Para muchos de los asistentes a la Asamblea del Libro —un encuentro de editores, libreros, escritores y otros actores del sector del libro, que se desarrolló entre el 26 y 28 de enero— estaba claro que la edición 2022 de la Feria Internacional del Libro de Quito (FIL-Q) tocó ese fondo que no se debe tocar cuando se organiza una FIL. En esos días de reunión —que se desarrolló en la Casa de la Cultura y en Librería Cosmonauta— los asistentes lanzaron varias ideas para que futuras ediciones de la FIL Quito no tengan los mismos problemas. 

Esas ideas para mejorar la Feria Internacional del Libro de Quito serán parte de un documento oficial de la Asamblea. Está próximo a hacerse público. Se lo ha pensado como un aporte del sector que sirva de base para las siguientes FIL-Q. 

Una serie de propuestas que la próxima Secretaría de Cultura —bajo la administración del alcalde electo Pabel Muñoz— decidirá si las considera o no.

Por lo pronto, como una consecuencia de esta reunión —en la que estuvieron invitados funcionarios municipales, como el todavía secretario de Cultura, Juan Martín Cueva— la propia Secretaría está generando un nuevo encuentro. Esta vez, a través de la Red Metropolitana de Cultura y la Red Metropolitana de Bibliotecas.

En un comunicado publicado el 9 de marzo de 2023, la institución aseguró que está planificando la siguiente FIL-Q. Afirmó que están trabajando dos propuestas que han tomado en cuenta “las inquietudes y recomendaciones de la Asamblea del Libro”. 

Además, la Red invitó a una reunión por zoom para todo el sector del libro, a las 5 de la tarde el miércoles 15 de marzo de 2023. Ahí  explicarán cuáles serían esas alternativas que quieren dejar planteadas a una siguiente administración.

Pero esto es solo un camino a seguir. Uno importante, desde luego. Para todas las personas entrevistadas para este reportaje, no hay manera de hacer una buena FIL sin que exista una relación clara, directa y horizontal entre la institucionalidad pública —el Municipio de Quito— y los distintos actores del sector del libro. 

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Se trata de que lo público y lo privado trabajen en conjunto.

En ese sentido, la nueva reunión, organizada por la Secretaría de Cultura, es un necesario paso a seguir. 

Conversé con cuatro personas que forman parte del sector del libro y de la institucionalidad —entre ellos Juan Martín Cueva. Recogí algunas ideas que pueden ayudar a mejorar la Feria Internacional del Libro de Quito, y llevarla a mantener un buen nivel en las siguientes ediciones. 

Estas son algunas de las propuestas:

Institucionalizar la Feria

Juan Martín Cueva, secretario de Cultura de Quito, dice algo que le puede poner los pelos de punta a quienes esperan que la FIL de Quito corrija sus errores pero siga haciéndose. “En este instante, siendo objetivos, puede llegar un nuevo Secretario o Secretaria de Cultura y decir: yo no quiero que haya feria ahora. Y nadie le puede decir que tiene que hacer la Feria”, dice Cueva. 

De acuerdo a Cueva, no hay un convenio entre la Secretaría de Cultura con el Ministerio de Cultura y Patrimonio, que al menos durante 12 años se dedicó a organizar la FIL. Tampoco existe mención de una Feria Internacional del Libro en la Ley Orgánica de Cultura.

Bajo este criterio, no habría una obligatoriedad para que se realice anualmente esta Feria. “Lo ideal sería que exista una ordenanza o que, en el ordenamiento actual de las normas del código municipal, exista una mención de que eso tiene que suceder. Pero no solo eso, también tiene que haber una estructura institucional que la acoja”, dice Cueva.

Esta es una idea compartida por otras voces. Entre ellas las del escritor y periodista Marcelo Cruz, responsable del programa de entrevistas El galpón de los cuentos vivientes y que participó en la Asamblea del Libro. Para Cruz, es inmediatamente necesario que el Municipio tome una decisión sobre la Feria. Que exista una normativa “para que sea inamovible, para que haya un presupuesto. Cuando tienes una normativa interna, no se la puede tocar: bajo esta normativa debe estar contenida la Feria”, dice Cruz. Con esto se podría garantizar la permanencia de la FIL.

Por ejemplo, si bien la Secretaría de Cultura actual que sigue en funciones continúa haciendo actividades en pos de una FIL, la decisión de la nueva edición le corresponderá a autoridades que entrarán en funciones en mayo próximo. Aún así, nada puede asegurar que la nueva administración vaya a desentenderse de la Feria del Libro.

Porque no hacerla supondría un golpe para el sector con su consiguiente costo político que nadie quisiera cargar.

