A las 11 de la noche del domingo 13 de abril de 2025, tres horas después de que los resultados de la segunda vuelta confirmaran que Daniel Noboa se había reelegido como presidente del Ecuador y le había asestado la más contundente derrota que haya sufrido el correísmo, María José Pinto, su vicepresidenta electa, cruzó la avenida de Los Shyris, al pie del parque La Carolina, en el centro norte de Quito.
Pinto pasó al frente de la sede de Acción Democrática Nacional (ADN), el movimiento ganador, en una chiva de nombre festivo: La Vagabunda. Custodiada por dos policías con chalecos antibalas, Pinto —el pelo suelto y sus lentes de pasta gruesa, marca registrada personal— saludó a sus simpatizantes, que se le abalanzan, extasiados por el triunfo inesperadamente holgado sobre Luisa González. Los fanáticos la apuntaban con sus celulares y ella abría los brazos, como si les agradeciera o como se despidiera. La chiva, pronto, se perdió en la oscuridad de la noche quiteña.

María José Pinto, la vicepresidenta electa, saluda desde una chiva que cruza la avenida Shyris, en el norte de Quito. Fotografía de Nicole Moscoso para GK.
Cuatro horas antes, la sede de ADN —que en realidad es un galpón techado en una de las zonas financieras más codiciadas de la capital— se había pintado de morado: hombres, mujeres, niños llevaban camisetas con la imagen de su líder sonriente, aguardando —con inusual calma aglutinados en sillas también moradas— a que alguien dijese lo que todos allí querían escuchar. “¡Esperen! Ya mismo hay rueda de prensa,”, le susurró una mujer a otra que miraba —casi sin parpadear— uno de los dos televisores que transmitían el conteo de los votos en vivo de Noboa y González en el sitio web oficial del Consejo Nacional Electoral (CNE).
Tan solo media hora después, ya no era necesario que alguien dijese algo. Ya ni siquiera esperaban que Diana Atamaint, presidenta del CNE, anunciase los resultados oficiales. Estaba claro que algo había salido bien. Inesperadamente bien. Sus sonrisas lo revelaban.
En la sede, la algarabía se propagó, volviendo aún más pequeña la sala que desbordaban 300 personas —su aforo parecería más adecuado para la mitad— y se regó a la avenida Shyris, donde decenas de cartones de Noboa —incluido uno versión Spiderman— flotaba entre una muchedumbre que repetía con rabia: “¡Correa nunca más!”. Un par sostenía de la cola a dos enormes ratas de peluche con dientes afilados.

La celebración, afuera de la sede de ADN, se tomó la avenida de Los Shyris, donde uno de los simpatizantes sostenía una rata de peluche en señal de la disputa entre Noboa y González. Fotografía de Nicole Moscoso para GK.
Todo parecía suceder en el mismo momento: pronto se formó una caravana de autos. Sus conductores pitaban y levantaban el puño en señal de triunfo, mientras los policías intentaban aligerar el tráfico. Pero no era posible. La gente se orillaba en las veredas y gritaba, incansable, “¡libertad, libertad, libertad!”, alentando a que quienes pasaban por allí se unieran a su celebración.
Había gritos similares dentro de la sede. “Se ve, se siente, Noboa presidente”, voceaban los simpatizantes. Entre ellos, una mujer con una camiseta morada con la leyenda: “Soy majadera y voto por Noboa”, un guiño al epíteto que le lanzó la candidata por el correísmo, Luisa González, durante el debate de la segunda vuelta cuando el Presidente le recordó que en los chats de Augusto Verduga, un coideario de González, el procesado por la justicia y ex consejero de participación ciudadana, se la identificaba con el apodo de Rana René.

