En la sede de la Unión de Organizaciones Indígenas del Cotopaxi Residentes en Quito (Unoric) en Santa María de Cutuglagua, un barrio en el extremo sur de Quito, retumbaba el bombo, soplaban los saxofones, percutaban los tambores y ronroneaba el güiro de una banda de pueblo. La escuchaban cientos de personas el 16 de marzo de 2021. El aire olía a fiesta patronal: la fritura de las salchipapas, la crujencia de los cueritos de cerdo y los destemplados anuncios de un animador le daban al momento la equívoca apariencia de un día festivo, pero en realidad era un mítin político. Esperaban a Guillermo Lasso Mendoza, candidato presidencial por la alianza entre el Partido Social Cristiano y el movimiento Creando Oportunidades (CREO) y que hoy, 11 de abril, acaba de ganar, en su tercer intento, la presidencia de la república contra Andrés Arauz. 

Hasta las 10 de la noche de hoy, el Consejo Nacional Electoral (CNE) había procesado el 98% de actas. A esa hora, Guillermo Lasso tenía un histórico 52,48%. 

En realidad era más que un simple mitin. Era el lugar y evento que Lasso eligió para lanzar su campaña para la segunda vuelta presidencial. Los miembros de la Unoric estaban ahí porque su directiva firmaría un acuerdo de cooperación para que, en el gobierno que comenzará el 24 de mayo, en los inmensos terrenos que tiene la Unoric en Cutuglagua, se construyan casas para las familias de sus más de 6.500 socios. Pero era más que un lanzamiento de campaña: era la muestra de la conversión —real o fingida— con la que Lasso intentó convencer a los votantes ecuatorianos de que no era el político ultraconservador que ha sido durante años y que era sensible a asuntos trascendentales, como los derechos de las mujeres, los de la comunidad LGTBI y el medioambiente. 

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Fotografía de Mayuri Castro para GK

Aquel día, desde una tarima, Lasso y su esposa, María de Lourdes Alcívar, agitaban los brazos saludando. Los ojos se les achinaban —lo que hace suponer que sonríen bajo las mascarillas N95 blancas. Lasso abrazó a una joven de anaco largo, blusa bordada y cabello lacio negro y suelto, que le regaló un poncho rojo, prenda tradicional de la nacionalidad kichwa de la Sierra. 

Con voz pausada, una mano sobre el bastón con el que camina desde hace un par de años, la otra empuñando el micrófono, Lasso prometió la construcción de las casas. Ofreció, también, que a los agricultores y campesinos que tengan deudas vencidas con bancos o cooperativas, los sacaría de la Central de Riesgos, el registro de salud financiera que da acceso a créditos. Ahora será posible saber si cumplirá aquellas ofertas de campaña.

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El Guillermo Lasso de ese 16 de marzo es muy distinto al Guillermo Lasso de la primera vuelta. En la campaña de 2021 fue un Saulo de Tarso inverso y contemporáneo: dio un giro tan radical y dramático que muchos sospecharon que no fue más que una estrategia de campaña.

Las dudas sobre los cambios de Lasso tenían fuertes cimientos en sus palabras y actos del pasado. En el paro nacional de 2019, convocado por la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie) como protesta a la eliminación del subsidio a los combustibles, y que dejó al menos ocho muertos, miles de heridos y más de dos mil millones de dólares en pérdidas, Lasso no tendía puentes con el movimiento indígena. “Yo exijo al gobierno nacional mayor liderazgo sobre la fuerza pública para que actúe con firmeza”. Aquella mañana soleada en Cutuglagua parecía inverosímil que la persona que dijo eso estuviese vestido con el tradicional poncho rojo, rodeado de personas indígenas, firmando acuerdos y lanzando su más agresivo intento por ganar una elección. 

En ese intento, Lasso hizo algo que parecía inverosímil: después de una primera vuelta donde apenas arañó poco más del 19% de los votos y alcanzó con las justas la ronda definitoria del 11 de abril, el candidato —un exbanquero y ultraconservador religioso— se acercó a minorías y grupos sociales de los que ha estado siempre más lejos. 

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No solo intentó dialogar con los indígenas, sino también con las mujeres, la comunidad LGBTI, los afrodescendientes, los ambientalistas y los jóvenes. Todos los grupos a los que había pasado por alto retórica y materialmente: por ejemplo, cuando dijo en 2019 que insistía en la criminalización de las mujeres que abortan —incluso en casos de violación, o cuando eligió a un médico de clase media alta de 65 años como su binomio.