La escritora argentina Selva Almada conversa con el periodista Luis Fernando Fonseca, en una de las actividades de la FIL Quito 2022.

La escritora argentina Selva Almada conversa con el periodista Luis Fernando Fonseca, en una de las actividades de la FIL Quito 2022. Fotografía tomada de a cuenta de Facebook de la FIL.

Con esta institucionalización se podrían fijar otros puntos que se discutieron durante la Asamblea del Libro, como la fecha y el lugar en que se haga la FIL-Q. Especialmente porque luego de dos ediciones en el mismo espacio —el Centro Cultural Metropolitano (CCM)— y por las mismas fechas —segunda semana de diciembre—, no hay nadie que quiera repetir lugar y días. 

El CCM no ofrece el espacio suficiente para que todos los stands estén en igualdad de condiciones. Diciembre, al ser un mes de fiestas y compras, colapsa el acceso al centro histórico, donde está el centro cultural.

Cristina Rueda, librera y copropietaria de Casiopea, una librería con 6 meses de existencia, en Quito, reconoce lo importante que es tener fechas y espacios definidos. Ella va a viajar a la Feria del Libro de Bogotá, en Colombia, a finales de abril a ser parte de las jornadas profesionales. Este sería el tercer año que lo haría. 

Puede hacer eso porque las fechas ya están establecidas con anterioridad y se las respeta.“Tienen una página web con todo el organigrama, con las cabezas, con todas las editoriales que participan”, dice Rueda. “Todo eso necesitamos, sí o sí. Eso debe estar enmarcado en algo legal, porque no podemos hacer cada año asambleas”, explica. 

En la edición del 2022, el stand de Casiopea estuvo localizado en un pasillo casi escondido, en la terraza del tercer piso del CCM, lo que dificultó el acceso de visitantes y compradores. Algo que también padeció el Fondo de Cultura Económica Ecuador, que compartió ese mismo pasillo.

Fabián Ayala, librero y responsable del Fondo de Cultura Económica Ecuador, coincide con la necesidad de realizar la Feria en un lugar adecuado. Sobre todo, con que se tenga la comprensión de que “e debe tener tiempo para la organización. “Es decir, hay que empezar a organizar la siguiente una vez que se acabe la de este año. Aquí se las está organizando en 2 o 3 meses”, dice. 

Esta institucionalización también podría asentarse en una política de promoción del libro y la lectura por parte del Municipio de Quito. Esto es, al menos, lo que cree Juan Martín Cueva. Para él, al conectar la Feria Internacional del Libro con los premios municipales —a los mejores libros publicados en el año, un proceso que tiene una normativa aprobada— y con la Red Metropolitana de Bibliotecas, se podría articular de mejor manera y con una mejor base la organización de una FIL anual.

“Estas tres cosas deberían pensarse en un mismo paquete y debería haber una lógica de que estos deben ser los 3 pilares del plan de promoción del libro y la lectura a nivel municipal. Con los cambios —institucionales— que deban hacerse”, dice Cueva.

Crear un comité permanente

La idea de un comité permanente sonó durante la Asamblea del Libro de enero de 2023. Sigue resonando con fuerza. Es una propuesta que busca que exista una continuidad en el proceso de mentalizar y estructurar la Feria Internacional del Libro de Quito. 

Cristina Rueda la asume como una salida idónea. “Porque sería una forma positiva de que, sea el que venga, sea que cada año cambie la cabeza de quien esté a cargo de la Feria,  pues existan algunos cimientos”, dice Rueda. “No puede ser que cada año se cambie la dinámica, porque eso es un desastre”, asegura.

Marcelo Cruz mira un poco más hacia el sur del país, a lo que sucede en Guayaquil con su Feria Internacional del Libro —que incluye la existencia de un comité de contenido literario que se ha mantenido con las mismas personas en todas sus, hasta el momento, ocho ediciones. Cruz es de los que cree que al ser la Feria que mejor se organiza en Ecuador, tiene una logística que su par de Quito podría emular: “Al menos al principio”, dice. Para él existen dos opciones: “La sacas del estadio de primerazo o simplemente reconoces tus errores y copias. Así que tenemos que copiarle a Guayaquil, es nuestro espejo inmediato”, afirma. 

Cuando Juan Martín Cueva dijo que era necesario que exista una “estructura institucional” que sostenga a la Feria, hablaba de que desde el mismo Municipio o Secretaría de Cultura se genere una entidad técnica. Una propuesta que hay que vender a las autoridades, algo que para él ha sido complicado.

