¡Soñé que podía volar!, fue lo primero que pensó Hermelinda cuando abrió los ojos una mañana. Había tenido un hermoso sueño: ella era una ave grande con hermosas plumas multicolores que podía recorrer las alturas, no solo del Ecuador sino del mundo entero, gracias a sus elegantes alas. Había sido solo un sueño, pero en éste descubrió lo que significaba la libertad.
OTROS TEXTOS SIMILARES
Este texto fue originalmente publicado en el libro 100 mujeres de nuestra historia, Ecuador
Muchos años pasaron desde que Hermelinda tomó la decisión de hacer lo que fuera necesario para volver a sentir la independencia que le regalaron las alas con las que soñó. Había crecido, se había mudado a Nueva York junto a su esposo, había estudiado mucho y también había tenido que luchar fuertemente contra los estereotipos para demostrar que una mujer podía pilotear un avión. Ese día de 1932 todo cobró sentido, se había convertido en la primera mujer ecuatoriana y sudamericana en obtener una licencia de piloto.
Las hojas de los periódicos se llenaron con su rostro en varias partes del planeta y, al conocer su historia y sus logros, otras mujeres se animaron a perseguir sus sueños sin importar lo que les dijeran. La noticia de Hermelinda llegó también a oídos de Amelia Earhart, una de las grandes figuras de la aviación, con quien fundaron la organización más grande de mujeres pilotos de Norteamérica, la Ninety Nines.
Este texto fue originalmente publicado en el libro 100 mujeres de nuestra historia, Ecuador
De lunes a jueves, las noticias más improtantes en tu bandeja de entrada.
Suscríbete a La Diaria
De lunes a jueves, las noticias más improtantes en tu bandeja de entrada.
Suscríbete a La Diaria
De lunes a jueves, las noticias más improtantes en tu bandeja de entrada.
Suscríbete a La Diaria