Los Encuentros del Otro Cine (EDOC) son parte fundamental de la educación estética de buena parte de los fanáticos del cine documental en Ecuador. Ya son 21 ediciones, un número que suena a mucho tiempo, a compromiso también. 

Buena parte de la idea generalizada de que el mejor cine que se hace en Ecuador es el documental tiene que ver con los EDOC, con lo que ha generado en los espectadores, por la selección de películas, por el acercamiento con realizadores icónicos de este tipo de cine, como Albert Maysles —quien junto a su hermano David es considerado uno de los baluartes del cine documental del mundo— que llegó a una de las ediciones anteriores. También tiene que ver con la posibilidad de sensibilizar a varias personas ante este otro tipo de películas, que no dependen de efectos espaciales o de tramas donde aparezcan jedis o superhéroes.

Ahora, cuando los EDOC 2022 suceden en Quito —desde el 14 de octubre— y en Guayaquil —desde el 18 de octubre—, se puede hacer un recorrido por ciertas ideas y emociones que este año pueblan las pantallas de sus distintas sedes. 

La capacidad de los EDOC para abrir un abanico de conocimientos y sensaciones es parte de la experiencia que se comparte cada año. Y 2022 no es una excepción. Por eso, aquí va un repaso por cuatro de las películas seleccionadas para la edición actual, que prometen un paseo por cuatro emociones muy fuertes y definidas para que, si tienes dudas sobre cuál ver, al menos te guíe lo que estés dispuesto a sentir.

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Encontrar el alivio ante el dolor y la violencia 

Con El día que me callé, el cineasta ecuatoriano Víctor Arregui —quien codirige el documental con Isabel Dávalos— hace una confesión personal que es dolorosa. Habla de un día, en 1987, en que fue atacado por personas uniformadas —que podrían ser militares o policías, él no lo recuerda—  y dejado por muerto. En la película, en medio de un relato que a veces es caótico y que se mueve por varios niveles y personas que han sido parte del pasado de Arregui, se busca una forma de reparación. 

Una reparación que, se podría decir, se da en los términos que el director plantea. 

Arregui no busca justicia ante el abuso del que fue víctima. Lo que quiere es tener la libertad de contar eso que se había guardado por 35 años. Ese gesto no tiene que ser perfecto, solo tiene que ser. El día que me callé no es un documental que funcione en todo su metraje, pero conmueve y consigue uno de los momentos más intensos que ha existido en el cine documental ecuatoriano, que de por sí tiene instantes complicados.

La película, entonces, va de un lado al otro, con un hilo conductor que desaparece muchas veces, lo que rompe cierto sentido de lógica en la narración. Sin embargo, en el documental de Arregui y Dávalos no se cometen errores. Lo realmente impresionante es que la forma caótica es la manera que esta historia necesitaba para contarse, para llevar al espectador a un desenlace que desampara. Hay un impacto que permite que el dolor del cineasta se traslade al espectador. 

Nunca el recurso del dramatizado tuvo tanta fuerza como cuando se lo usa en esta película. Eso tiene mucha contundencia al final, cuando Arregui está hablando con sus hijos, cuestionando la validez de hacer o no la película, y uno de ellos —Juan Manuel, quien fuera el protagonista de Feriado, de Diego Araujo— le responde que no importa el “para qué”, sino hacer el filme. 

El gesto de convertir a una película en un acto de catarsis es bárbaro y, en este caso, único. Todo un lujo en los EDOC 2022.

Este es un documental para sentir la tristeza y la ira como emociones iniciales. Pero es el optimismo lo que termina por inundarlo todo, porque al final se trata de aceptar que todo va a estar mejor y que mejorar es posible.