El plan de gobierno que Lasso entregó al CNE en noviembre de 2020 no propuso metas sobre los derechos de las mujeres, de nacionalidades indígenas o la población LGBTI. Pero en la segunda vuelta sumó cinco planes más direccionados a esos temas. La abogada especializada en Derechos Humanos Silvia Buendía dice que “después del desastroso resultado de la primera vuelta hubo un cambio claro en la campaña de Lasso”.

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Fotografía de Mayuri Castro para GK

Según Buendía, el candidato de la alianza CREO-PSC llegó “sudado, desgastado, destruido, y con las justas” al balotaje. “Seguramente alguien le dijo tienes que cambiar tu discurso radical, antiderechos, tienes que ser contemporáneo”, dice Buendía. Ana Acosta, comunicadora y activista feminista, cree que fue cambio de estrategia de campaña más que un cambio del candidato. El giro, dice Acosta, respondió “a la presión social de las organizaciones feministas para promover el debate”. Lo hayan aconsejado o no sobre cómo debía cambiar su actitud frente a grupos y temas clave, sea o no un cálculo político, Lasso hizo el intento, al menos en la superficie, de querer dialogar. Su historial antiderechos y conservador ya no pesó tanto en esta elección.

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A Lasso le pesaron, también, las incongruencias entre sus nuevas propuestas y las inconsistencias de su círculo más cercano. Para muchos, el retoque fue una careta que se caía con facilidad. El 2 de marzo de 2021, justo cuando la campaña de Lasso hacía esfuerzos por tender puentes con grupos de mujeres y de la diversidad sexual, su esposa, María de Lourdes Alcívar publicó en Twitter una imagen de unos escarpines con la frase “Protege la vida, vota Lasso” mostrando una clara postura en contra de la despenalización del aborto, una vieja lucha de los movimientos feministas a los que Lasso intentaba atraer.

La publicación era muy propia de la esposa del Guillermo Lasso de 2020, que pidió el veto del Código de Salud, y del Guillermo Lasso de 2019 que salió a desmentir que había dado libertad de consciencia a su bloque legislativo para votar sobre la despenalización del aborto por violación. En cambio, en marzo de 2021: dijo que una mujer violada que decide abortar, no debería ir a la cárcel.

La publicación de Alcívar fue “un autogol desde el punto de vista comunicacional”, dice Buendía. El candidato a vicepresidente por CREO, Alfredo Borrero, también metió otro autogol. En una entrevista publicada el 4 de febrero de 2021 de un colectivo llamado Indignadas a Borrero le preguntaron qué opinaba sobre las clínicas de deshomosexualización. “Es un tema súper complicado porque es un problema genético que hay que abordarlo desde el debido foro …debe existir una política sanitaria para tratar estos temas súper complejos”. La declaración retrógrada y antiderechos, causó una potente reacción de la comunidad LGBTI. Varias semanas después, Borrero pidió disculpas en Twitter diciendo que sabe que la homosexualidad no es una enfermedad por lo que las clínicas de deshomosexualización no deberían existir. Lorena Bonilla, presidenta de la Fundación Amor y Fortaleza, que defiende los derechos de las personas trans y que fue una de las organizaciones que exigió que Borrero se disculpara, dice que a ella, como madre de una persona de la diversidad, “esa declaración me impactó muy fuerte”.

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  • ¿Quién es Andrés Arauz? Ilustración de Paula De la Cruz para GK.

El peso de no ser Andrés Arauz

La fuerza arrolladora del fenómeno político llamado Rafael Correa parece desvanecerse con el tiempo. En 2021 no le alcanzó para que su delfín, un joven y poco carismático economista de 36 años, Andrés Arauz, se vuelva presidente del Ecuador.

Bonilla dice que en el inicio de la campaña de segunda vuelta, su organización, la Fundación Equidad, y otras se reunieron con un asesor de Lasso, donde le expusieron la vulneración que han sufrido en educación o salud. Pero no era fácil creerle. “Para nosotros es bien complejo luego de tantos años que ha gobernado la derecha, creer que va haber un cambio de postura”, dice Bonilla.

