La deforestación es una preocupación mundial, ya que aporta enormes cantidades de gases de efecto invernadero que agravan el calentamiento global y, además, su incremento significa terminar con el hábitat de cientos de seres vivos, generando lo que los científicos han denominado como la crisis de pérdida de biodiversidad.
Este reportaje fue originalmente publicado en nuestro medio aliado Mongabay Latam
Diversos estudios han encontrado que la apertura de nuevas carreteras propicia la deforestación de los bosques. Sin embargo, en los países latinoamericanos, con excepción de Brasil, es poco lo que se ha estudiado sobre los efectos de los atropellamientos de animales silvestres y su contribución a la pérdida de biodiversidad. En medio de ese contexto, un grupo de científicos, liderados por el biólogo ecuatoriano Pablo Medrano-Vizcaíno, publicó en marzo de 2023 la Primera Evaluación Nacional de Mortalidad de Vida Silvestre en las carreteras de Ecuador.
Este estudio, publicado en la revista Nature Ecology and Evolution, revisó, entre 2007 y 2022, el material académico que contenía datos sobre la muerte de fauna en las vías e incluyó cifras aportadas por ejercicios de ciencia ciudadana. Los investigadores registraron 5010 atropellos de 392 especies en todo el país.
La investigación detalla, además, que cerca del 12 % de las especies de vertebrados descritas en Ecuador son susceptibles de morir en las carreteras, una cifra que probablemente subestima el verdadero impacto de la vías, ya que no se pudieron identificar todos los individuos a nivel de especie, no todas las áreas están bien muestreadas y las especies más pequeñas y crípticas —difíciles de diferenciar por sus características físicas— pueden estar subestimadas.
“Trabajar en este tema puede ser algo que no resulte tan atractivo porque al hacer este tipo de estudios te encuentras con cuadros bastante desagradables de animales despedazados. Es una realidad dura de ver, pero es muy importante visibilizar los impactos negativos que están teniendo los atropellos para nuestra fauna”, comenta Medrano.
Aves y reptiles son los más afectados
Para el investigador, era muy importante que Ecuador contara con esta primera evaluación nacional de fauna atropellada en carreteras, porque es el punto de partida para saber, más adelante, cómo avanza la problemática y conocer, por ejemplo, cuáles especies se encuentran en mayor peligro, cuáles son las zonas más críticas y dónde se tienen grandes vacíos de información.
La mayoría de las especies identificadas en el estudio no son animales que estén en una categoría de amenaza, según la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), sin embargo sobresalen dos especies catalogadas como En Peligro Crítico (CR): la tortuga gigante de Santa Cruz (Chelonoidis porteri) y el petrel de Galápagos (Pterodroma phaeopygia); cuatro clasificadas En Peligro (EN): la víbora de Manabí (Porthidium arcosae), la metalura de Azuay (Metallura baroni), el tapir andino (Tapirus pinchaque) y el conejo de páramo o tepetí (Sylvilagus brasiliensis).
También se reportaron nueve especies en estado Vulnerable (V) y seis con Datos Insuficientes (DD).
Con 1 428 registros (28,5 % del total), las aves tuvieron el mayor número de atropellos e incluyeron 181 especies. En segundo lugar quedaron los reptiles con 1 356 registros de 106 especies (27,1 %). Los mamíferos ocuparon el tercer puesto con 1 326 registros de 77 especies (26,5 %) y los anfibios quedaron en último lugar con 895 registros de 28 especies (17,9 %).
Aunque los anfibios fueron los menos atropellados en las vías, el sapo de caña (Rhinella marina) fue la especie que más murió en las carreteras, al reportarse 532 atropellos para este animal. En segundo lugar estuvo la zarigüeya común (Didelphis marsupialis), el tercer puesto lo ocupó la zarigüeya orejiblanca (Didelphis pernigra), el cuarto lugar fue para un ave, la curruca amarilla (Setophaga petechia), y en quinto lugar estuvo la iguana verde común (Iguana iguana).
Medrano asegura que el atropellamiento en carreteras cada vez es una amenaza mayor para la biodiversidad ecuatoriana y preocupa que, en algunos de esos eventos, los protagonistas sean especies que tienen algún grado de amenaza. Por ejemplo, se conoce que la metalura de Azuay, un ave endémica de esa provincia, habita solo en cinco localidades, pero se encontró que cada cuatro kilómetros un individuo es atropellado. “Parece un número bajo, pero teniendo en cuenta la restricción de su hábitat y los pocos registros que se tienen de la especie, es un número muy representativo”, dice el biólogo.
Para Medrano, el análisis de estos datos lo llevó a él y a sus colegas a proponer nuevos estudios en las áreas donde se encontraron especies de hábitat restringido que están siendo amenazadas por la por la mortalidad en las vías, “es algo que tenemos que investigar más”, asegura.
