Elizabeth Cabezas llegó a la presidencia de la Asamblea Nacional casi por error. Su posesión como presidenta ocurrió después de la caída de José Serrano, el asambleísta más votado en las elecciones de 2017 y hasta entonces presidente del legislativo. Su período, sin embargo, resultó brevísimo: a los diez meses de posesionado, fue destituido luego de que la Fiscalía difundiera un audio en el que hablaba con el excontralor —y prófugo de la justicia— Carlos Pólit.

Apareció entonces Cabezas. Una política más bien de bajo perfil que había sido concejala de Quito entre 2009 y 2013, respaldada por el movimiento Alianza País, cuando Rafael Correa era su líder. Su trayectoria en la función pública, empezó en 2004, durante la alcaldía de Paco Moncayo: fue su jefa de despacho y directora metropolitana de Seguridad. Su cercanía al correísmo le valió, después de su discreta concejalía, cargos en la Presidencia de Rafael Correa —fue asesora presidencial para el cumplimiento de agenda territorial entre diciembre de 2013 y marzo de 2015— y en la Vicepresidencia de Jorge Glas —fue subsecretaria general del despacho de la Vicepresidencia entre abril de 2015 y noviembre de 2016.

De allí saltó a la Asamblea Nacional, respaldada por Alianza País cuando aún lo lideraba Rafael Correa. Tras la ruptura de la organización, hábilmente, Cabezas se alineó con el ala morenista y tomó distancia de Correa. En los días previos a la elección, el bloque legislativo de Alianza País la postuló junto a sus coidearias, María José Carrión y Ximena Peña. Cabezas tuvo el apoyo de Moreno y fue propuesta en el pleno para presidir la Asamblea Nacional.

El 14 de marzo de 2018, fue posesionada con 84 votos —15 más de los que necesitaba. Se los dieron el Partido Social Cristiano, y de una parte de la Bancada de Integración Nacional (BIN) y de sus coidearios de Alianza País —aquellos que se alinearon, tras el cisma entre Moreno y Correa, con el actual presidente. Se los negaron, y se marcharon de la sala en protesta, los correístas leales a su líder original.

Durante sus 14 meses al frente de la Asamblea, se aprobaron una veintena de leyes —24 según su rendición de cuentas y se tramitaron siete juicios políticos —el único que terminó con censura y destitución fue el que se llevó en contra del entonces Fiscal General, Carlos Baca Mancheno.

Pero Cabezas hizo más noticia a la hora del escándalo. A  seis meses de su posesión, estalló el escándalo de los diezmos. Una tras otra empezaron a surgir denuncias en contra de asambleístas y exasambleístas que habrían cobrado a sus colaboradores, de forma ilegal, un porcentaje de su salario. Cabezas salió en defensa de sus colegas, diciendo que no se podía “empañar la imagen de la Asamblea Nacional con rumores de pasillo” —lo que la presidenta llamaba rumores de pasillo, en su intento de minimizar las graves acusaciones, eran, en verdad, secretos a voces. Tan grandes, que terminaron con la destitución de algunos asambleístas, como Ana Galarza de CREO y Norma Vallejo, de la Alianza País correísta.

En su rendición de cuentas de febrero de 2019, Cabezas, siempre al compás del vaivén político, cambió la línea de su discurso. Ya no llamó rumores de pasillos a los escandalosos cobros, sino que,  en un conversatorio,  dijo que su gestión había sido “una etapa de autodepuración interna de la asamblea donde han habido tres asambleístas por actos reñidos con sus labores éticas y de responsabilidad”. Esa no sería la única vez que Cabezas saltaría a los titulares por sus desatinos.  

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Era jueves, 7 de marzo de 2019, y en el pleno de la Asamblea Nacional debía instalarse la sesión 580. Ronny Aleaga, asambleísta correísta, propuso un cambio del orden del día —que se trate un tema distinto al que estaba planteado en la agenda— para discutir los supuestos vínculos de la familia de Lenín Moreno con empresas offshore. Cabezas, quien presidía la sesión, hizo una llamada, a la Ministra del Interior, María Paula Romo, que quedó grabada y se hizo público. Cabezas se había enterado que el bloque socialcristiano apoyaría la moción de Aleaga. “Qué hijosdeputa”, se la escucha murmurar antes de llamar a Romo.

— Los socialcristianos dicen que van a votar que sí, hermana

— Nosotros ya les redijimos que abstención y en contra, pero los socialcristianos pueden hacer con estos imbéciles… eh, cómo se llama… votación… y nos joden.

La breve conversación continuó siguió cuando la votación estaba por empezar. Al notarlo, Cabezas, le pidió a Romo: “Llámale, llámale ahorita”. El pedido de Alega no pasó y la discusión de las supuestas relaciones entre la familia de Moreno y offshores murió allí. La Fiscalización, que es obligación de la Asamblea, quedaba detenida.