Lasso también se anotó un autogol muy temprano en el partido por la presidencia. El 26 de noviembre de 2020 dijo en Machala, una ciudad agraria al sur del Ecuador, “la chica tiene que arreglarse bonito y cuando esté bien vestida y bonita, consigue novio”. Era un símil para explicar cómo hay que atraer inversión extranjera a un país. En un tuit ese mismo día dijo “Reconozco que mis palabras ayer en Machala causaron malestar en muchas mujeres, por lo que pido perdón. Con humildad se aprende a ser mejores cada día”.  Parece que sus esfuerzos en la segunda vuelta convencieron a aquellos grupos sociales de que en efecto había aprendido lo suficiente.

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En 2017, Guillermo Lasso estuvo cerca de llegar a la presidencia En la primera vuelta, logró un poco más del 28% de los votos, bastante detrás de Lenín Moreno, candidato por Alianza País y heredero de Rafael Correa, que estuvo a punto de ganar en una sola vuelta (en el Ecuador, si un candidato logra más de 10 puntos sobre el segundo y sobrepasa la barrera del 40% de los votos, gana sin necesidad de una ronda definitoria). En el balotaje, el resultado fue mucho más estrecho: Lasso volvió a perder, pero alcanzó el 48,83% de los votos, Moreno el 51,17%.

La primera vuelta de hace cuatro años fue mejor que la de 2021: en esta, Lasso tuvo que pelear décima a décima su segundo lugar con Yaku Pérez, del movimiento Pachakutik. Pérez interpuso acciones y reclamos legales que denunciaban un supuesto fraude en su contra que demoró la proclamación de los resultados 14 días. Recién el 21 de febrero el Consejo Nacional Electoral (CNE) los anunció oficialmente: el exbanquero pelearía, con aparente gran desventaja, por la presidencia el 11 de abril.

Las tres veces Lasso ha corrido por CREO, el movimiento que él fundó en enero de 2012 y se ha caracterizado por proponer temas de fortalecimiento de emprendimiento, creación de empleo, y también ser contrario a derechos sexuales y reproductivos.

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Fotografía de Mayuri Castro para GK

El 8 de marzo de 2021, el candidato firmó un compromiso para ofrecer empleo a las mujeres y eliminar la desigualdad salarial, propuso construir más casas de acogida para mujeres y sus hijos que hayan sufrido violencia, crear una línea telefónica directa para la asistencia de casos de violencia, dar sueldos a las madres por su trabajo incondicional. También se comprometió  a asignar recursos para prevenir la violencia. Ana Acosta cree que el cambio de Lasso solo es en el discurso. Dice que puede decirlo o firmar un acuerdo para lograr legitimidad pero “no tiene una obligatoriedad de cumplirlo en el gobierno”. Buendía ha sido una histórica detractora de las ideas conservadoras de Lasso pero recientemente apareció en un spot publicitario de su campaña. En el video, Silvia Buendía dice “Yo me había prometido nunca votar por Lasso pero él cambió y yo también”.

En un video de siete minutos publicado en sus cuentas oficiales, Lasso habló sobre su compromiso con las mujeres. “Como ustedes saben, tengo y mantengo la convicción de defender la vida desde la concepción, sin embargo rechazo la legislación que condena a la cárcel a las mujeres que aborten en caso de violación”. Sobre este comentario específico,  Buendía dice que es un avance “acercarse a temas que son sensibles y que él siempre ha estado de espaldas a los derechos humanos de las mujeres”. Kruskaya Hidalgo Cordero, investigadora y feminista, coincide que el único cambio de Lasso fue en el discurso: una especie de maquillaje a su propuesta política y a su partido con la intención de ganar votos. Hidalgo dice que las propuestas de Lasso para las mujeres no toman en cuenta la salud pública, no replantea la asignación de cuidados históricamente asumido por las mujeres.

El 27 de agosto de 2020, Lasso envió una carta abierta al Presidente del Ecuador, Lenín Moreno, en la que pedía el veto total al Proyecto de ley Código Orgánico de Salud (COS), que la Asamblea Nacional había enviado al ejecutivo para su revisión. En la carta de cinco párrafos, Guillermo Lasso decía “Es evidente que la normativa aprobada en la Asamblea abre espacio para la impunidad del crimen del aborto”.

