Esta es una nota sobre el hincha que lo primero que hizo cuando se acabó el partido fue llorar, no solo por lo que significaba un Aucas campeón, sino por todos esos familiares que no llegaron, que no lo pudieron ver, que no lo pueden celebrar. Porque el Aucas, un equipo con 77 años de vida, ha conseguido su primer campeonato nacional.

Última Actualización: 13 noviembre, 2022
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Fuera de cualquier consideración sobre lo que puede y debe ser una hinchada, la de Aucas tiene algo más. Porque esa fanaticada no responde a lo que sucede en la cancha, sino a la pasión que se vive en las familias.

Aucas se transmite por genética. 

Así que esta no es una nota sobre fútbol. En realidad el fútbol es la excusa. Lo que importa es lo que hay alrededor: los hinchas que han gritado este domingo 13 de noviembre de 2022. Porque fue un partido importante, no solo la final del campeonato. Fue la consagración absoluta de la alegría

Una que venía cocinándose desde hace siete días, cuando se dio el partido de ida entre Barcelona y Aucas, en Guayaquil. Pero no, viene desde antes: quizá no siete días, sino siete décadas. La campaña auquista de 2022 que ha dado esta alegría tan ansiada ha sido perfecta: 21 partidos en seguidilla en los que Aucas no perdió. Campeones invictos. 

Esto se ha venido añejando por años. Sobre todo, para una generación que ha visto a Aucas caer a la serie B y luego a la segunda categoría. Una generación que vio a Aucas ser campeón de la segunda categoría en 2012 y que celebró que su equipo volviera a la serie A, en 2014.

La serie A, la categoría donde juegan los equipos de verdad. Era ya un premio mayor, pero soñar con un campeonato parecía ya ir demasiado lejos. 

Así que la alegría auquista de la noche del 13 de noviembre de 2022 es de cocción lenta, muy lenta, lentísima. Andrés Sánchez tiene 29 años y es parte de esa generación que durante la final sintió el vaivén de esa alegría. Porque, con cada minuto que pasaba, Aucas iba adquiriendo la forma del campeón del fútbol ecuatoriano. Porque la alegría es hacer las cuentas precisas, es activar algo que estuvo dormido por décadas. La alegría es también saber que con Aucas siempre se vuelve al lugar que se fue feliz. Eso es lo que dice Andrés Sánchez. Cuando tenía 5 años, su tío —a quien considera su padre— lo llevó por primera vez al estadio Gonzalo Pozo Ripalda, a la “Caldera del Sur”, el estadio de Sociedad Deportiva Aucas. 

Así es como nace todo. “Aucas es un miembro más de la familia. Tiene su espacio tangible en casa: su escudo, las camisetas, los colores”, dice Andrés Sánchez. Para él, Aucas es el vínculo,una pasional huracán familiar que tiene su ojo en el sur de Quito. 

Si bien Aucas nació en febrero de 1945 bajo el auspicio de la petrolera Royal Dutch Shell —es decir, tuvo mucho dinero y al menos en sus primeros años consiguió varios campeonatos provinciales de importancia, antes de que exista el Campeonato Ecuatoriano de Fútbol—, el tiempo hizo que el sur de Quito sea la casa absoluta del Aucas.

Por eso le dicen “el ídolo del pueblo”. Porque “estar en el sur lo convierte en un equipo popular y eso liga al equipo con los obreros y con la clase trabajadora”, dice Andrés Sánchez. “Esto no es así del todo, porque hay hinchas del Aucas en todos los sectores sociales, pero me gusta esa idea de cómo se lo asocia con el pueblo”, dice. Ser ídolo significa trascender el fútbol. 

¿Qué es fútbol?

Andrés Sánchez lo tiene claro. Aucas no es un equipo para celebrar sus triunfos o para recordar jugadas, o para hacer un recuento histórico. Aucas no juega al fútbol, juega a otra cosa.“Desde que tengo uso de razón, el Aucas ha sido un equipo que te da más tristezas que alegrías”, reconoce. “Me ha dado las tristezas más grandes que uno puede vivir cuando se es muy joven y le importan mucho esas cosas. Mientras que equipos como Liga se consagraban con campeonatos internacionales, los hinchas del Aucas vivíamos las etapas más amargas, descensos a la B, a la segunda categoría”, recuerda Andrés Sánchez. El triunfo de hoy no es solo una ilusión, sino una revancha.

