Hace unos años, parados en un cementerio, el escritor peruano Fernando Iwasaki me dio una gran lección. Me explicó que incluso la gran literatura fue, en algún momento, no más que autoayuda. Inteligente y divertido, me dijo que si Mopso pudo conquistar a Nisa, entonces, había esperanza. Recordé sus palabras mientras veía Al otro lado de la niebla, documental de Sebastián Cordero que se estrenará en la función inaugural del festival Encuentros del Otro Cine (Edoc), el 6 de octubre de 2023. 

Iwasaki es un tipo brillante, buen escritor y meticuloso historiador. Además, es un generoso didacta. “¿Qué significa eso?”, me dijo en plan retórico. “Por supuesto, que Nisa era muy guapa; que a lo mejor Mopso, muy feo”, me explicó. Quizá el humilde pastor, retratado por Virgilio en su égloga octava, era divertido, la hacía reír, elucubró Iwasaki. 

“Cuando los amigos de Mopso leían eso, eso era autoayuda: ¡una Nisa era posible en tu vida!”, prosiguió Iwasaki frente al monumento fúnebre a José Joaquín de Olmedo en el cementerio de Guayaquil, ante mi escepticismo de que la gran literatura pudiese haber sido en algún momento una sopa de pollo para el alma. Sentado en la sala en que veía Al otro lado de la niebla, volví a entender que Iwasaki tenía razón.  

Fui a ver el nuevo filme de Cordero, buque insignia del cine ecuatoriano, una semana antes de que se exhibiera en los Edoc. A la entrada, me entregaron unas gafas porque, gracias al trabajo con inteligencia artificial del colorista Nicolás Andrade, la película ha sido adaptada para ser vista en 3D. 

Uno podría decir, y se equivocaría, que Al otro lado de la niebla se trata sobre el viaje de Sebastián Cordero al Everest, acompañando al andinista ecuatoriano Iván Vallejo, quien regresa en una suerte de peregrinaje de gratitud existencial al gran Chomolungma, nombre tibetano de la montaña (que significa Madre del Universo).

Por si alguien ha vivido incomunicado en un sótano los últimos 30 años, vale decir que Vallejo es uno de los grandes escaladores del mundo. 

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En 2007, se convirtió en la séptima persona en coronar las 14 montañas de más de ocho mil metros de altura del planeta sin oxígeno suplementario, un club de moles tan hermosas como letales, conocido como Los Ochomil. Quince años después, la lista apenas suma 20 nombres. 

Aunque Al otro lado de la niebla retrata —maravillosamente en muchísimos momentos, potenciados por el efecto 3D— las montañas más altas del mundo, en realidad es un viaje de inmersión en dos profundos (y antagónicos) océanos: el del aparente optimismo, casi artificial, de Vallejo y el pozo de preguntas que habitan a Cordero. 

Todo se remonta a 2018, cuando Vallejo buscó a Cordero para grabar una película sobre su trayectoria. Algo que, como dice muy pronto en el documental, inspire, ayude a quien lo viese. Una especie de pancarta audiovisual que prometa, sin evidencia alguna, que todo es posible y que todo va a estar bien. 

A Cordero no le agradó la propuesta. Sus motivaciones para hacer cine, le explica a Vallejo, son otras. Quizá, le advierte, incluso suene “un poco cínico” pero lo que le propone se parece mucho a la autoayuda. Eso no es lo suyo. Tal vez, le dice, él no es el cineasta para rodar la película que Vallejo imagina. 

Sin embargo, la gente que escala a las cimas más altas del planeta es terca y empecinada. La insistencia del uno y la curiosidad del otro, produce una brecha de encuentro, que ambos se comprometen a caminar en diálogo. 

Cordero va a rodar la película de Vallejo, pero en sus propios términos, mientras suben al campamento base del Everest, a más de 5.300 metros de altura. Peripatetismo extremo. Mopso en la montaña. 

Iván Vallejo

Iván Vallejo, uno de los grandes escaladores del mundo. Fotografía cortesía de Sebastián Cordero.

Otro Cordero

Al otro lado de la niebla es un trabajo muy distinto a lo que el director de Europa Report, Crónicas, Pescador y Rabia nos tiene acostumbrado. 

Empezando por lo obvio: es un largometraje documental —el primero en su carrera, donde ha primado la ficción, desde que estrenó en el festival de Venecia de 1999, Ratas, ratones y rateros, pieza fundamental del cine ecuatoriano. 

Por otra parte, porque es una cinta íntima, casi artesanal. Cordero hizo cámara y sonido directo, regresando a ciertos oficios del oficio que, muy pocas veces, son tarea de los directores. 

Eso desemboca en una película personalísima, con cuadros que tiemblan, saltos de luz y sonido. En otros contextos, serían pecados capitales técnicos, pero en Al otro lado de la niebla son totalmente pertinentes. 

Transmiten la sensación de precariedad y soledad de ir escalando, perdiendo el aliento y, un poco, la razón a medida que suben. Son parte de la búsqueda introspectiva de Sebastián Cordero en el ascenso a la montaña y el descenso a su corazón. Si alguien quiere ver imágenes preciosistas del Everest, mejor haría con pagar una suscripción a Disney+.