Lo que proponía el COS concretamente era no criminalizar a las mujeres por emergencias obstétricas como abortos espontáneos, es decir los médicos debían atender a una mujer que llegue con un aborto en curso. Aunque firmó un compromiso con las niñas y las mujeres para prevenir y erradicar la violencia, Guillermo Lasso no se ha disculpado por esa carta. “Hay razones más profundas en el proyecto político de Lasso para oponerse a los derechos sexuales y reproductivos, al derecho al aborto o los derechos de la población LGBTI”, dice Acosta, pidiendo ver el círculo de poder que lo rodea, al que llama conservador y neoliberal. “Eso no ha cambiado. Puede mostrar luces distintas pero el proyecto y la base que va a sostener su gobierno, no”, dice Acosta. Los resultados han ratificado que Lasso logró cambiar la percepción de un tipo distante y ajeno a las exigencias de derechos de este tiempo.

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Lasso hizo un esfuerzo por apelar a los votantes más jóvenes. Recurrió a la red social preferida de los adolescentes, Tik Tok, en la segunda vuelta. Buscó proyectarse cercano y jovial, como lo hizo Xavier Hervas, excandidato por la Izquierda Democrática que sorpresivamente tuvo un 16% en la primera vuelta presidencial.

En los más de 30 videos publicados en su perfil, se veía a un Lasso como nunca se lo vio antes: se reía con jóvenes, con su familia, con los agricultores. Estuvo en medio de multitudes de indígenas, el rostro pintado según la tradición de la nacionalidad que lo acompañaba. Hay otro en el que —junto a su esposa— se refiere a las razones por las que se conmemora el Día de la Mujer.

Los videos de Tik Tok requieren que el personaje actúe, exagere, baile, finja. La estrategia de Tik Tok, dice la analista política Natali Becerra, le resultó muy bien a Xavier Hervas porque le permitió llegar a nuevos votantes como los jóvenes y adolescentes. “Hay que medir qué tanto se la usa, de qué manera y con qué lenguaje, la receta no es idéntica para todos”, dice Becerra sobre las redes sociales y agrega que la campaña no se puede centrar en lo virtual  porque los votos se los consigue visitando ciudades y pueblos.

“Las redes sociales son un complemento”,  dice y agrega que los seguidores en ellas no se van a convertir necesariamente en votos. Pero si es que los seguidores en Tik Tok fuesen equivalentes a los votos, Guillermo Lasso tendría asegurados 377 mil. Becerra dice que en la segunda vuelta, el uso de más colores y una redefinición de sus redes sociales, más el eslogan de su campaña (Encontrémonos) buscó apelar a ese “país que está cansado de las confrontaciones” y propone conversar. Silvia Buendía dice que más que verlo dialogar lo ha visto comprometerse. Por ejemplo, con las mujeres. “Quizá por un error involuntario de no entender que muchos grupos son vitales para el desarrollo del país, no se los escuchó”, dice Juan Carlos Holguín, representante de la campaña de Guillermo Lasso en Quito, refiriéndose a la primera vuelta —el cambio parece que valió y la tendencia se revirtió.

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Fotografía de Mayuri Castro para GK

Este cambio de estrategia en la campaña, que lo aparentó más consciente de los derechos de las mujeres, sí le dio más apoyo de ciertos activistas que por muchos años han sido sus detractores. Pamela Troya, activista LGBTI y excandidata a asambleísta por el movimiento Unidad Popular, le dio su apoyo. Troya escribió en Twitter: “prefiero ser oposición de un gobierno en una cancha democrática, que serlo en una cancha de tiranía y persecución”. Por ello, dijo, no votaría nulo ni por el correísmo. Lasso logró sumar tantos respaldos como el de Troya.

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Esa tarde de mediados de marzo en Santa María de Cutuglagua, les prometió casas a casi 7 mil personas. Hoy, 11 de abril, Guillermo Lasso ganó la presidencia del Ecuador. Sus promesas a los indígenas de Cotopaxi que firmaron el acuerdo, los colectivos de mujeres, los ambientalistas, los grupos LGBTI, los campesinos, los afrodescendientes no quedarán en el campo de lo etéreo —quizá tampoco sean materia de un universo paralelo, aquel en que la conversión de Guillermo Lasso le alcanzó para ser presidente del Ecuador. Ahora tendrá que responder a su compromiso de un gobierno menos conservador, más incluyente y alejado de su moral personal.