¡Hola, terrícola! Un comentario a la hamaca de la semana pasada me hizo pensar en todas aquellas cosas que pasan sin que uno se entere —como la evolución de los xenobots, de la que hablábamos la semana pasada. Es verdad: en medio de la vorágine del día a día, con sus problemas minúsculos pero ineludibles, entre los pequeños triunfos y los grandes fracasos de cada semana, siempre hay algo fantástico pasando. Por ejemplo: hace casi diez meses, Perseverance está en Marte, sin que estemos muy pendientes.

flecha celesteOTRAS HAMACAS

Como lo decíamos hace ya varios soles —un sol es un día marciano, que dura un 3% más que el terrestre—, hay cuatro aparatos humanos funcionales en Marte. Dos rovers, un robot geofísico y el helicóptero Ingenuity (Ingenio, en español).

¿Y qué ha hecho Perseverance a más de 54 millones de kilómetros de la Tierra?

La NASA lleva un querido diario de lo que el rover ha hecho en los ferrosos suelos marcianos. Ahí se puede ver dónde está Perseverance: sigue recorriendo el cráter Jezero, desde donde reporta hasta el clima: ayer, 11 de diciembre, las temperaturas variaron entre -9 y -78 grados centígrados. 

En Jezero se ha dedicado a lo que fue: buscar evidencia de que en Marte hubo vida microbial. Le ha ido bastante bien en sus búsquedas —como cuentan las científicas Melissa Rice y Briony Horgan, parte del equipo de Perseverance, la información recogida por el rover demuestra que en el cráter existió un lago.

(Digresión: me encanta el titular de la nota de Scientific American: El rover Perseverance de la NASA encuentra rastros de épicas inundaciones antiguas en Marte —una lección de que un titular bien escrito siempre es posible). 

Volviendo a Perseverance. No se me ocurre otro nombre mejor para este aparato, testimonio de la creatividad y la esperanza humana. Imagínense: voló cerca de siete meses en el vacío sideral entre nuestra Tierra y Marte. Luego entró en la tóxica atmósfera marciana y aterrizó de forma impecable. 

Luego se puso a trabajar. Desplegó al helicóptero Ingenuity, el primer aparato humano en volar en una atmósfera no terrestre. Hasta el mes pasado, había hecho 16 vuelos. Perseverance ha recogido rocas que otra misión traerá de vuelta a la Tierra para estudiarlas. 

No sé si estamos conscientes de esta maravilla continuada. Esta expedición nos ha permitido no solo ver cómo nunca antes el desolado escenario marciano, sino hasta escuchar cómo suena Marte.  

El tono sepia de sus paisajes y el vacío de su desierto interminable me han recordado a Las encantadas, el libro en el que Herman Melville narra las islas Galápagos. “Se trata más bien de un grupo de volcanes extinguidos que de islas; con un aspecto similar al que tendría el mundo después de una guerra punitiva”, dice el autor de Moby-Dick. 

(Digresión 2: En el imaginario actual, la gente suele pensar que a las Galápagos se les dice Encantadas, por la riqueza de sus ecosistemas. Es un error: los piratas y marineros les decían encantadas o Islas Errantes porque parecían aparecer y desaparecer tras la bruma marina, dándoles un aura fantasmagórica e, incluso, maligna). 

Y hay algo más en lo que Las encantadas me ha recordado a Marte. “Otro rasgo de estas islas es la absoluta imposibilidad de que sean habitadas”, escribió Melville en 1854. Pasaron apenas décadas para demostrar que estaba equivocado: las Galápagos están habitadas por humanos y por miles de especies que juegan un rol trascendental en el equilibrio del planeta ¿Pasará lo mismo con Marte? 

Me atrevo a decir que sí. No pasarán demasiadas generaciones hasta que el semblante postapocalíptico de Marte sea reemplazado por las primeras colonias marcianas. Quizá encontremos formas de vida microscópicas y distintas en aquél suelo rojo. 

“No se oye una voz ni un mugido ni un aullido; el primordial signo de vida allí es el silbido”, dijo Melville sobre las Galápagos. Era cierto y es cierto hoy en Marte. Cuando se reproducen las grabaciones de Perseverance, todo lo que hay es un silbido hueco. Melville podría haber escrito exactamente lo mismo que escribió sobre las “encantadas” sobre el cráter Jezero. Pero eso podría, también, cambiar más pronto que tarde. 

Y me hace tener esperanza: si apenas 150 años después me mecí en una hamaca en Galápagos, ¿podrá algún descendiente no tan lejano mecerse en la suya en Marte?. 

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José María León Cabrera
(Ecuador, 1982) Editor fundador de GK. Su trabajo aparece en el New York Times, Etiqueta Negra, Etiqueta Verde, SoHo Colombia y Ecuador, entre otros. Es productor ejecutivo y director de contenidos de La Foca.

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