Este es un vuelo hacia el centro del director. Es descarnado. Personal. A momentos, Cordero se asoma a la frontera delgada que separa lo bello de lo cursi.

La camina como un saltimbanqui experimentado, en un equilibrismo que tiene poco que ver con su oficio de cineasta, y mucho con haber vivido. Tiene 50 años. Siete más que la edad en que su padre murió en un accidente de tránsito. Casi el doble de la edad en que su hermano se ahogó en un río. Llegar a esas dos edades, dice, pensó que le daría paz. Y, sin embargo, helo ahí, buscando respuestas sobre esas muertes, donde muchos han encontrado la propia. 

Ahí uno empieza a hacer la película suya: piensa en las muertes que le han marcado la existencia, y vuelve a medir la distancia que padece con los muertos que uno amó. Reflexiona sobre lo que seríamos si no fuésemos lo que somos, si no nos hubiésemos topado en la vida con seres que son montañas —o un prodigioso volcán— que nos conmueven, remueven, reinventan y atraen de formas incontrolables, que se quieren, se disfrutan, nos sacan de quicio y con los que nos encontramos y desencontramos. Al final, nos cambian. 

Somos todas esas otras personas en universos paralelos. Todos somos esa montaña para alguien más. A veces, ni siquiera nos enteramos. Pero en esta versión cósmica efímera en que existimos, no nos toca más que hacernos cargo de lo que hemos construido, de dónde estamos porque la nieve arrecia afuera, el frío y la altura enreda la cabeza y el corazón. 

documental Al otro lado de la niebla

El documental Al otro lado de la niebla es un viaje de inmersión del viaje de Cordero y Vallejo. Fotografía cortesía de Sebastián Cordero.

Le pasa a Cordero. Se aturde, se angustia, se desespera en medio de la noche glaciar. Vallejo se despierta y lo tranquiliza. Entonces, de repente, frente a la soledad de estos hombres, uno se da cuenta de que no ha caído en una trampa, sino que ha entendido algo sobre uno mismo. 

Maldita sea, una vez más: Iwasaki tenía razón. Aunque no queramos, aunque la tentación de sucumbir a las ínfulas de intelectual de La Pradera acechen, si Mopso conquistó a Nisa, si Vallejo se subió a los 14 Ochomil, a pesar de todo, y las preguntas de Sebastián Cordero nos ayudan a encontrar respuestas propias, ¡hay esperanza!

Quizá en la esperanza, precisamente, sea el encuentro entre Vallejo, Cordero (y sus espectadores). La genuina, la que es más profunda y reveladora que el superfluo optimismo. “La esperanza no es la certeza de que algo saldrá bien, sino la certeza de que algo tiene sentido, salga como salga”, dijo alguna vez el dramaturgo y demócrata checo Vaclav Havel. Es una idea a la que regreso mucho, y a la que he vuelto insistentemente en un año complicado. 

En la función de Al otro lado de la niebla, la volví a sentir tan presente, tan aguda y tan desafiante. 

La carrera de Vallejo, que estuvo a punto de truncarse cuando, a los 28 años, casi muere atrapado bajo la nieve en el Chimborazo, no ofrecía certeza alguna de que saldría bien. Pero tenía, desde siempre, desde que era un niño, sentido. 

En la sala de cine, detrás de mis lentes 3D, entendí que Vallejo no es un optimista. El optimismo es hueco, endeble, inocuo. Ese hombre es un esperanzado. Lo mismo podría decirse de Cordero. 

Ambos son, en Al otro lado de la niebla, individuos que nos recuerdan el valor de la esperanza macerada en los sueños, el trabajo, la disciplina y el esfuerzo personal. 

Vaya cosa: la inmersión íntima de Cordero terminó siendo la película de autoayuda que Vallejo quería. La hizo a su modo, pensándose a sí mismo. Sin caer en los horrendos clichés y los formalismos del optimismo patético de la autoayuda de Chopra, Coehlo o el gurú de turno.  Me recordó en la montaña que Mopso conquistó a Nisa, para sorpresa (¿y alivio?) de Virgilio y de todos los amantes de la historia.

Información de proyecciones

La función inaugural de los Edoc proyectará Al otro lado de la niebla el 6 de octubre de 2023 a las 7 de la noche

La función en 3D en el festival será el sábado 7 de octubre de 2023 en Cinemark Paseo San Francisco sala 4 a las ocho de la noche.

La última función en los Edoc será el martes 10 de octubre de 2023  en el Ochoymedio a las ocho de la noche.

El 18 de enero de 2024 se estrenará en salas en todo el país.

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José María León Cabrera
(Ecuador, 1982) Editor fundador de GK. Su trabajo aparece en el New York Times, Etiqueta Negra, Etiqueta Verde, SoHo Colombia y Ecuador, entre otros. Es productor ejecutivo y director de contenidos de La Foca.
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