Una mujer se hace una selfi para inmortalizar el momento de euforia dentro de la sede de ADN poco tiempo después de que anunciaran los resultados. Ella lleva una frase que salió del debate entre Noboa y González. Fotografía de Nicole Moscoso para GK.
A las 9 de la noche, después de que Atamaint declarara que el triunfo de Noboa se había trepado en la ola de una tendencia irreversible, afuera de la sede de ADN, la gente bailaba y bebía canelazos y shots de whisky: no importó que fuese ley seca ni Domingo de Ramos. Los que no bebían, comían papipollo y shawarmas en un puesto improvisado que funcionaba con un generador eléctrico —el artefacto que durante tres meses de apagones sostenidos se volvió ubicuo en la vida de los ecuatorianos en 2024.

En medio de la algarabía, los comerciantes no perdieron la oportunidad de poner los kioscos para vender comida. Fotografía de Nicole Moscoso para GK.
A las 10 de la noche, a la sede llegó una banda de pueblo, pieza fundamental de toda gran fiesta callejera en Quito. Los simpatizantes ondeaban las banderas del movimiento y del Ecuador mientras zapateaban a la espera de que llegara la vicepresidenta electa, María José Pinto. “María José vendrá en una caravana, en una chiva”, dijo una mujer. “Le digo María José porque es mi amiga, pero de ahí es nuestra Vicepresidenta”, se corrigió enseguida.
Al pequeño salón, sin ventilación ni aire acondicionado, entró, sudando, el asambleísta electo Andrés Castillo, que no se sacó el hoddie que lleva la imagen de Nobita, la caricatura japonesa que se ha convertido en un apodo más de Noboa. Abrazó a simpatizantes, respondió preguntas de periodistas. Y se encerró en una sala cuyas ventanas transpiraban la humanidad de todos los presentes.

El asambleísta electo Andrés Castillo lleva una chompa con la caricatura de Nobita, un guiño a Noboa, a quien lo llaman así desde 2023. Fotografía de Nicole Moscoso para GK.
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Casi cinco horas antes, con el cielo aún celeste y con nubes, en una de las calles del tradicional y hoy pauperizado barrio de La Foch, en el centro norte de Quito, al menos un centenar de hombres y mujeres gritaban: “Que sí, que no, Luisa ya ganó. Que sí, que no, Luisa ya ganó”. En coro celebraban a la candidata presidencial de la Revolución Ciudadana (RC). “Luisa. Amiga. El pueblo está contigo”, repetían, sin rimar.

Una seguidora de Luisa González ondea su bandera con el rostro de la candidata presidencial por la Revolución Ciudadana afuera de la casa de campaña del movimiento político. Fotografía de Diego Lucero para GK.
Algunos usaban gafas con lunas celestes tornasol —un objeto que quizás guardaron de la campaña de 2023 cuando González se lanzó por primera vez a la presidencia del Ecuador y perdió contra Daniel Noboa. Otros llevaban gorras y chompas celestes con el logo del movimiento del ex presidente Rafael Correa. Otros parecían haber buscado en sus clósets blusas, pantalones, abrigos de colores parecidos para simular una masa.
Una masa que sesenta y tres días antes, en ese mismo lugar, con ese mismo grito, y quizás con ese mismo atuendo, no solo celebró el pase de González a primera vuelta sino que el correísmo, finalmente y luego de demasiadas elecciones, rompió su techo electoral. El aliento de esa noche de la primera vuelta parecía calcado esta noche. “La esperanza está de pie. Va a ser favorable para la RC”, le dijo un hombre que repartía sombreros a una de sus compañeras.

Simpatizantes de la Revolución Ciudadana esperaron la llegada de González desde las 6 de la tarde. La candidata llegó a la casa de campaña dos horas después. Fotografía de Diego Lucero para GK.
Otros seguidores sostenían rosas blancas, ocupando la calle flanqueada por decenas de militares y policías; sus uniformes ya parte del paisaje de un país que ha vivido más días en estado de excepción que sin ellos en los últimos quince meses. Hombres, mujeres y niños de celeste estaban de pie al otro lado del muro que rodea la casa de campaña de la RC —una antigua construcción de arquitectura republicana.
La casa blanca tiene un balcón blanco con rejas blancas donde habían pegado rosas amarillas, azules y rojas. Un hombre se asomó donde, era evidente, González se pararía si es que ganaba la presidencia y emularía, consciente o no, al cinco veces presidente ecuatoriano José María Velasco Ibarra, que dijo que le bastaba un balcón para ganar una elección presidencial.