En ese sentido, esta entidad, comité, o como se la quiera llamar, debe ser el resultado de un reforzamiento de la institucionalidad pública. “La cabeza de esta entidad técnica no debería depender de los cambios políticos, sea quien sea el concejal y el alcalde de turno. Lo que no quiere decir que no responda a políticas, porque vendrá un nuevo alcalde y tendrá un nuevo tipo de visión y esta unidad técnica la deberá implementar”, dice Cueva. 

Marcelo Cruz va un poco más allá. Imagina que es posible que este comité permanente funcione con 15 integrantes, que representen tanto a dependencias del sector público —Secretaría de Cultura del Municipio de Quito y Ministerio de Cultura, por ejemplo— como a integrantes del sector del libro —entre libreros, editores, imprenteros, autores, entre otros. 

Este sería un comité que tome decisiones curatoriales y que pueda mantenerse mínimo por 4 años, el tiempo que dura una administración municipal en la ciudad.

Bajo ese criterio, una vez que este comité tome decisiones, las acciones operativas pasarían a un nuevo comité, encargado de la parte de producción de la Feria; es decir, de implementar las ideas del primer comité durante el tiempo que dure la FIL. “La Secretaría de Cultura tiene que abrirse a eso o se seguirá utilizando a la Feria del Libro como una máscara política”, dice Cruz. Para quien hay que reconocer de entrada que la Feria es un negocio y necesita dinamizar ese ciclo económico. 

Es decir, este comité permanente deberá conocer la realidad nacional del libro para tomar decisiones que le permitan a la Feria ser una mejor experiencia. 

Lo que se podría traducir en acciones concretas en las siguientes ediciones de la FIL. Como el tema de los escritores invitados. En ese campo, Cristina Rueda tiene una propuesta: “Antes de saber a quién invitar, se debería preguntar a las librerías qué libros están vendiendo. No invitar por invitar, sino saber qué cosas y autores les está interesando a la gente”. Es decir, reconocer que “el libro nace de una necesidad de entender el mundo que nos rodea”, como dice Rueda. No solo invitar a los escritores y escritoras que gusten a quienes están organizando una FIL

La existencia de este comité permanente, obviamente, debería estar también supeditada a una normativa u ordenanza municipal.

Mesas de trabajo desde un principio

Si bien las mesas de trabajo han sido una constante en la organización de la Feria Internacional del Libro de Quito, en la edición de 2022, fueron más bien espacios para que los editores, gestores, libreros y autores conozcan las decisiones tomadas por las autoridades encargadas de la organización, sin tomar en cuenta pedidos o ideas del sector. Lo que se busca es que estas mesas sean más bien espacios para llegar a acuerdos y tomar decisiones colectivas.

Fabián Ayala, del Fondo de Cultura Económica Ecuador, pide que ese carácter de construcción colectiva se mantenga y que, sobre todo, “se cumplan con las cosas propuestas”.

En estas mesas lo que sucede es que todos los participantes de una Feria del Libro llegan a acuerdos sobre cómo dividir el espacio para los stands, el tipo de actividades que se organizarán o la logística para el armado de todo. Eso involucra un trabajo entre la parte pública y la sociedad civil —lo que incluye emprendimientos privados ligados al sector del libro.

Esto para que no se repita, por ejemplo, el hecho de que en la Feria anterior hubo actividades de algunos autores y autoras invitadas que no tuvieron convocatoria. “Vinieron autores y no fue ni Dios a verlos”, resume Cristina Rueda.

“La Feria del Libro no debería ser un asunto solo del municipio. Ahí hay una responsabilidad que debe ser compartida”, dice Juan Martín Cueva, quien celebra que se haya dado una Asamblea del Libro. Esto, cree, permitirá articular de mejor manera esta relación entre el sector y las autoridades. Algo que no funcionó en 2022.

Lo peor que pudo pasar el año pasado fue el distanciamiento entre la organización de la FIL y la Cámara Ecuatoriana del Libro. 

Esto significó que la Cámara hiciera su propia Feria, a la que llamó Feria del Libro de Quito 2022. Se celebró del 36 de noviembre al 4 de diciembre en el Paseo San Francisco. Esta Feria tampoco funcionó para sus participantes y para el público —lo que incluso fue tema de discusión durante la Asamblea del Libro.

Para Cueva, la Cámara Ecuatoriana del Libro se fue muy rápido de las mesas de trabajo para la FIL Quito 2022. Reconoce que hubo parte de responsabilidad de los funcionarios municipales para que la Cámara haya tomado esa decisión, “pero quizás hay que aguantar un poco más, ser más pacientes”.

“Al dividirse y pelearse, todos salimos perjudicados”, dice Fabián Ayala. Para él, al dejarse llevar por pasiones, no hay forma de generar unidad. Y lo que más se necesita ahora es eso, unidad. 

