iwasaki.jpg
iwasaki_3.jpg
iwasaki_4.jpg
iwasaki_2.jpg

Fernando Iwasaki, escritor peruano, estuvo de visita en Guayaquil para el festival de la brevedad Ciudad Mínima, organizado por PalabraLab. Durante los días que pasó en el puerto, habló sobre los Beatles, sobre Literatura, Flamenco y, el lunes a las doce del día, bajo un sol canicular, visitó el memorial de José Joaquín de Olmedo en el Cementerio General de la ciudad, donde sostuvimos esta breve y amena conversación.

¿Cuál es tu interés, Fernando, en Olmedo?

En general a mí me ha parecido muy importante visitar las tumbas de los escritores que he leído, sobre los que he escrito, sobre los que he expresado alguna preocupación. Y Olmedo es un poeta a quien yo he tenido que escribirle una introducción precisamente al Canto a Bolívar; por lo tanto, le he dedicado mucho tiempo de trabajo. Me parecía, además, una gran responsabilidad –no siendo yo una autor nacido en el Ecuador– abordar la obra y la figura de un poeta como Olmedo que, creo, es el más importante de la historia de la literatura ecuatoriana. Entonces, me parecía una responsabilidad –y me he pasado unos meses muy buenos estudiando a Olmedo, sus lecturas, los autores que tradujo (por ejemplo, sir Alexander Pope). Sabiendo que yo venía a Guayaquil, me parecía que era de rigor pasarme por la tumba de Olmedo. Yo tengo una galería de fotos que además está colgado en una página que me construyó la Universidad de Alicante y la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes en cementerios de varios países con las tumbas de Stendhal, de Cortazar, de Proust, de Borges, de Chéjov, de Joyce, de Vallejo, de Pedro Salinas. He estado en cementerios rusos, suizos, alemanes, franceses, y estar de pronto en Guayaquil y poder agregar a Olmedo a esta lista, me parece que es lo mejor que puedo hacer y agregarlo, además, a este álbum.

¿A la tumba de quién se parece la de Olmedo?

Esta es una tumba muy especial porque Olmedo no está aquí. Sus restos estaban en una iglesia que se quemó. Esto es, realmente, un monumento funerario y por lo tanto se parece a la tumba de Edgar Allan Poe, porque Edgar Allan Poe tampoco está en su tumba y le han hecho un monumento muy bonito en el cementerio de Westminster, en Baltimore. O sea que la tumba de Olmedo es como la tumba de Edgar Allan Poe, cosa que le habría hecho gracia a los dos.

¿Tú que conoces a Olmedo, era mejor poeta que político o mejor político que poeta?

Creo que era mejor poeta que político, y a él le habría gustado que su imagen política no interfiriese en la manera suya de ver la poesía. A lo mejor yo tenía la ventaja de estudiar a Olmedo sin tener tan presente su significado político, y me pude concentrar sobre todo en la parte literaria. Olmedo es, además, alguien que como ser humano sufrió mucho: la muerte de su hermana, de sus padres, de su mujer. Es decir, fue alguien que porque se dedicó a servir a su país, probablemente desatendió –¡y cuánto!– a estas personas que tanto quería, al punto de no estar junto a ellas cuando murieron. Creo que es lo peor que le puede pasar a uno: no estar cerca de las personas queridas cuando mueren.

Parece una tragedia de los personajes históricos, trascender pero tener una vida personal muy dura, ¿será que siempre hay que escoger?

Sí, sí. Por desgracia en nuestros países lo normal es eso: escoger. Pero también es cierto que, por ejemplo, Edgar Allan Poe como ser humano era un desastre: un borrachín, excesivo, como hijo adoptivo de su tía fue indeseable, con el hombre que lo crío tampoco se llevó jamás bien, con las mujeres que vivió tampoco fue alguien agradable. Entonces, es una fatalidad pero Poe eligió su obra, de la misma manera que eligió su obra Paul Gauguin: se le murieron todos los hijos en la indigencia porque los abandonó a todos.

Siempre hay que separar la obra del autor, ¿no? Por ejemplo Alfred Stieglitz, esposo de Georgia O’Keeffe, era un gran fotógrafo pero como pareja era un desastre…

Bueno, el poeta Elliot, era como marido otro desastre. Ingresó a su mujer en un psiquiátrico para poder vivir de la plata de ella y disfrutarla con su amante. Elliot se maquillaba la cara; él tenía treinta años pero se maquillaba para tener unos colores verdosos, parecer enfermo y que sufría mucho. Eso a los poetas parece que les viene bien: parecer que sufren. Siento que a veces ocurre que los escritores construyen sobre sí mismo un personaje y estos personajes se acartonan o, peor aún, tienen una vida más interesante que su propia obra. No creo que es el caso de Olmedo. Él tiene una obra poética que a lo mejor ha pasado a un segundo plano por su figura pública, que no por su vida, por su biografía, pero Olmedo estuvo en Cadiz en los años de las cortes y la constitución. Ya eso es una cosa importantísima porque estamos celebrando el bicentenario y pienso que cuando vaya la delegación ecuatoriana a la cumbre iberoamericana que va a ser en octubre deberían hacer algo en memoria de Olmedo en Cadiz.

