Este contenido es parte de una guía para entender las criptomonedas. Para leer más, haz clic aquí

No ha sido la intención de esta guía describir un mundo utópico que nace a raíz de las criptomonedas. Más bien, el objetivo ha sido detallar el potencial de las olas que uno ve a lo lejos en la playa: algunas podrían perder fuerza antes de llegar a la orilla, y otras podrían ser tsunamis. Habiendo dicho eso, es importante reconocer que, en ésta temprana etapa, el mundo de criptomonedas está lleno de problemas. 

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Por un lado, las criptomonedas representan un mundo fuera de las regulaciones gubernamentales, y no sabemos qué impacto pueden tener nuevas regulaciones en países como Estados Unidos. En la mayoría de los países existe un sistema regulatorio diseñado para intermediar las relaciones entre ciudadanos y el sector financiero, por ejemplo, pero las criptomonedas operan en el margen de esas regulaciones, algo que genera oportunidad pero también peligro. 

Una empresa que vende sus acciones en la bolsa tiene una serie de deberes que son obligaciones legales diseñadas para proteger al consumidor. Un videojuego que se financia vendiendo su moneda propia no tiene ningún imperativo legal. En adición, la organización del mundo de cripto no tiene antecedentes en el sistema regulatorio actual: ¿cómo explicar, por ejemplo, que bitcoin tiene un valor acumulado de casi 900 mil millones pero no hay un jefe de bitcoin ni un gerente general que puede recibir una llamada del Presidente de los Estados Unidos? 

Hay problemas básicos que no se han resuelto: por ejemplo, ¿qué pasa si un artista vende su NFT en un blockchain, y luego lo vuelve a subir y vender en otro Blockchain? ¿quién es el verdadero dueño? 

Hay criptomonedas basadas en avances tecnológicos como los mencionados aquí. Luego hay criptomonedas cuyo único valor es especulativo, y hay otras criptomonedas, como DogeCoin, que empezaron como chistes y ahora son usadas con mucha seriedad. En el caso de DogeCoin, su valor supera los 30 mil millones. Lo único que sabemos es que los verdaderos expertos en criptomonedas probablemente no han nacido aún. 

Aquellos obstáculos parecen pequeños en la sombra del potencial de las criptomonedas. Hay dos formas de organizar toda colaboración humana: la forma centralizada, y la forma descentralizada y distribuida. 

Los gobiernos representan la organización centralizada, y el capitalismo genera un juego constante entre la centralización de cosas y su descentralización. Un mercado empieza con muchos actores que operan de forma descentralizada (pensemos en el mercado de motorizados antes de la llegada de Rappi), y luego viene un actor que centraliza la actividad, hasta que empiece un nuevo ciclo. Tendemos a preferir sistemas centralizados porque nos producen eficiencias y menores costos. Es por eso que existe Rappi hoy, por ejemplo. 

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No obstante, la centralización es problemática: en la crisis financiera de 2008, los bancos estadounidenses iban a quebrar. En el capitalismo, cuando una empresa quiebra se genera un proceso de destrucción creativa, y de la misma manera que la muerte de una ballena alimenta un ecosistema entero en el mar, su muerte genera oportunidades para otros. 

Pero en 2008 el gobierno estadounidense decidió que aquellas instituciones eran muy grandes para fracasar, y les dio el dinero del fisco para estabilizarse. En términos prácticos, fue una gigantesca transferencia de valor de las masas hacia gente ya muy adinerada. 

La centralización nos había generado una vulnerabilidad, y el capitalismo dejó de funcionar en ese momento, y el mundo se dio cuenta del costo de la centralización. Con las criptomonedas, podemos reorganizar industrias, economías, campos enteros como la filantropía, al ofrecer descentralizar sin quitar eficiencias y a la vez desnacionalizar, saltando los muros de los gobiernos que obstaculizan el flujo de recursos. 

Si no se entienden, las criptomonedas son fáciles de descartar, tal como fueron el comercio electrónico antes de existir, el internet antes de existir, la telefonía celular antes de existir, los aviones antes de existir. Si no se entienden las actividades que aquellas tecnologías facilitan, es imposible entender su potencial impacto sobre el mundo. 

Estamos en un momento de evolución acelerada en el campo de sistemas, lo que produce una sensación de estar lejos y cerca a la vez. Estamos lejos porque las tecnologías son muy inmaduras, pero estamos cerca porque podemos empezar a visualizar un futuro muy distinto al presente. Personalmente, muchas veces he cometido el error de creer que tecnologías nuevas como Twitter podrían cambiar por completo el destino de países como Ecuador por sobreestimar su promesa democratizadora y luego me decepcioné cuando me di cuenta que poderes como el ex presidente de Estados Unidos Donald Trump o el movimiento antivacunas, por ejemplo, podrían aprovechar de su apertura para subyugar esa tecnología a su voluntad. 

Es romántico pensar en otro mundo diseñado para resistir el poder monopolista del capitalismo, pero tenemos que ser realistas en su probabilidad de ganar una vez que genere el interés de los reguladores del mundo. Lo cierto es que las criptomonedas están aquí para quedarse, porque ya están fuera de la caja de Pandora, que recién nos empieza a revelar sus secretos. 

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Matthew Carpenter-Arévalo
(Canadá, 1981) Ecuatoriano-canadiense. Escribe sobre tecnología, política, cultura y urbanismo.