Quito tiene Feria Internacional del Libro desde hace 14 años. En varias ediciones, ha recibido críticas y recomendaciones de mejora, pero la FIL Quito 2022 es, seguramente, la más juzgada de su joven historia. Cartas y comentarios públicos de libreros, publicaciones de editores y autores participantes en redes sociales dan cuenta de ello. 

Esta FIL, organizada por primera vez por la Secretaría de Cultura de Quito, tuvo el apoyo de la Organización de Estados Iberoamericanos. Antes, la FIL  era competencia del Ministerio de Cultura y Patrimonio que, a su vez, tuvo en varias ocasiones el apoyo de la Cámara Ecuatoriana del Libro. 

Los problemas de la más reciente edición, señalados por autores, libreros y otras personas van desde la ubicación de los stands de las librerías y de diseñadores gráficos, pasando por la falta de señalética precisa para conocer dónde estaba ubicado cada lugar, hasta la manera en que fueron estructuradas algunas mesas —a veces con participantes que poco tenían que hacer con los temas propuestos para intervenir. 

La escritora Liliana Colanzi durante una de sus actividades de la FIL Quito 2022.

La escritora Liliana Colanzi durante una de sus actividades de la FIL Quito 2022. Fotografía de la cuenta de Twitter de la FIL Quito 2022.

A los 12 espacios destinados como sedes de la FIL 2022 asistieron, entre usuarios y visitantes, cerca de 24 mil personas, de acuerdo a Natalia Enríquez, coordinadora de la Red Metropolitana de Bibliotecas de Quito y quien fue la coordinadora de la FIL Quito 2022. La sede principal fue el Centro Cultural Metropolitano (CCM). Este es un número superior a los 15 mil que visitaron la edición de 2021, en el mismo CCM —de acuerdo a Enríquez—, pero bastante menor a los 55 mil que asistieron a la edición de 2019, en el Centro de Convenciones Bicentenario.

En 2020, por la pandemia, la edición fue virtual.

La asistencia, sin embargo, no es la única cifra que permite juzgar el éxito o fracaso de la FIL. Otro número es la cantidad de ventas que tuvieron las librerías y editoriales, entre el 15 al 22 de diciembre de 2022 en el CCM. Durante los primeros días de la Feria, pregunté a los encargados de los stands cómo iban las ventas y su respuesta fue, más o menos la misma: muy mal. Aunque con los días pareció mejorar, los varios puestos consultados no alcanzaron el mismo nivel del 2021.

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Pamela Ríos, de Librería Cosmonauta, dijo públicamente que las ventas que tuvo en esta edición llegaron al 30% de lo que vendió en 2021. La Secretaría de Cultura sigue recopilando información de este tema, por lo que no hay cifras finales. Solo queda esperar para tener un panorama más completo. 

Pero aunque no tienen cifras definitivas, desde la organización de la FIL 2022 sí hay una respuesta que intenta explicar lo que sucedió con las ventas, tomando en cuenta que los stands estuvieron en el mismo lugar del 2021 y que la Feria del 2022 empezó a organizarse con mucho más tiempo de anticipación: casi 8 meses antes. Y, también, duró más días: 8 en total (en 2021 fueron 5). 

Enríquez dice que el contexto socioeconómico en el país del 2022 fue muy diferente al año anterior, y hay que tomar en cuenta que «es un momento muy deprimido de la economía nacional, que no es una justificación, pero sí un contexto».

Una ubicación problemática

La FILQ 2021 —llamada en su momento Fiesta Intercultural del Libro y organizada en conjunto entre el Ministerio de Cultura y el Municipio de Quito— fue en el Centro Cultural Metropolitano (CCM), del 15 al 19 de diciembre de 2021. La ubicación, en pleno centro histórico, y a un lado del Palacio de Carondelet, no fue la más adecuada por el tráfico en la zona. La forma cómo estaban los stands en el patio principal del CCM dejaba poco espacio para que los visitantes conocieran las ofertas. 