Olmedo no está de moda ahorita.

¿Olmedo no está de moda ahorita?

La coyuntura política tiene otros referentes históricos.

Es una pena.

Sí, es un pena y es interesante ver cómo Olmedo, que es un insigne guayaquileño, termina haciendo el Canto a Bolívar, que es quien termina anexando Guayaquil a la Gran Colombia. Tú como peruano debes saber que había una muy grande vinculación con el Perú, e inclusive el deseo de ciertos círculos de ser parte del Perú…

Inclusive Olmedo estudió en Lima, pero creo que esos son hechos que hay que leer con la distancia que dan los años. Es decir, yo no creo que Ecuador sería mejor sin Guayaquil, ni que el Perú sería mejor con Guayaquil, o que el Ecuador sería peor con una ciudad, o el Perú con otra. Los que tomaron estas decisiones ni siquiera fueron personas que pudieron tener una idea de lo que iba a ocurrir con América. Incluso más sorprendente podría ser el caso del alto Perú que en algún momento estuvo vinculado al Perú y en otro momento al Río de la Plata, que luego terminó siendo un país independiente y le ha ido como le ha ido. Nosotros tenemos que gestionar lo que hicieron nuestros antepasados y hacerlo lo mejor posible, ni siquiera pensando en nosotros sino en los hijos que tenemos.

Ahora, tú que lo has estudiado a Olmedo, ¿tenía una admiración sincera a Bolívar o el Canto es un acto de lobbying político?

Olmedo era un tipo sólidamente formado en lo académico, había viajado por Europa y podía advertir en Bolívar los tics de lo mejor y de lo peor de Europa. Por eso cuando le hace el Canto a Bolívar introduce en él ciertos elementos que al propio Bolívar le llaman la atención como ¿por qué escribe sobre el inca? ¿por qué hay estas referencias donde no me reconozco? Olmedo pone, además, en boca del inca, en la figura de ese inca que es un Deus ex machina que aparece de pronto al final de la batalla y le hace recomendaciones y exhortaciones al Libertador. Ahí hay una manera muy sutil e inteligente de marcar un camino, que luego pues Bolívar hizo lo que quiso.

Hasta el sol tiene manchas, dijo Martí…

Pues sí. Entonces yo creo que Olmedo era consciente de que aparecía un personaje con un poder irresistible y ya que le pusieron la pelota en el punto de penal había que patear, pateó y metió gol y además lo metió dándose el lujo de decir lo que quería. Pero, por ejemplo en el Perú, Vallejo cuando hizo su tesis sobre los poetas románticos y se concentró fundamentalmente en dos que eran Carlos Augusto Salaverry y el poeta José Arnaldo Márquez, ambos peruanos, dedica sin embargo un capítulo para Olmedo. Para Vallejo Olmedo era importante. Soy de los que piensa que la poesía de Olmedo está palpitando en la poesía peruana del siglo diecinueve. Olmedo está en Salaverry, quien tiene un himno a Junín. Está en Arnaldo Márquez, que tiene una serie de poemas románticos dolientes y yo creo que Olmedo está también en Vallejo en España, aparta de mí este cáliz, cuando en los poemas más hímnicos de ese poemario que habla de las batallas de Málaga, de Valencia, siento que ahí hay un rumor de la poesía de Olmedo, porque los poetas leen a otros poetas y Vallejo leyó y leyó muy bien a Olmedo.

Siempre me ha llamado la atención esta dicotomía aparente entre la poesía política y la poesía romántica. ¿Cómo entiendes la poesía de carga política, cómo la ves, la disfrutas más, la disfrutas menos, es posible hoy en día en América Latina?

Lo que pasa es que la poesía de carga política tiene carga política en su tiempo. Seguro que la Eneida tuvo una carga política y Virgilio, igual que Olmedo, recibió el encargo de cantarle a una figura cesárea, augusta, y yo creo que Virgilio aprobó perfectamente aquella prueba y nosotros leemos La Eneida con muy poca carga política. De la misma manera que pasarán doscientos años y cada vez la carga política del Canto a Junín será cada vez menor. La idea de ese canto a Bolívar con las recomendaciones del Inca al Libertador las tuvieron muy presente a los veinte, cincuenta años siguientes a la publicación del poema. Pero yo creo que ahora mismo, si no fuera porque hay una especie de rebrote del bolivarismo no quizá estaríamos hablando de eso. A mí me parece que Olmedo tiene bellos poemas dedicados a sus hijos, a su mujer, a su hermana. Hay unas rimas sencillas, unas rimas sueltas, que son como de un cancionero casi infantil pero que son unos versos muy libres, muy sencillos en los que también está el poeta del Canto a Bolívar. Entonces, por volver a Virigilio, yo recuerdo que en una de las égoglas de Virgilio, probablemente la octava, hay un verso donde dice algo así como “Si Niza se casó con Mopso, los amantes tenemos esperanza”. ¿Qué significa eso? Por supuesto, que Niza era muy guapa; que a lo mejor Mopso, muy feo y que todas esas personas enamoradas de Niza decían cómo se puede haber casado Niza con Mopso, bueno, ¡tenemos esperanza! A lo mejor Mopso era divertido, la hacía reír, era inteligente. Entonces hoy, cuando leemos ese verso entendemos que es gran literatura pero cuando Virgilio lo escribió, ¡era autoayuda, totalmente autoayuda!