Cambios en el diseño de las vías y en la conciencia ciudadana
El estudio publicado en la revista Nature Ecology and Evolution incluyó atropellos de las 24 provincias de Ecuador —reportados en artículos científicos y ciencia ciudadana—, pero los estudios académicos solo estaban disponibles para cinco provincias. En cuanto a los datos provenientes de la ciudadanía, estos se distribuyeron de manera desproporcionada en provincias como Manabí y Napo, con más de 300 registros para cada una, mientras que en Bolívar, Cañar, Carchi, Cotopaxi, Galápagos, Los Ríos, Pastaza, Santa Elena y Zamora Chinchipe se recolectaron menos de 10 registros por provincia.
Aunque el estudio más completo sobre fauna silvestre atropellada en Galápagos es de hace 15 años, a Medrano le preocupa la tasa de mortalidad que se encontró en las islas, la cual, dice, es mayor que otras tasas encontradas, no solo en Ecuador, sino a nivel de América Latina. “En Galápagos hay un ave, la reinita amarilla, que tiene una tasa de atropellamiento de 171 individuos por kilómetro al año. También está la lagartija de la lava, con 47 individuos atropellados por kilómetro al año. Son tasas súper altas y tomando en cuenta que Galápagos es un área de alto endemismo que tiene bastantes especies amenazadas de extinción, consideramos que es un área crítica y prioritaria para trabajar y donde se debería hacer más investigación para pensar en medidas de mitigación”, dice Medrano.
Otra de las provincias que preocupa a los científicos es Manabí, en la costa, “donde hay una alta mortalidad de felinos”, comenta el investigador, y agrega que la situación también es preocupante en Napo y Azuay.
Medrano destaca que hay otras provincias como Orellana, Pastaza, Morona Santiago y Sucumbíos que no tienen altos números de fauna atropellada, pero esto se debe a que hay grandes vacíos de información, pues no hay estudios científicos y los aportes ciudadanos también son escasos.
“Solo el 2.7 % de las carreteras de Ecuador han sido estudiadas y aún así tenemos datos de atropellamiento de especies raras y de especies amenazadas. Lo que reportamos en el estudio son subestimaciones, la realidad debe ser mucho peor de lo que estamos viendo”, cuenta Medrano.
El investigador lleva varios años liderando la Red Ecuatoriana Para el Monitoreo de Fauna Atropellada (REMFA) en la que reciben imágenes y datos ciudadanos, los cuales luego son curados y verificados por los expertos. El objetivo es tener una base de datos cada vez más grande que permita avanzar en el conocimiento de esta problemática. De hecho, Medrano asegura que, sumando lo corrido en lo que va del 2023, la base de datos ya tiene más de 7 mil registros de atropellamientos de animales silvestres, comparada con los 5010 registros que se tenían con corte a diciembre de 2022.
Para Pablo Jarrín, investigador del Instituto Nacional de Biodiversidad de Ecuador (Inabio) y coautor del artículo científico, todas las carreteras del país son críticas, en particular aquellas vías nuevas que ingresan dentro de lo que antes era bosque. Esto es preocupante porque, a pesar de que Ecuador es un país pequeño, el estudio resalta que está atravesado por más de 16 647 kilómetros de vías primarias y secundarias, y que el problema se agrava con otros 1 555 kilómetros de nuevas carreteras previstas para 2030. Con esta área vial adicional, indica el artículo, se prevé que el número de atropellos aumente en un 9,3 %.
Jarrín comenta que es urgente crear conciencia sobre el problema que representa la muerte de fauna silvestre en accidentes en las carreteras y que, aunque sea algo políticamente difícil de lograr en los países latinoamericanos, “hay que modificar la forma cómo se están construyendo las carreteras. Que por normativa se puedan incluir componentes de mitigación en el contexto de lo que es la ciencia de Ecología de Carreteras, o sea, que por obligación, en la normativa civil, cuando el gobierno contrate la construcción de una carretera, haya cláusulas que obliguen a las empresas a incluir soluciones integrales dentro de sus diseños, que tomen en cuenta a la fauna que está de un lado y del otro de la carretera”.
El investigador del Inabio brinda un ejemplo: en el caso de serpientes, cecilias y otros animales que se arrastran, estos quedan atrapados en las carreteras porque no pueden subir las veredas (aceras o sardineles). Para él, la solución no necesariamente implica altos costos o tecnología avanzada, pues bastaría con hacer esas veredas con una mayor pendiente, lo cual facilita que estos animales suban y crucen la carretera. Otras opciones para diferentes grupos de fauna pueden ser los puentes y los túneles.
Jarrín añade que es muy importante hacer un fuerte trabajo de divulgación y comunicación. “Se necesita la comunicación de la ciencia a través de una divulgación efectiva, para que la ciudadanía se entere del grave problema que está sucediendo en nuestros países biodiversos con las carreteras”, comenta.
Por su parte, Pablo Medrano cree que es importante lograr un trabajo conjunto con las autoridades, porque conseguir fondos es difícil. “Entonces, si se consiguen fondos para hacer investigación, el siguiente paso debería ser coordinar con las autoridades ambientales para promover la implementación de medidas de mitigación”. Agrega que “los retos son estudiar más, saber más y tener una comunicación más cercana con las autoridades para que los proyectos de conservación sí sean exitosos”.
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