Deja atrás esas otras épocas, de cuando en la ciudad se hablaba de fútbol, el Aucas era el cero a la izquierda. Andrés Sánchez era hincha de un equipo que parecía de ficción, que no existía. Estaba ahí, pero peleaba otras batallas —las de la supervivencia. Aunque había una cosa clara: “jamás se me pasó por la cabeza cambiarme de equipo”, dice Andrés Sánchez. Hoy el Aucas se conjuga en presente. Es y está.

Para Andrés Sánchez, Aucas es esa pasión que le legó su tío, que en 2021 falleció por un cáncer. Es el ritual quiteño por excelencia, de ir el domingo al estadio, comer algo —empanadas de morocho, el menú absoluto en los estadios en Quito— y quizás, después, tomar un helado una vez que el partido terminaba. A veces iba trotando al estadio con su tío, comían algo, celebraban las jugadas. Cuando creció, compartían una cerveza.

“Aucas es memoria, es volver a vivir ese ritual. Ahora no voy con mi tío. Voy con mi primo que es más pequeño, le compro un helado, las empanadas de morocho, y es mi ritual con él, ahora”, dice Andrés Sánchez. Es el ciclo de la vida, cruzado por el Aucas. 

Este domingo, Andrés Sánchez celebra con su sobrino en la Caldera del Sur, pensando en su tío. Eso no es fútbol, es algo más.

Esperar lo peor

El hincha del Aucas ama a su equipo como una familia amaría al sobrino que los decepciona todo el tiempo: siempre hay un espacio para él en la mesa de los domingos, sin importar lo que haga.

Andrés Sánchez viajaba con su tío siguiendo al equipo. Iban a Cayambe, a Latacunga, a Ambato, donde sea. Era un viaje familiar. Aucas era la excusa para estar juntos fuera de Quito. Andrés Sánchez también estuvo en el estadio animando al equipo cuando incluso estaba en la segunda categoría. Lo bueno de estar abajo es que solo es posible subir.

Pero eso lo ha vuelto desconfiado. Eso dice él.

La última vez que fue al estadio con su tío fue ese partido contra Vélez Sarsfield, de Argentina, con el que Aucas estuvo a punto de pasar a la segunda ronda de la Copa Sudamericana, el 18 de febrero de 2020, antes de la pandemia, antes del confinamiento. 

Aucas ganaba el partido y estaba pasando a la siguiente etapa, debía defender los dos goles que había metido y evitar que el equipo argentino metiera un gol. Faltando un minuto para el final, el árbitro pitó un penal a favor de Vélez. Thiago Almada metió el gol. Silencio. Pitazo final, adiós Aucas. “¿Qué pasó? Estábamos felices hasta hace 30 segundos, ahora todo es amargura”, recuerda Andrés Sánchez. 

Ese fantasma volvió a pasarse por la Caldera del Sur. Faltando 10 minutos para que se acabe el partido entre Aucas y Barcelona en Quito, Damián Díaz, el jugador estrella del equipo guayaquileño, pateó un penal y el arquero de Aucas, Hernán Galíndez, lo tapó. Gritos y emoción en las graderías de la Caldera del Sur.

A esa altura del encuentro, en el minuto 85, es posible que Andrés Sánchez se haya olvidado de lo que cree, eso de que hasta que no se acabe el partido, no va a celebrar nada. Es imposible no sentir que algo que nunca ha pasado, pueda ser posible. “Aucas campeón” en cuenta regresiva. Primero, como un susurro, o algo que late, que bulliría pronto.

“Los hinchas no dimensionamos que podemos estar tan arriba y que por eso la caída va a ser más dura”, reflexiona Andrés Sánchez, para no dejarse llevar, para no decepcionarse más. Pero no hay cómo creérselo del todo. Él se da cuenta: “sería idiota quitarle la ilusión a la gente”, dice. Ahora está ya claro que habría sido, también, ser poco realista. 

Porque en la noche del domingo 13 de noviembre de 2022, en el sur de Quito, en el estadio del equipo pequeño, la ilusión del hincha del Aucas se hizo verbo, se hizo carne. La alegría del campeonato es la alegría definitiva.

Eduardo Varas 100x100
Eduardo Varas
Periodista y escritor. Autor de dos libros de cuentos y de dos novelas. Uno de los 25 secretos mejor guardados de América Latina según la FIL de Guadalajara. En 2021 ganó el premio de novela corta Miguel Donoso Pareja, que entrega la FIL de Guayaquil.
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