El Centro Cultural Metropolitano es un complejo de 13 mil metros cuadrados, tiene tres pisos, y se divide en tres zonas identificables. La primera es el patio principal, al que se llega apenas se ingresa y sobre el que descansan varias claraboyas —que protegen de la lluvia, mas no de los rayos del sol. Más adelante está la zona central de la biblioteca y avanzando hacia el sur está el siguiente patio. El CCM tiene varias salas en las que se realizan muestras y otras destinadas a espacios de consulta bibliográfica. En el tercer piso se encuentra un espacio abierto que funciona tanto como patio y terraza. 

Ocho actividades que no te puedes perder de la FIL de Quito 2022

El 15 de diciembre de 2022 arranca la Feria Internacional del Libro de Quito, en el Centro Cultural Metropolitano. Fotografía Cortesía de la FILQ.

La FILQ 2021 fue la primera presencial luego de la pandemia y parecería que el entusiasmo por volver a hacerla fue mayor que las dudas y reclamos por la sede elegida. Pero en 2022, no hubo el mismo espíritu. O los problemas fueron demasiados y empezaron muy temprano: el 8 de diciembre, siete días antes de la inauguración de la FIL, Germán Gacio, editor de La Caída Editorial y responsable de la librería Palier Café Libro de Cuenca, renunció al espacio que tenía como librero en la FIL. Lo hizo como rechazo a que se lo haya ubicado en el tercer piso junto a las librerías, y no como editorial en el primer piso. 

Gacio dice que en su editorial están 15 de autores que eran parte de la lista de invitados a la FIL, y que no entendía porqué no podía estar en la zona que le correspondía. Pero más allá de eso, dice que a dos semanas del inicio de la FIL envió emails y se puso en contacto con la organización para conocer la logística del montaje para armar el stand y que no recibió “ninguna respuesta por esas dos semanas”. Ambas situaciones lo hicieron tomar la decisión de no tener stand en la FIL de 2022.

La librería Conde Mosca de Quito también renunció al espacio en la FIL. El 3 de enero de 2023, Marcelo Recalde, el librero responsable de Conde Mosca, publicó una carta señalando los errores de esta edición y contando por qué no participó. “Los lectores deben saber que, sin que se entendiera bajo qué criterio, a las librerías en general nos enviaron a un tercer piso inaccesible y precario, lugar que no garantizaba la seguridad de nuestros libros (al no tener cubierta el sitio las carpas resultaban insuficientes en caso de lluvia). En lo que respecta a nuestra situación en particular, la del Conde Mosca, nos habían ubicado en un lugar inviable, inencontrable, un vericueto intransitado de un piso desconocido”, dice parte de su carta. 

Cuando Recalde dice “vericueto intransitado” se refiere a un pasillo en la terraza del tercer piso del Centro Cultural Metropolitano que podía pasar fácilmente desapercibido para los visitantes por estar prácticamente oculto. En ese espacio sí estuvieron stands como el del Fondo de Cultura Económica y el de Casiopea Librería.

De acuerdo a Natalia Enríquez, la coordinadora de la Feria Internacional del Libro 2022, la organización decidió usar los tres patios del CCM para los stands de editoriales independientes, librerías y de gráficas independientes porque “el lugar no permitía otra distribución”. 

Para Pamela Ríos, de Librería Cosmonauta, el problema está en la incapacidad de manejar el proceso de una manera “más horizontal”. “En las mesas técnicas —que se hacen previamente con los participantes para acordar cómo será la Feria— en las que participamos nos decían: al que le gusta, bien; al que no le gusta, que no postule (…) Nunca explicaron el criterio técnico de división de los stands, por ejemplo”, dice Ríos, para quien esas mesas solo fueron de información sobre lo que se iba a hacer y no espacios de diálogo. Ríos dice que hubo un trato agresivo y usa expresiones como “maltrato” y “violencia” varias veces cuando cuenta lo que vivió.

