Quito cómo vamos y GK

El concepto de “movilidad” se ha introducido en la nomenclatura de las instituciones, departamentos, documentos, planes y ordenanzas, como una respuesta a décadas de planificación de las ciudades en función del transporte y de un sujeto universal: hombre de mediana edad, blanco o mestizo, con trabajo remunerado, y con sus capacidades motrices y mentales en perfecto estado. De manera escueta, el transporte involucra solo los modos —auto, bus, taxi, etc— y los medios —la infraestructura—, mientras que la movilidad va más allá. Además de los modos y los medios, la movilidad tiene que ver con las características de todas las personas que se desplazan (o no). Es por ello que considera la edad, el género, el nivel socio-económico, las capacidades físicas y mentales, etc.

En este sentido, hay un grupo específico que ha sido históricamente olvidado: las mujeres; y es importante conocer los datos sobre ellas y su movilidad (o inmovilidad) para enfocar las políticas públicas hacia una búsqueda de equidad. La información sobre movilidad y espacio público, recogida en el informe de Quito cómo vamos, nos aproxima a la situación de las mujeres en Quito y sus desplazamientos.

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De los múltiples datos del informe, seleccioné tres  para analizarlos brevemente: 

El 30% de viajes que realizan las mujeres es para cumplir un rol de cuidado. Históricamente, las mujeres han sido las encargadas de las tareas relacionadas con el bienestar del hogar y de la familia; dentro de estas tareas están encargarse de los niños, de los ancianos, de las personas con discapacidad, las compras para ellos, los trámites, entre otras actividades. Entonces, cuando tenemos, por ejemplo, una vereda de 80 centímetros con un poste en la mitad, o con cortes y cambios abruptos de nivel, o sin rampas, las principales afectadas son las mujeres, quienes no podrían circular con un coche de bebé, o empujando una silla de ruedas, o con compras del mercado.

El porcentaje de mujeres, en Quito, que utiliza el transporte público para su movilidad cotidiana es 75.9%.  Este alto porcentaje se da, a pesar de los niveles elevados de acoso en el transporte público: de acuerdo al informe, 54.9% de mujeres entre 16-25 años, han sentido este tipo de acoso mientras se movilizan.

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Este elevado uso del transporte público por parte de las mujeres permite concluir que son ellas las que más contribuyen a la sostenibilidad de la ciudad. Pero, a su vez, este dato refuerza el hecho del riesgo que nos deja la pandemia del covid-19 en  la movilidad, por la satanización hacia el transporte público, que  fue considerado, al menos en los primeros meses de la pandemia, como uno de los principales vectores de contagio. 

Pero, ¿cómo se puede pedir, a ese 75% de mujeres quiteñas, que dejen de usar el bus o el trole? No se puede porque casi con seguridad, por la segregación de nuestras ciudades neoliberales, esas mujeres vivirán en la periferia. Además, muchas de ellas serán mayores, varias no sabrán manejar bicicleta, algunas podrán tener discapacidades, artritis, estarán embarazadas. Por lo tanto, se evidencia la importancia del rol del Estado, tanto nacional como local, para garantizar condiciones de seguridad sanitaria (principalmente frente al virus), personal y vial en el transporte público. 

Otro de los datos más alarmantes del informe es el que se obtiene de la pregunta: ¿qué tan temerosa está usted actualmente de ser acosada sexualmente en calles y vías? Si se suman los porcentajes de las mujeres que contestaron, en el rango del 1-7, los valores 5, 6 y 7 —o sea los más altos— se obtiene que un 67,4% de las mujeres entre 16 y 25 años tiene temor a ser acosada sexualmente en las calles, y esa respuesta en mujeres entre 25 y 45 años, es de 56,4%. 

Estos datos nos llevan a reforzar la pertinencia del urbanismo con enfoque de género. A manera de ejemplo, el conjunto de vías de la ciudad suele contar con postes de luz para iluminar adecuadamente a los vehículos; sin embargo, por su altura, no iluminan adecuadamente a los peatones. Es fundamental que exista iluminación peatonal en el viario para garantizar condiciones de seguridad en la noche. El urbanismo con enfoque de género da importancia a las actividades reproductivas y productivas, visibiliza las necesidades y desigualdades en el uso y derecho a la ciudad, para planificar las ciudades y el espacio público en función de todas y todos los ciudadanos.

Los datos presentados en el informe confirman la imperiosa necesidad de que los estudios de movilidad de las ciudades consideren, no solo el tradicional modelo de los cuatro pasos —generación, distribución, modo y ruta de un viaje— sino además la calidad y la experiencia del viaje, e inclusive el “no viaje” de aquellas personas que no pueden desplazarse por razones económicas, etáreas o de capacidades. Es por ello que el informe de Quito, cómo vamos es un aporte muy importante para caminar en este sentido. En el futuro será importante recoger, además, experiencias con instrumentos cualitativos, como la etnografía, que nos permitan indagar con mayor profundidad algunos de los resultados obtenidos en las encuestas.

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