Pero no me digas que Paulo Coelho va a ser en sesenta o seiscientos años gran literatura…

No creo que ocurra eso con Paulo Coelho, pero por otras razones. Con Virgilio sí, fíjate, que cuando los amigos de Mopso leían eso, eso era autoayuda: ¡una Niza era posible en tu vida!

Y siempre es posible una Niza… Ya para ir cerrando esta conversación breve, esta es una pregunta que se hace mucha gente que no conoce a Olmedo sino como un referente idealizado: el Olmedo que es el prototipo del guayaquileño. Te pregunto a ti, historiador, ¿Olmedo era conservador o era un liberal? Y qué significaba ser liberal y ser conservador en esa época.

Es un gran pregunta. Creo que en la época en que vivió Olmedo, no había nada más decente que defender la ley. En ese sentido, Olmedo era un adelantado a su tiempo. Necesitamos hoy día mucha gente decente. Nadie es intrínsecamente mejor por ser de izquierda o de derecha, sino que lo que hace a una persona digna es su decencia. Olmedo era un hombre muy decente, con independencia, que era un progresista y un liberal de su época. Pero lo que lo diferencia y lo hace mejor que otros hombres de su tiempo, era su decencia. A mí el que me puede avergonzar no es el que no piensa como yo, porque el que no piensa como yo a fin de cuentas no me representa. A mí el que me avergüenza es aquel que pensando como yo dice disparates o comete necedades. Ése que piensa como yo y que no es decente, es lo más indeseable que puede haber. Y muchas veces cometemos el error de defender posturas necias y absurdas y autoritarias de gente que nos avergüenza pero que como piensa como nosotros y es de los nuestros hay que apoyarlos. Olmedo hizo algo que aún sigue siendo muy urgente en América Latina y en el mundo de habla hispana en general –no puedo hablar de la realidad concreta del Ecuador, pero sí de todos nuestros países– que es actuar con una limpieza y una decencia a toda prueba y eso es lo más revolucionario que podría haber y que seguimos esperando.

Ayer en una cena que compartíamos con Ana María Shua en la casa de Gilda Holst, decías que la necedad era la ignorancia más el atrevimiento.

Así es, ignorancia más arrogancia igual necedad….

Estamos aquí, bajo el sol de las doce del día de Guayaquil en el Cementerio General, donde hay trescientas mil personas enterradas, ¿es la eternidad una necedad?

Bueno la eternidad para mí es mucho tiempo. Yo me considero una persona de mi época, laica y descreída. A pesar de todo defiendo las ideas laicas y democráticas y si algo he aprendido es que en una democracia laica no puede haber nada eterno, ni siquiera la eternidad. El descanso de estas personas nos concierne porque son nuestra historia, pero yo espero durar menos. En cualquier caso, la eternidad es muy aburrida, salvo que uno esté en el infierno, donde probablemente esté toda la gente que yo conozco.

Carlos Julio Arosemena, el presidente cuyas anécdotas conversábamos ayer en esa misma cena, decía que no le importaba el juicio de la historia, lo cual me parece una frase deliciosamente arrogante, ¿te importa a ti el juicio de la historia?

No, tampoco. Creo que en el momento en que uno desaparece le interesa a sus hijos y tal vez a sus nietos. Pero, después, la historia nos va a olvidar a todos. Si no somos conscientes de que el futuro que nos aguarda es el olvido, estaremos siendo necios, una mezcla de ignorantes con arrogantes. Una cosa que me parece muy divertida, encontré una vez unos sonetos de amor de un poeta peruano muy malo dedicados a mi abuela y los publiqué en la revista literaria que dirijo. Y los publiqué porque, a pesar de que el poeta era muy malo, era un hombre más o menos conocido en la historia de la literatura y eso es maravilloso porque, mira, los amoríos de las esposas acaban en los juzgados, los amoríos de las madres en el psicoanalista, pero los amoríos de las abuelas tienen que acabar en las revistas literarias, por tanto el juicio de la historia es como el amorío de tu abuela.

¿Entonces, la posteridad es un capricho?

La posteridad es un capricho y muy probablemente un soneto que no rima.

** Fotografía Luisa Cuesta

Bajada

Una entrevista con el escritor peruano sobre el poeta José Joaquín de Olmedo y la eternidad