“¡Quiero ser maestra!”, pensé cuando apenas tenía ocho años. Hoy, a mis veintidós, no me arrepiento de la decisión. La educación me ha demostrado que puede cambiar vidas; en especial, la de las niñas y jóvenes mujeres. Sé esto porque la educación hizo que mi madre reconociera sus derechos, saliera del círculo de violencia y nos diera un mejor futuro. Por eso, hoy busco impulsar la educación de las niñas desde el activismo, para que ellas también luchen por un mejor porvenir para sí mismas y otras niñas.  

Invertir en la educación de las niñas es clave para lograr un país con igualdad de poder, de libertad y de representación entre hombres y mujeres. Sólo con la información adecuada las niñas podrán conocer y exigir sus derechos. Podrán enfrentar normas de género que profundizan desigualdades y limitan su participación. Por ejemplo, una niña que vive en una zona rural del Ecuador, que va a la escuela y conoce sobre sus derechos, puede liderar proyectos para su bienestar, el de su familia, y el de su comunidad. 

Pero la educación va más allá: propicia que las niñas incluso participen en espacios políticos. También promueve su capacidad de decisión y opinión. Según Unicef, en el mundo, 65 millones de niñas no van a la escuela. Por lo tanto, sus voces no son escuchadas, sus soluciones no son tomadas en cuenta, y su liderazgo es menospreciado.  

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Cuando una niña no tiene esos espacios, es más difícil que los logre en su adultez. Históricamente los espacios de participación para mujeres han sido limitados: se estima que la tasa de participación femenina aún representa sólo el 71,2% en comparación con la masculina, según la OIT. 

Con la pandemia del covid-19 la situación empeoró: el número de personas que viven en condiciones de pobreza en América Latina aumentará en 15,9 millones. Durante la pandemia, las niñas se vieron obligadas a dedicarse a las tareas del hogar mientras estudiaban en línea, quienes tenían acceso a internet. Según Plan Internacional, esto las hizo más vulnerables a la violencia física, psicológica, sexual, al trabajo infantil, al embarazo adolescente, al uso y consumo de drogas y al suicidio. 

A pesar de todos estos obstáculos, las niñas y jóvenes mujeres seguimos intentando formarnos como líderes. Pero no podemos pretender hacerlo en un día; necesitamos espacios para enriquecernos y desarrollar nuestro activismo. 

Yo tuve la suerte de cursar la escuela de liderazgo “Quiero Ser”, de Plan International, y conocer sobre temas de los que no me hablaban en la escuela. Aprendí sobre los tipos de violencia, mis derechos, los estereotipos y cómo ser líder. 

Antes de esa escuela de formación solía ser un poco tímida. Y aunque no tiene nada de malo serlo, me encantó que al finalizarla había desarrollado habilidades como la comunicación asertiva, la autodisciplina y la confianza personal. Había descubierto otras facetas de mi personalidad que me convirtieron en activista. Concretamente me sumé al movimiento Por ser Niña, una red de apoyo segura donde las niñas y jóvenes aprendemos sin límites, compartimos sobre temas tabú de nuestra sociedad, cuestionamos y crecemos juntas. 

En el movimiento, promovemos que más personas puedan participar y reflexionar, por eso hacemos campañas de comunicación, programas radiales y proyectos. Por ejemplo, hace un año exacto, en octubre de 2022, creamos un manifiesto nacional por una Educación de Calidad en Ecuador. En él recogimos nuestras historias, requerimientos y demandas. 

El documento fue presentado en el Ministerio de Educación, el Instituto Nacional de Evaluación Educativa, gobernaciones y municipios a nivel nacional.

Hacer el manifiesto y entregarlo fue parte de las acciones por el Día Internacional de la Niña en 2022. En esa fecha también hicimos la toma de poder en instituciones públicas y empresas: por un día, quienes conformamos el movimiento Por Ser Niña, fuimos ministras, gerentas, asambleístas. 

Yo, por ejemplo, fui Ministra de Educación. Como Ministra hablé sobre qué se necesita para tener una educación de calidad. Sobre la importancia de incluir los derechos sexuales y reproductivos en la educación. Sobre tener una educación que promueva la participación de las niñas. Ese día yo presenté el manifiesto en Quito y mis compañeras de diferentes provincias lo presentaron ante las oficinas locales del Ministerio. Otros grupos de niñas y adolescentes de todo el país también entregaron el manifiesto a los directores de sus escuelas y colegios. 

La experiencia puso a prueba todo lo que he aprendido en el Movimiento. 

En el manifiesto, le pedimos al Ministerio que mejore los planes de estudio para erradicar la desigualdad de género. Que promueva la inversión en una educación que desafíe los roles de poder y las normas de género. Que garantice los derechos de los niños, niñas y adolescentes. Que se ejecuten planes efectivos de seguridad, entre otros.  Pero un año después, seguimos esperando una respuesta.

Sin embargo, haber logrado sentarnos y exigir más derechos, muestra cuán importante es tener educación e instancias de formación para que las niñas empecemos a ocupar espacios importantes para el país. 

La educación de las niñas, aunque a muchos sectores de la sociedad le cueste verlo, es el camino para que más niñas, adolescentes y mujeres puedan promover, con sus historias y experiencias, una sociedad más igualitaria y libre. 

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Paula Bastidas
22 años, estudiante universitaria. Activista en el Movimiento "Por Ser Niña" desde el 2019. Apasionada por la educación y el arte.
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