Durante la FIL Quito 2022 se realizaron varios talleres.

Durante la FIL Quito 2022 se realizaron varios talleres. Fotografía tomada de la cuenta de Facebook de la FIL Quito 2022.

“Es imposible hacer una Feria del Libro sin sentarse con la Cámara, con escritores, editores independientes, editoriales universitarias y otros actores del sector”, sintetiza el todavía Secretario de Cultura de Quito.

Lo que significa que se deben llegar a acuerdos. Algo que Marcelo Cruz ve como algo difícil. “Vamos a tener problemas para ponernos de acuerdo. Por más que tengamos una postura personal válida, en el momento que estamos organizando la Feria, todos somos habitantes de ese ecosistema”, dice Cruz. Y eso no está tan alejado de la realidad.

Durante la primera reunión de la Asamblea del Libro se produjo una discrepancia entre algunas personas que criticaron el hecho de que en la FIL Quito 2022 tuvieran espacios en stands algunos proyectos que definieron como “piratería”. Es decir, editoriales que toman textos descontinuados y que ya no se publican, realizan un proceso editorial y los publican, sin tener derechos para hacerlo. Casi siempre libros de ensayo y de política.

Esto generó una discusión sobre la validez o no de proyectos así y su presencia en una Feria. Así como la base ideológica para su existencia. 

Pero lo cierto es que proyectos así son también parte del sector del libro en Ecuador. “En la Asamblea hubo un par de roces, de conflictos. Debemos aceptar que el otro es otro y que el otro piensa distinto y tiene otros criterios”, dice Cueva.

Este contacto entre lo público y lo privado para la existencia de una FIL de Quito tampoco ha encontrado un acuerdo en el tema de financiamiento. Cristian Rueda y Fabián Ayala hablan de que la relación entre ambos niveles podría sobrepasar el asunto de la organización, para dejar de pensar que sea el Estado la única forma de costear hacer una Feria. 

Rueda dice que hay que considerar el carácter comercial de la Feria y que lo que hacen las librerías y las editoriales es un también un negocio —“del que no nos vamos a enriquecer”, dice ella. Por su parte, Ayala habla sobre cobrar por el uso del espacio para una Feria a los expositores, con precios no elevados e, inclusive, con un “apoyo económico para quienes no puedan pagar”.

Jornadas profesionales

Otra de los pedidos para una siguiente edición es considerar dentro de la Feria Internacional del Libro de Quito un espacio de jornadas profesionales, que permitan que otros actores del sector del libro. Especialmente, en lo que corresponde a la distribución del libro como tal. Es decir, libreros, encargados de bodega o responsables de que los libros lleguen a las manos que los esperan.

“La Feria ha estado muy enfocada en libros, autores y editores y no se han tomado en cuenta a quienes formamos parte de la parte técnica del libro”, dice Ayala. Él defiende la necesidad de estas jornadas de profesionalización —algo que argumentó durante las reuniones de la Asamblea del libro—, de esta parte del sector, ya que la preparación ha sido totalmente empírica.

“Es como si se pensara que no hay profesionalismo”, dice Ayala.

Estas jornadas profesionales son los talleres o charlas magistrales en las que representantes de sectores editoriales y libreros de varios países exponen sus experiencias y conocimientos a sus pares de la localidad en la que se realiza la Feria. Son reuniones comunes en otras ferias y algo que no se ha hecho regularmente en Ecuador.

“Ha habido un declive de la Feria conforme han pasado los años”, concluye Rueda. Por esa razón, ella es muy escéptica de lo que pueda pasar: “Pienso que no va a haber una buena feria este año, por la cultura de este país en la que, gobierno que llega, echa por tierra lo que hizo el anterior”.

Con poco tiempo a la mano —porque la nueva administración entrará en funciones desde el 14 de mayo de 2023— quizás lo mejor sea no tener muchas expectativas.

Porque no habrá mucho tiempo para organizar la Feria de 2023. Sin embargo, hay una idea para la Secretaría de Cultura actual, que la pondrán a consideración a la nueva administración: “La propuesta es no hacer la Feria este 2023, sino hacerla bien el 2024”, dice Juan Martín Cueva.

Y es posible que esta idea crispe los ánimos de muchas personas del sector del libro. 

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Eduardo Varas
Periodista y escritor. Autor de dos libros de cuentos y de dos novelas. Uno de los 25 secretos mejor guardados de América Latina según la FIL de Guadalajara. En 2021 ganó el premio de novela corta Miguel Donoso Pareja, que entrega la FIL de Guayaquil.
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