Si alguien tuviera que enviarle una carta al telescopio espacial James Webb, debería escribir en el sobre interestelar su dirección: Segundo punto de Lagrange Sol-Tierra o L2. El 24 de enero de 2022, el telescopio infrarrojo, un prodigio de la ingeniería humana que costó 10 mil millones de dólares, se estacionó en L2, a 1,6 millones de kilómetros de la Tierra. Ahí, detrás de nuestro planeta, que lo tapa del Sol, observará el universo.
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El 6 de enero vimos por última vez para siempre al telescopio espacial: no lleva cámaras, ni ningún equipo que pueda generar calor, pues necesita estar a la misma temperatura del espacio exterior y en su misma absoluta oscuridad para poder captar las ondas infrarrojas emitidas por las nubes de gas de los primeros cientos de años del universo.
No hubo una fiesta de bienvenida en L2, pero en la Tierra se celebró su arribo. “¡Webb, bienvenido a casa!” dijo el administrador de la NASA, Bill Nelson, según una publicación en el blog oficial de la agencia espacial estadounidense. “Felicitaciones al equipo por todo su arduo trabajo para garantizar la llegada segura de Webb a L2 hoy. Estamos un paso más cerca de descubrir los misterios del universo. ¡Y no puedo esperar para ver las primeras vistas nuevas del universo de Webb este verano!”.
¿Qué es L2?
Es el segundo punto de Lagrange entre la Tierra y el Sol.
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Entre dos objetos gravitacionalmente masivos en el espacio se generan cinco ubicaciones específicas. Esas ubicaciones son los puntos de Lagrange, explica la NASA. Ahí, sus fuerzas gravitatorias y la fuerza centrífuga del movimiento de un tercer cuerpo pequeño, como una nave espacial, están en equilibrio.
Estos puntos fueron calculados matemáticamente para dar una solución al llamado “problema de los tres cuerpos”. El movimiento de dos objetos gravitacionalmente significativos en el espacio, como la Tierra y el Sol o como el Sol y Júpiter, es un problema simple: se mueven en órbitas elípticas alrededor de su centro de masas. Sin embargo, el movimiento de tres cuerpos es muy complejo, y su movimiento es posible solo en determinados puntos de equilibrio.
El matemático italiano Joseph-Louis Lagrange en el siglo XVIII describió las ecuaciones para calcular estos puntos —de ahí su nombre. Los puntos de Lagrange están marcados del L1 al L5 y están precedidos por los nombres de los dos cuerpos gravitatorios que los generan: el grande va primero, por lo que la dirección espacial del telescopio James Webb es Segundo punto de Lagrange Sol-Tierra o L2.
La órbita del telescopio, explicó la NASA, “le permitirá una visión amplia del cosmos en un momento dado, así como la oportunidad de que la óptica de su telescopio y los instrumentos científicos se enfríen lo suficiente como para funcionar y realizar ciencia óptima”, dijo la agencia, que describió al punto donde estará el telescopio como el “reino de L2”.
¿Qué va a hacer ahora el telescopio espacial James Webb?
Tras el éxito de su despegue, despliegue y viaje a L2, el telescopio se preparará para observar. “Ahora estamos a punto de alinear los espejos, la activación y puesta en servicio de los instrumentos”, dijo Bill Ochs, gerente del proyecto Webb en el Centro de Vuelo Espacial Goddard de la NASA.
La posición de Webb en L2 también facilita la comunicación con él. Como siempre estará en la misma ubicación en relación con la Tierra, se podrá tener una línea directa y continua con el telescopio mientras la Tierra gira a través de la Red de Espacio Profundo, una red internacional de antenas de radio que dan soporte a misiones interplanetarias, de observación de astronomía de radio y de exploración del universo.
Para ello, se utilizará tres grandes antenas en Australia, España y California que son parte de la red. Durante las operaciones de rutina, Webb enviará secuencias de comandos de enlace ascendente y datos de enlace descendente hasta dos veces al día, a través de la red de Espacio Profundo. El telescopio puede ejecutar una secuencia de comandos (apuntar y observar) de forma autónoma.
La próxima tarea específica de los ingenieros del proyecto es comenzará “el sofisticado proceso de tres meses para alinear la óptica del telescopio con una precisión casi nanométrica”. Será, dijo Ochs, “el comienzo de descubrimientos maravillosos y asombrosos”.