Un hombre se asoma en el balcón por el que Luisa González nunca se asomó. Fotografía de Diego Lucero para GK.
Del lado derecho del balcón que, luego sabremos, Luisa González nunca usará, había una gigantografía de la candidata. Los correístas, acérrimos críticos de los Noboa de cartón, tenían una González de lona.
A las 6 de la tarde, los que llevaban el gafete de Logística, los policías y los militares, pidieron abrir paso porque “pronto llegaría”. ¿Quién? No dijeron. La pantalla gigante que antes tenía líneas verticales de colores proyectaba un video de campaña de González —el pelo recogido y lamido, un poncho celeste y blanco. “Estamos listos para recibir esta victoria contundente”, prometió una voz de altavoz, que se escuchó en el patio de la casa de campaña y en la calle repleta de seguidores.
Todo parecía suceder al mismo tiempo: pronto, la pantalla proyectaba el noticiero de Radio Pichincha —un medio abiertamente correísta. Todos regresaron a verlo. Miraban con atención los resultados del CNE que comentaban los tres comunicadores. Nadie se acordó ya del camino que habían abierto para que alguien llegase.
Parecía que nadie llegará.
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Mientras a tres kilómetros los seguidores de González se preguntaban si su candidata llegaría, en la sede de ADN los simpatizantes de Noboa se acomodaban en sus sillas moradas, en silencio. Sonreían y ante la incertidumbre de saber si el Presidente llegaría, se conformaron con su cartón. Una mujer lo apoyó sobre una silla vacía; otra, lo besó.

Ante la ausencia de Noboa, las simpatizantes mujeres besaron su figura de cartón y dejaron las marcas de sus labios. Fotografía de Nicole Moscoso para GK.
Afuera, en la avenida de Los Shyris, unas veinte personas agitaban las banderas y vendedores se paseaban con diminutos peluches de capibaras con la gorra morada con el logo de ADN y una figura en miniatura del cartón de Noboa.
Era otra atracción para los fanáticos. Además del cartón en tamaño real de Noboa en sus ventanas, parecía que ahora querían llevar su militancia en un anillo.

Cuando apenas empezaba el conteo de votos de Noboa y González, el muñeco de Noboa se subía a la tendencia del capibara. Fotografía de Nicole Moscoso para GK.
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A apenas diez minutos de la sede de ADN, en la casa de campaña de la RC, la esperanza se desinfló. El noticiero correísta proyectado en una enorme pantalla mostraba los resultados de la provincia del Guayas. Luego de Pichincha. Quienes los observaban, permanecían en silencio. Movían deprisa sus dedos sobre las pantallas de sus celulares. “Aún falta un alto porcentaje de escrutar”, dijo alguien, buscando consuelo. En el noticiero, leyeron los resultados de Manabí. Los presentadores en el set sonríen, los militantes al otro lado de la pantalla, celebraban. La provincia costera siempre ha sido bastión correísta y hoy parecía ser su única causa de alegría.