La Librería Cosmonauta sí tuvo su stand en el tercer piso, junto al resto de librerías. Pero al cuarto día de la Feria, el domingo 18 de diciembre de 2022, al llegar al CCM, Ríos descubrió que uno de los accesos directos al tercer piso había sido cerrado. La razón: la producción de la FIL, a cargo de la empresa Coordinamos Promoservice Cia. Ltda., ganadora de un concurso público para cumplir este rol, decidió unilateralmente hacer un circuito para que la gente visite stands y espacios que no estaba visitando. Al menos esa fue la explicación que le dieron a Pamela Ríos. 

Para ese nuevo circuito se colocaron conos a un lado del stand de Cosmonauta lo que impedía el acceso directo a este espacio para quienes caminaban por uno de los pasillos de la terraza. Pamela Ríos tuvo que reclamar para que retiraran los conos. Lo hicieron, pero ella recuerda que fue “un proceso violento, no hay otra palabra”. 

Sobre la elección del Centro Cultural Metropolitano como sede y la mala ubicación de los stands, Enríquez —coordinadora de la FIL— dice que tenían “una cancha” limitada en cuanto a lo presupuestario y administrativo. Además, agrega que “Quito no tiene un lugar [que sea] absolutamente pertinente para este tipo de eventos”. 

Natalia Enríquez recuerda que cuando se hicieron las ferias en el Centro de Convenciones Bicentenario, en 2019 y 2018, las salas para las charlas tenían muchos problemas, sobre todo por la filtración del sonido y ruidos de una a otra al momento de los conversatorios. Desde la organización se insiste que sí hubo diálogo. Enríquez asegura que durante la organización de la Feria se mantuvo un «sentido colaborativo», programando mesas en conjunto con algunas librerías y editoriales que participaron en la FIL. Además, dice que los cambios, refuerzos y ajustes en stands, señaléticas y en salas se hicieron durante el desarrollo de la Feria. 

Entre estos ajustes durante los días de la FIL están la instalación de una lona para que sirviera de techo para los stands del primer piso, y el cambio de ubicación de los stands de diseñadores gráficos —del Patio de la Picota —en la parte trasera del CCM— al patio central. 

Pero estos cambios, coinciden responsables de los stands, se hicieron luego de los reclamos que hicieron a través de un grupo de WhatsApp, a los que GK tuvo acceso, entre ellos y la organización. 

Sobre el tema del techo de los stands en el patio principal se refirió la escritora y cabeza de la editorial Doble Rostro, Sandra Araya, en una carta que publicó el 5 de enero de 2023. En ella explica que, inicialmente, cuando pidieron que se les coloque un techo para que las personas no recibieran el sol de manera directa —y para que los libros estuvieran más protegidos—, la organización respondió “que este año no habría techo y que agradecían nuestra comprensión”, escribió Araya.

Cuando los mismos expositores se pusieron de acuerdo, en el mismo chat, para conseguir un techo por su propia cuenta, la organización colocó la lona.

Algo similar habría sucedido con los diseñadores gráficos, quienes también tuvieron stands que en un principio estuvieron en el patio trasero y que reclamaron poder estar en el patio principal. La versión de libreros y editores es que una vez que se pusieron de acuerdo entre ellos y los diseñadores —al cuarto día de la FIL— para compartir entre todos el espacio del patio principal para que los diseñadores pudieran vender sus productos, la organización recién respondió, luego de darle largas a una solución.

La desorganización de las mesas

En la FIL Quito 2022 hubo 200 actividades entre conversatorios, talleres, entrevistas, lecturas, y más. Varias presentaron problemas: desde la escasa presencia de público hasta mesas con participantes que conocían poco del tema porque no era su campo de conocimiento. 

Por ejemplo, GK pudo confirmar que hubo al menos una actividad a la que no asistió ninguna persona, pero que los expositores fueron obligados a permanecer en la sala porque sino no les pagaban por su participación.

Los malos tratos que las editoriales y librerías dicen que recibieron, habrían ocurrido también contra quienes participaron en actividades. Una escritora, a la que la invitaron a moderar mesas y dar un taller, dice que se sintió agredida por la organización y las respuestas que recibió. “Para el taller pregunté por las edades de los asistentes a los que estaba dirigida, para preparar el contenido, y me las confirmaron. Pedí también un tipo de sala y materiales. El día del taller, asistieron personas de todas las edades, lo que me obligó a improvisar el contenido. La sala no tenía las condiciones requeridas y no estaban los materiales pedidos. Los chicos del staff me dijeron que no les habían pedido que llevaran nada”, dice la escritora.