Cuando la opinión pública cuestionó la maniobra, Cabezas volvió a torcerle el pescuezo a los hechos: dijo que la filtración del audio era un acto de espionaje en la Asamblea Nacional. Romo y Cabezas fueron denunciadas ante la fiscalía por supuesto tráfico de influencias. Se creó, además, una comisión multipartidista para investigar a Cabezas —que nadie quería conformar, y que finalmente votó para salvar a Cabezas dos a uno: María Mercedes Cuesta de FE y Fausto Terán de Alianza País lograron mayoría en favor de Cabezas, en contra del voto de la correísta Marcela Aguiñaga.

Como todo en el Ecuador, el escándalo pasó. En mayo, dos semanas antes de las elecciones de nuevas autoridades en la Asamblea, Elizabeth Cabezas se vanagloriaba de ser la primera opción de Alianza País.

Tan convencida estaba a pesar de que días antes se supo que bajo su administración, el 23 de abril de 2019, menos de un mes antes de entregar la Presidencia de la Asamblea, se otorgó un contrato a Jenny Silva Tapia, una exasesora de su despacho, por 312 mil dólares. A pesar de que la Asamblea Nacional tiene un departamento de comunicación y una radio y una televisión propias, el contrato era para “socializar e informar sobre el trabajo de los parlamentarios”. La justificación, en el papel, es que la televisión legislativa no cuenta con la tecnología de cine digital —formato de proyección de cine— para las producciones de videos. “No cuento, por ejemplo, con actores profesionales. No cuento con equipos técnicos para grabar en locaciones, en el mar, cuestiones así”, dijo la directora de comunicación de la Asamblea, Carolina Jaramillo. Además, dijo que no veía ningún conflicto de intereses.

A pesar de las justificaciones dadas por Jaramillo, Elizabeth Cabezas tuvo que retroceder.

— Mi gestión ha sido eficiente y  no puedo permitir que se pretenda empañar con ni una sombra de duda sobre la administración del legislativo, dijo.

Anunció también  que había pedido suspender la pauta en medios de comunicación —que se incluía en el contrato— y que ha solicitado a la Contraloría que en el examen especial a las operaciones administrativas y financieras del 14 de marzo de 2018 al 14 de mayo de 2019, incluya los procesos de este contrato.

No fue la única vez que Cabezas tuvo que dar marcha atrás. La propuesta planteada por la entonces Presidenta de la Asamblea de eliminar el requisito de tener un PhD para ser profesor principal o rector de una universidad tampoco tuvo acogida. Desde la academia, más de treinta universidades firmaron una carta abierta en la que cuestionan el proyecto. Ignorar que las universidades deben ser generadoras de conocimiento y no simples dispensadores de títulos, fue, quizá, la crítica más dura. Cabezas finalmente lo retiró. Hasta el final, Cabezas fue una mala noticia.

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Con calle de honor y alfombra roja fue recibido en la Asamblea Nacional, László Kövér, el ultraderechista presidente del Parlamento de Hungría. Elizabeth Cabezas le dio la bienvenida el 7 de noviembre de 2018 con una sesión solemne a la que no asistieron más de la mitad de los asambleístas.

En una crónica de diario Expreso, Roberto Aguilar contó que el equipo de protocolo de la Asamblea llenó con funcionarios legislativos las curules vacías para disimular la ausencia de los legisladores.

La seguridad para recibir a Kövér incluyó el cierre de por lo menos cinco manzanas a la redonda de la Asamblea, en el centro de Quito. La sesión duró cerca de 40 minutos. Cabezas dio un discurso que parecía leer por primera vez, lleno de lugares comunes y frases hechas. Luego condecoró a Kövér, el parlamentario que comparó la adopción por parte de homosexuales con la pedofilia y que fundó Fidesz, un partido nacionalista, conservador y populista liderado por Viktor Orbán, que declaró inconstitucional dormir en la intemperie.

Sin perder la sonrisa, Cabezas le entregó la Condecoración Asamblea Nacional de la República del Ecuador Doctor José Joaquín de Olmedo. Diez días antes, la visita del Presidente de Perú, Martín Vizcarra no requirió tanto despliegue, ni fue recibido en el pleno ni fue condecorado.

A pesar de su propio optimismo, Cabezas no continuó en la presidencia legislativa. Deja el cargo para volver a su curul, después de una administración en la que lo único destacado fueron las malas noticias, los malos proyectos de ley, los escándalos y hasta una cuestionable condecoración. Su presidencia deja la sensación de que su gestión continúa tan insípida como empezó.