Dos señores ven la pantalla donde se proyectan los resultados del Consejo Nacional Electoral que, para esa hora, ya favorecerían a Daniel Noboa. Fotografía de Diego Lucero para GK.
“No coinciden los números de algunas provincias”, dijo un hombre con gafete del equipo de la candidata. “Algo no pinta bien”, comentó otra mujer. A las 7 de la noche, entre los brazos cruzados, uñas mordidas y ceños fruncidos llegó el candidato vicepresidencial Diego Borja junto a la prefecta de Pichincha, también correísta, Paola Pabón. Dentro del muro blanco que flanqueaba la casa, los seguidores aplaudieron. Afuera, en la calle con tarima y banderas, se escuchó el “¡Fuera, Noboa, fuera!”.
Para esa hora, el escrutinio superaba ya el 55% y la diferencia entre Noboa y González se ampliaba. “Todavía falta que cuenten todo Manabí”, le dijo un hombre de lentes a otro que no le respondió. Parecían saber que ya no había vuelta atrás.
Al otro lado de la casa de campaña, una fila de veinte personas avanzaba hacia una mesa con samovares. Dentro de los metálicos y calientes recipientes había humitas, quimbolitos, empanadas. “¿Cómo lo ves?”, le preguntó un hombre a otro, en la fila. “Jodido porque nos comieron en plena mesa”, le respondió el hombre, de acento costeño visiblemente enojado. “Hay que ser bruto para hablar de Pachakutik en pleno Guayaquil. Yo les dije”, se quejó. Se refería seguramente, al acuerdo entre la organización política que aglutina al movimiento indígena ecuatoriano y a la RC con el que González intentaría, sin éxito, captar los votos del candidato que quedó tercero en la primera vuelta, Leonidas Iza.

Dos simpatizantes de González ven los resultados del CNE proyectados en una pantalla gigante en el patio de la casa de campaña de la Revolución Ciudadana. Fotografía de Diego Lucero para GK.
Los hombres y mujeres de celeste se encontraban en miradas cruzadas, de cejas caídas, susurrando. “Noboa está arriba, ¿cómo puede ser posible?”, dijo una señora, entre indignación e incredulidad.
Afuera, las banderas ya no ondeaban.

Un hombre habla por teléfono la noche en que Luisa Gonzalez perdió la presidencia del Ecuador, por segunda vez, contra Daniel Noboa. Fotografía de Diego Lucero para GK.
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A las seis de la tarde la avenida de Los Shyris estaba abierta al tráfico. Los simpatizantes del presidente Noboa llegaron, sin haber sido convocados por alguien en particular, a la sede de ADN. Días antes, el presidente Daniel Noboa había anticipado que recibiría los resultados en Olón. El anuncio sonó extraño desde el comienzo, casi como si intuyera —o temiera— una posible derrota.

En la Shyris, antes de los resultados de Noboa y González, los simpatizantes del Presidente pitaban y salían por las ventanas para mostrar su alegría. Fotografía de Nicole Moscoso para GK.
Ni siquiera sus militantes tenían la certeza de qué podría pasar y si, en el caso de una eventual victoria, dónde podrían celebrar. Quizás prefirieron no adelantarse, luego del desplante que Noboa les hizo a sus simpatizantes el 9 de febrero de 2025, en la primera vuelta, cuando lo esperaban en el Hotel Le Parc de la capital, pero nunca llegó.
“Estamos generando las condiciones para poder recibirlos como ellos se merecen si deciden venir”, dijo el asambleísta electo Andrés Castillo.

Cuando aún no se conocían los resultados de Noboa y González, los residentes de edificios que flanquean la avenida Shyris se sumaron a esta celebración desde sus ventanas. Fotografía de Nicole Moscoso para GK.
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A las siete y cuarenta y cinco, el rumor era que pronto llegaría Luisa González. Una voz en el micrófono lo confirmó. Los simpatizantes se apretaron cerca de la tarima con sus rosas, banderas, vuvuzelas. El escenario pronto fue ocupado por el alcalde de Quito, Pabel Muñoz, el asambleísta electo Raúl Chávez, el candidato Diego Borja, la asambleísta electa Jahairen Noriega, el ex asambleísta y militante del correísmo Virgilio Hernández. Sus rostros sin sonrisa evocaban a los del 11 de abril de 2021, cuando el candidato presidencial del correísmo, Andrés Arauz, reconoció la derrota frente a Guillermo Lasso.
Los funcionarios públicos y asambleístas electos saludaban, alzaban el puño, conversaban entre ellos. El único que sonreía, como lo hizo hace sesenta y tres días en una tarima más pequeña pero en el mismo lugar, fue Raúl Chávez quien, lo sabe, seguramente, presidirá la próxima Asamblea Nacional. “¡Paola! ¡Paola!”, gritó una mujer en el público, y la prefecta de Pichincha le lanzó un beso desde la tarima.
La voz en el micrófono pidió aplausos.
Lui-sa
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En el escenario todos se miraban. “Ya llega, ya llega”, gritó uno. Con militares a su costado, Luisa González apareció en la tarima, el pelo lamido y una chompa negra gruesa. Saludó con beso y abrazo a todos los que la acompañaban ahí arriba. Tomó el micrófono y agradeció: a Diego Borja, a sus compañeros.