Antes de que comience la Feria hubo también reclamos, como una agenda mal hecha. En la primera versión de la agenda, por ejemplo, había autoras y autores en mesas que poco tenían que ver con sus conocimientos o experiencias literarias. GK confirmó que varios invitados pidieron cambios en la agenda cuando descubrieron estas inconsistencias. Estos cambios sí se hicieron.

Las invitadas a las mesas tuvieron más problemas. Como lo escribe Sandra Araya en su carta pública, la organización agendó actividades a dos autoras internacionales el mismo día de su vuelo de regreso, pocas horas antes de la salida del vuelo. “¿Y si llega solo con una hora de antelación al aeropuerto? Ese tipo de soluciones eran las que te ofrecían”, escribió en referencia a esta falta de organización y a lo ocurrido con las escritoras Selva Almada, de Argentina, y Kathy Serrano, de Perú. A Almada sí le cambiaron la actividad para que pudiera tener una charla final; con Serrano la actividad no se pudo realizar.

Selva Almada en la FIL Quito 2022

Selva Almada en una de sus actividades en la la FIL Quito 2022. Imagen tomada de la cuenta de Twitter de la FIL Quito 2022.

Mientras se desarrollaban los conversatorios también hubo problemas.

El personal del Centro Cultural Metropolitano —no el staff de la FIL— se tomó muy en serio los horarios. Por ejemplo, durante la presentación de la edición ecuatoriana de la novela La mirada de las plantas, del escritor boliviano Edmundo Paz Soldán, se apagaron las luces y los micrófonos cuando el reloj marcó las 8 de la noche, hora de cierre, minutos antes de que se acabara el acto. 

Otras mesas —como la que abordó temas de periodismo y seguridad— no tuvieron mujeres entre el grupo de expositores, cuando se sabe que en el periodismo ecuatoriano  quienes más han enfocado su trabajo en el tema de seguridad, en los últimos 5 años, son las mujeres. 

¿Por qué se dieron estos problemas en las mesas? La mayoría de las personas consultadas coinciden en una sola causa: la salida de la escritora y gestora guayaquileña Andrea Crespo del comité curatorial. 

Las falencias del comité curatorial

La salida de Andrea Crespo del comité curatorial fue el 11 de octubre de 2022, dos meses antes de que empiece la FIL Quito 2022. Un comité curatorial se encarga de definir la lista de autores invitados y las actividades que tendrán en la Feria.

Con la salida de Andrea Crespo quedaron en el Comité los curadores Alejandra Correa —escritora y editora uruguaya, residente en Argentina, codirectora del Festival de Poesía en la Escuela—, Martín Tituaña —de Ecuador, magíster en Estudios de la Cultura, integrante y fundador del Encuentro de Arte y Comunidad Al Zur-ich, además de fundador del Colectivo de Arte Contemporáneo Tranvía Cero— y Rafael del Castillo —escritor, director editorial y gestor cultural cultural colombiano.

El comité curatorial fue escogido por la Organización de Estados Iberoamericanos, a través de un concurso público, y empezó sus funciones en mayo de 2022.

De ese comité, Crespo era la profesional más cercana al tema literatura ecuatoriana. Incluso, la misma Natalia Enríquez dice que era “la persona que aportaba con los criterios sobre la literatura nacional y los autores nacionales”. 

Diego Fonseca en la Feria Internacional del Libro de Quito 2022.

Diego Fonseca en la Feria Internacional del Libro de Quito 2022. Fotografía de la cuenta de Facebook de Severo Editorial.

Sobre la razón de la salida de Crespo, la organizadora de la FIL dice que la escritora “firmó un contrato con la OEI y ahí había un criterio de confidencialidad que en algún momento se vio roto, por lo que se tuvo que rescindir de su contrato. Pero el trabajo que Andrea dejó haciendo en el comité curatorial fue súper importante”.

