El 29 de marzo, mientras unos 90 mil aspirantes rendían la prueba Transformar de acceso a las universidades, el presidente Guillermo Lasso repetía su intención, de eliminar la Secretaría de Educación Superior, Ciencia, Tecnología e Innovación (Senescyt), como había ofrecido en campaña. La razón, dijo, es que su proyecto de reforma a la ley de educación superior está parqueado casi un año en la Asamblea Nacional, sin ningún viso de tratamiento, por lo que lo mejor sería eliminar dicha Secretaría para que las universidades sean libres de crear las carreras que crean pertinentes y los estudiantes tengan libre acceso a estos institutos de educación superior. Pero eliminar la Senescyt no solo es una mala idea, sino que no lograría cumplir el anhelo del libre acceso para todos los estudiantes del país a una carrera universitaria.
La Secretaría es la entidad rectora de la generación de las políticas nacionales que permiten el mayor acceso a la educación superior. Además, tiene como misión el fomento a la generación de ciencia, tecnología e innovación del país. La Senescyt atraviesa graves problemas que existen desde el gobierno de Lenín Moreno. La situación sigue empeorando.
Para muestra, dos ejemplos. La semana pasada, alrededor de cien mil postulantes a universidades ecuatorianas no pudieron rendir la prueba Transformar. ¿Por qué?
Porque la plataforma virtual donde se iba a realizar el examen tuvo problemas técnicos. Este tipo de acontecimientos son fallos recurrentes que afectan a centenares de miles de jóvenes en el país, quienes buscan mediante este mecanismo un cupo en los centros de educación superior nacionales. Muchos de ellos lo hacen porque aspiran a que su esfuerzo de estudio les podría garantizar un mejor futuro.
El otro ejemplo es el retorno de varios becarios ecuatorianos que escaparon de la Guerra en Ucrania. Cada vez que se incluye en el debate público a los becarios, despierta rechazo por parte de sectores antagonistas al gobierno de Rafael Correa, quienes atacan todo lo que se haya realizado en dicho mandato, independiente de sus resultados y entre ese repudio está la fuerte inversión de dicho gobierno en becas.
El repudio no se queda solamente en redes sociales; según varias asociaciones de becarios, también hay miles de personas que tienen problemas con la Senescyt, hasta para saber cómo compensar sus becas trabajando en el país. Problemas de este tipo podrían hacernos pensar que la eliminación de la Secretaría sería lo mejor que le podría pasar al Ecuador en educación superior. Pero no es verdad.
§
Las complicaciones que tiene la Senescyt no son resultado de su existencia, sino más bien de sus malos manejos.
La razón es sencilla: Una institución similar a la Senescyt existe en al menos 120 países, según el directorio de los ministerios de Ciencia, Tecnología e Innovación creado por el grupo de 77 países en desarrollo de las Naciones Unidas.
Entre ellos, tenemos dependencias con resultados excelentes, como el Instituto Nacional de Ciencias de los Estados Unidos, que por más de 50 años ha invertido trillones de dólares en miles de descubrimientos que han transformado la realidad en que vivimos.
OTROS CONTENIDOS SIMILARES
Dentro de sus proyectos se incluyen inversiones para invenciones como la creación del Internet, el teclado táctil utilizado en todas las pantallas de teléfonos inteligentes de la actualidad, los algoritmos de búsqueda que usa Google y el desarrollo de los transistores, que son la base fundamental de la electrónica moderna.
Bien manejadas, instituciones de estas características son los pilares fundamentales de la generación de empleo mediante nuevas empresas que generan innovación, así como también del progreso en este presente tecnológico, puesto que mediante ellas se canalizan financiamiento no reembolsable hacia emprendimientos tecnológicos, especialmente en las etapas más tempranas del desarrollo de estas organizaciones.
Un ejemplo de ello es la inversión que realiza el gobierno de Estados Unidos través de programas como el fondo de innovación del Small Business Innovation Research (SBIR), desde donde el Estado invierte cantidades muy superiores a los que el sector privado realiza, catalizando de esta forma nuevas empresas de base tecnológica que generan empleo y atraen inversión en su fase de crecimiento.
Bien manejadas, instituciones similares al Senescyt son las que lideran las nuevas grandes transformaciones, como la cuarta revolución industrial, que creará un futuro que ni siquiera podemos comprender en su totalidad.
El cambio será radical, tal y como fueron todas las revoluciones industriales que la precedieron, pero en un plazo mucho más corto. Por ello, la gran mayoría de países industrializados invierten más del 3% de su Producto Interno Bruto (PIB) en desarrollo tecnológico a través de organismos que promueven la ciencia y la tecnología en sus respectivos países.
Eliminar la Secretaría sería como retrasar cinco décadas el desarrollo de ciencia, tecnología e innovación en el Ecuador —sin considerar la demora que ya tenemos hasta el momento.
El atraso existente del país en esta materia ha sido medido por esquemas de instituciones internacionales como el Global Innovation Index, que previo a la pandemia ubicaba al Ecuador en el puesto 98 de 129 países, muy lejos de países vecinos como Chile, Colombia y Perú, entre otros. La mejora de otros países en este ámbito ha sido gradual en el tiempo, mientras que en Ecuador el avance ha sido bajo.
El daño no quedaría ahí. Eliminar la Senescyt, y como consecuencia, el examen de ingreso a las universidades, no va a solucionar el inconveniente de acceso a los centros de educación superior, puesto que la causa raíz no es el método de evaluación, sino más bien la falta de plazas en las universidades ecuatorianas. Según Alejandro Rivadeneira, titular de la Senescyt, apenas cubren el 50% de la demanda de los postulantes.
Esto quiere decir que, por más que existan un gran porcentaje de ecuatorianos que lograron atravesar al menos doce años de estudios primarios y secundarios, la mitad no podrá tener la oportunidad de educarse en el último nivel formal de enseñanza. No porque no tengan el conocimiento y las capacidades, sino más bien porque el sistema no tiene espacio para ellos.
La respuesta para evitar esta terrible falla no es eliminar el examen de ingreso. En realidad, es invertir más y mejor en reforzar las instituciones existentes, así como también la creación de centros de enseñanza de tercer y cuarto nivel públicas, para así poder brindar el número de plazas suficientes para los jóvenes. Más aún, cuando, como producto de la grave crisis económica que generó la pandemia, muy pocas familias ecuatorianas tienen los recursos para costear educación privada para sus hijos: solo 3 de cada 10 ecuatorianos tiene un empleo adecuado y la tasa de desempleo de los jóvenes es la más alta a nivel nacional. Según información del Banco Mundial, la educación debería ser percibida como parte esencial para reconstruir las economías.
Eliminar la Senescyt sumiría aún más al Ecuador en el oscurantismo tecnológico en el que se encuentra. Nos podría condenar a ser una sociedad cuyo rol es tener ciudadanos que solo son meros compradores de las invenciones de otros países, no porque aquí no exista talento, sino que no existen las oportunidades para que todo ese talento prospere, pueda innovar y genere nuevas empresas, que a su vez produzcan miles de fuentes de empleos como resultado.
Sin entidades que promuevan la ciencia, tecnología y la innovación en el país, los únicos que mantendrían la oportunidad de innovar en el Ecuador seguirán siendo el reducidísimo grupo de los quintiles más altos de la sociedad, quienes tienen los recursos para educarse, educar a sus hijos e invertir en sus nuevas empresas.