Luisa González, acompañada por su binomio Diego Borja, asambleístas electos y seguidores de la Revolución Ciudadana. Fotografía de Diego Lucero para GK.
“Quiero ser muy clara y enfática: la Revolución Ciudadana siempre ha reconocido una derrota en las últimas elecciones, cuando así lo han demostrado las encuestas, el tracking, las estadísticas”, dijo González e hizo una pausa que reveló el silencio y atención con el que la escuchaban.
“¡Hoy, no reconocemos los resultados!”, gritó e hizo otra pausa, esta vez más larga que se llenó de “wuuus” y aplausos.
Re-con-teo
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Gritaban. “Nosotros no reconocemos los resultados presentados por el CNE”, siguió González.
Re-con-teo
Re-con-teo
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“Vamos a pedir el reconteo y que se abran las urnas”, gritó.
Frau-de
Frau-de
“Ecuador está viviendo una dictadura y estamos viviendo el más grotesco fraude de la historia”, insistió la mujer que se negó a usar el mismo término para calificar al régimen de Nicolás Maduro.
Dictadura no, democracia sí.
Dictadura no, democracia sí.
Después de siete minutos de decir que no era posible que once encuestas fallasen, que no era posible que no hubiese crecido un solo punto, que no era posible que el presidente tuviese el apoyo popular, González se despidió. Le pidió a sus seguidores “seguir en la lucha”.
Luisa González desapareció detrás de la tarima y un hombre tomó el micrófono para pedirle a los militantes que no se fueran. Pronto, les prometió, les darían indicaciones. “Oye, que no apaguen las pantallas”, ordenó un hombre. “El audio, que suban la amplificación”, pidió otro.
Los minutos pasaron lento. Las indicaciones no llegaron. Cerca de las nueve de la noche, varios hombres recogían cables, desamarraban cintas, alzaban los platos y vasos plásticos. Un grupo de jóvenes de chompas celestes se amontonaron en una esquina. Sobre la mesa había dos botellas, aparentemente de whisky, envueltas en fundas de papel.

Tras los resultados electorales de Noboa y González, un hombre recoge un cable mientras una mujer le acaba de advertir que no se deje tomar fotografías. A las nueve de la noche quedaban menos de cincuenta personas en el patio de la casa de campaña de la Revolución Ciudadana. Fotografía de Diego Lucero para GK.

Un cartón de Luisa González se quedó dentro de la casa de campaña de la Revolución Ciudadana luego de que se vaciara. Fotografía de Diego Lucero para GK.
En la casa de la RC solo quedaban sombras y silencio. Una vez más, el correísmo no había logrado regresar al poder.
Afuera, se habían ido casi todos los simpatizantes. Los pocos que quedaban, repetían: “nos robaron, nos robaron”. La calle quedó llena de sachets de salsa de tomate vacíos. Sobre una tarima, donde una hora antes había decenas de camarógrafos, quedaba solo una tarrina todavía con arroz. En las calles, había más policías que militantes, inequívoca señal de que la fiesta había terminado.

Una tarrina plástica con arroz quedó sobre una tarima donde pocos minutos antes se pararon camarógrafos para grabar a la candidata presidencial Luisa González. Fotografía de Diego Lucero para GK.

Pasadas las nueve de la noche, decenas de policías aún custodiaban la casa de campaña de la Revolución Ciudadana en la Plaza Foch. Fotografía de Diego Lucero para GK.
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