Andrea Crespo, dice que esa no fue la razón por la que salió del Comité. 

Según Crespo, nunca rompió ninguna cláusula de confidencialidad. En su trabajo como curadora, dice, estableció contacto directo con autores y autoras para invitarlos y parte de su trabajo era mantener ese contacto para ajustar todo lo que se estaba haciendo con las actividades que ellos debían realizar en la FIL. Y en ese proceso debió explicar a varios escritores por qué debía retirarles la invitación.

Finalmente, la mayoría de los escritores y escritoras propuestos por Crespo sí participaron en la FIL.

Por su conocimiento de la literatura ecuatoriana, Crespo aportó mucho a la organización de esta Feria. “Muchos de los nombres de los invitados, casi el 80% corresponden al trabajo realizado por Andrea, el otro 20% a situaciones logísticas de los invitados que nos obligaba a cambiar de nombres porque no podían asistir. Lo que Andrea hizo fue súper importante (…) muchísimos de los 80 autores nacionales fueron sugeridos bajo su criterio, un poco perfilando en qué mesas podrían estos autores enfocarse, con qué ejes, qué tipo de escritura tienen, desde dónde están escribiendo, etc.”, explica Enríquez.

Antes de que oficialmente le anunciaran su salida, Crespo dice que dejó listos “un index de mesas, con lista de invitados para cada una, con sinopsis de 2 a 3 líneas para cada actividad, enmarcadas en la idea del Bicentenario —que fue el tema central escogido para esta edición—”. La idea propuesta se centraba en abrir un diálogo entre la tradición y las prácticas literarias que se han dado en el país, incluyendo las más actuales. Es decir, una perspectiva crítica, que todavía estaba en construcción al momento de su salida.

Cuando se fue, Crespo todavía estaba desarrollando el contenido de las mesas. A ella le faltó “conversar con los autores para llegar a entendimientos, para explicar de qué iba la sinopsis, qué significaba para ellos y así establecer un conocimiento cabal de su rol en la mesa”, dice.

Esas conversaciones que debían darse previamente con los autores, no se dieron. GK consultó a varios invitados e invitadas y dijeron que solo fueron consultados si estaban de acuerdo con ser parte de las mesas designadas, pero no se trabajaron los temas ni enfoques de los conversatorios. 

Sin embargo, eso no removió el espíritu de lo que se buscaba en esta edición con el enfoque del Bicentenario. Para Natalia Enríquez la idea de la Feria era más simple: “establecer un diálogo”. 

Pero esa aspiración de diálogo no fue suficiente para que todo lo que había planeado Crespo tuviera coherencia. Algunos temas propuestos por Andrea Crespo parecen haberse mantenido —solo como nombres de mesas— y otros fueron reinterpretados. Esto habría generado cambios que al final parecieron no tener sentido. Por ejemplo, en una mesa sobre interculturalidad, el sábado 17 de diciembre, los tres expositores fueron mestizos que viven en ciudades, lo que obligó a los participantes a hacer maromas discursivas para tratar de enfocarse en el tema o, simplemente, cambiar el tema mientras se desarrollaba la mesa. Esto porque la sinopsis enviada por la organización no era clara.

Más dudas de los participantes

La Feria Internacional del Libro de Quito costó 525 mil dólares, según la Secretaría de Cultura de Quito. Enríquez dice que la gran mayoría de estos fondos se distribuyeron entre la producción del evento, adjudicada a Coordinamos Promoservice Cia. Ltda por poco más de 300 mil dólares —que incluyó el trabajo de aproximadamente 80 personas—, y los honorarios, movilización, alimentación y hospedaje de los 100 autores y autoras invitadas —por un valor de 200 mil dólares.

La planificación de la FIL empezó en enero de 2022, y en febrero arrancó el trabajo. “Lo más complicado ha sido enfrentarse a los procesos tremendamente burocráticos, un factor que complica mucho las cosas en tiempo real”, dice Enríquez. Según la funcionaria, esto causó que no pudieran tener publicidad para la Feria tres meses antes de que comenzara. La que existió, se pudo ver en redes sociales durante los días que se desarrolló la FIL.

