escritos del país como Revista Diners, El Comercio y El Telégrafo.

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