Enríquez también dice que congregar a tantas personas del sector editorial y del libro —200 entre editores, libreros y escritores— exigió un trabajo “fuerte” por parte de la organización. “Hay temas que pueden ser leídos como errores y desaciertos por parte de la organización, pero hay cosas en las que veníamos trabajando con tiempo”, dice para justificar las falencias que hubo. 

Pamela Ríos, de Librería Cosmonauta, sintetiza la experiencia en la FIL como “un maltrato sistemático” plagada de “ignorancia y desconocimiento del sector independiente” en la que a la organización “se les fue de las manos por querer controlarlo todo”. Ríos también es categórica al decir que “las ventas no serían importantes si hubiera tenido un trato decente”.

“Nosotros queremos que la FIL salga lo mejor posible”, dice Germán Gacio, de La Caída, de Cuenca. Y para que se dé eso, Gacio cree que es importante construir “un proceso sin prepotencia y transparente”. 

Andrea Crespo tiene también su perspectiva sobre lo que finalmente salió mal. “Uno de los fallos principales en esta edición es que la política pública alrededor de la cultura mostró todas sus costuras en la FIL, que en su mala ejecución pone en evidencia cómo se entiende a la cultura desde lo público”, dice. Para ella, la imposición del criterio de una persona por encima de lo que el equipo proponía terminó siendo un gran problema.

Los escritores Alexis Cuzme, Selva Almada, Lina Meruane y Leonardo Valencia en una de las mesas de la FIL Quito 2022.

Los escritores Alexis Cuzme, Selva Almada, Lina Meruane y Leonardo Valencia en una de las mesas de la FIL Quito 2022. Fotografía tomada de la cuenta de Twitter de la FIL Quito 2022.

Esto es algo de lo que también habla, en su carta, la escritora y editora Sandra Araya. “El mismo tono de ‘les estamos haciendo un favor’ y eso, creo, es inadmisible (…) porque la gestión pública no puede seguir manejando de esa forma, pensando que todo es cuestión de favores…”, escribe.

Enríquez cree que no está mal que haya divergencias y malestares. “Todas las críticas son siempre bienvenidas”, continúa. “No se trata de ocultar los desacuerdos ya que son parte de la construcción de algo mejor. De algo que pueda tener más aciertos y menos errores”, concluye la coordinadora de la FIL. Ella asegura que están en proceso de evaluación y que se tomarán en cuenta los reclamos que se han hecho públicos. Además, la tarde del 9 de enero de 2023, la Secretaría de Cultura publicó una respuesta oficial sobre las inquietudes de los participantes en la Feria.

Este comunicado dice: “Hemos revisado cada uno de esos pronunciamientos y queremos procesarlos de manera rigurosa en el marco de una evaluación que no puede realizar la institución de espaldas al sector, ni por fuera de una reflexión integral sobre lo que es o debería ser la política pública de promoción y fomento del libro y la lectura”.

Pero esta no es la única cola que ha traído la FIL.

Por primera vez, libreros y editores independientes, así como autores, han organizado una asamblea que será del 26 al 28 de enero de 2023, en la Casa de la Cultura, y en Librería Cosmonauta. En ella hablarán de lo que pasó en esta edición de la FIL, y establecerán un diálogo con las autoridades de la Secretaría de Cultura —en el que pedirán oficialmente una auditoría a la inversión hecha para la realización de la Feria. 


Quizás este puede ser un paso importante. No se trata de pedir cabezas o de reclamar por la presencia de una u otra persona en una organización o en un stand. Ninguna de las personas consultadas quiere que la FIL desaparezca, lo que buscan es que se establezcan normas definitivas que permitan que se realice una feria de calidad, por encima de quién esté encargado. 

Y esto lo quieren hacer con un diálogo.

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Eduardo Varas
Periodista y escritor. Autor de dos libros de cuentos y de dos novelas. Uno de los 25 secretos mejor guardados de América Latina según la FIL de Guadalajara. En 2021 ganó el premio de novela corta Miguel Donoso Pareja, que entrega la FIL de Guayaquil.
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