El día que me callé se puede ver en Quito en los siguientes días y lugares:

  • 19 de octubre, en el cine Ochoymedio, a las 8 de la noche 
  • 23 de octubre, en el Incine, a las 4 de la tarde 

Y en Guayaquil, en una sola función:

  • 18 de octubre, en Manzana 14, a las 7 y media de la noche

La pasión como forma de vida

A Las voces del sur solo le hace falta 26 minutos para convertirnos en la mosca en la pared de la vida de Nataly y Avigaíl. Dos hermanas adolescentes, cantantes de tecnocumbia, que tratan de encontrar una carrera, o al menos que se abra la posibilidad de tener una, mientras viven su vida familiar, con sus padres en el negocio familiar de hacer dulces. 

Este corto documental de la ecuatoriana Alejandra Larrea no busca más que establecer el relato, el día a día y la preparación para un show, en el sur de Quito. Cualquier intención adicional va a correr por cuenta del espectador. Porque Larrea hace algo que le da mucho sentido a la exposición de los momentos que ha seleccionado: coloca la cámara en un solo lugar y que capte lo que pueda captar y ya. 

Así, la vida de una familia y la pasión que existe por la música —incluido el apoyo de papá y mamá— se convierten en la excusa para mostrar una idiosincrasia, un carácter festivo y la disponibilidad de dos mujeres jóvenes para cumplir sus sueños. Es como si a través de un documental se pudiera mostrar los primeros momentos de un camino que debería ser exitoso. ¿El futuro? Es lo que menos importa desde esta perspectiva.

Este corto documental de los EDOC 2022 es apto para quienes quieran sentir una emoción cercana a la alegría. Porque lo es, es un trabajo sobre lo alegre que puede ser una pasión.

Las voces del sur se puede ver en Quito en:

  • 21 de octubre, en la sala Alfredo Pareja de la Casa de la Cultura, a las 6 y media

Y en Guayaquil, en una sola función:

  • 19 de octubre, en Muégano Teatro, a las 6 de la tarde

Añorar la muerte, lo que nos vuelve humanos

Con Cartas desde Eusapia, Andrés Cornejo Pinto hace un juego de correspondencia ante muchas cosas que venían pasando a su alrededor. Un “yo”, una ficción, una historia europea y un encuentro con su familia a la distancia, se juntan para establecer esos vasos comunicantes que nos permiten, como espectadores, ponernos en una situación parecida, capaz de unir todo lo que nos rodea en un solo ejercicio mental. 

Es como si se tratara de un reflejo de algo cercano.

Porque, en un punto más profundo, Cornejo habla sobre los muertos y la forma en que, cuando empezaba a atacar el covid-19, la reflexión sobre la mortalidad se volvió necesaria. 

Aquí existe una comunicación entre una Eusapia que remite a Ítalo Calvino y a su reflexión sobre una ciudad imaginada hecha por muertos; entre las obras de arte que se pusieron bajo tierra de Bruselas para protegerlas de la guerra y lo que sucede en Ecuador, cuando la pandemia golpeó y los cadáveres poblaban las aceras y calles de Guayaquil.

Cornejo se conecta con su padre en una serie de llamadas telefónicas y con la muerte de alguien cercano, descrita en las conversaciones, consigue llegar al punto en el que la reflexión es absolutamente redonda. Este es un cortometraje documental que no hay que perder de vista en los EDOC 2022.

Recomendado específicamente a quienes busquen la sorpresa como emoción primaria, sobre todo porque el director arma un discurso coherente con tantas cosas que no parecen tener nada en común, pero que terminan tan unidas.

Cartas desde Eusapia se puede ver en Quito en:

  • 22 de octubre, en el Incine, a las 4 y media

Y en Guayaquil, en una sola función:

  • 21 de octubre, en Muégano Teatro, a las 6 de la tarde

La ira frente a la violencia policial

El documental de David Lasso llega en un momento que no puede ser más preciso para desarmar un discurso que se intenta generar desde la autoridad, a raíz de la desaparición forzosa y femicidio de María Belén Bernal, de que se trata de malos elementos y no de toda una estructura policial que le da mucha más importancia al “espíritu de cuerpo” que a resolver crímenes cometidos por sus miembros. Guañuna, en ese sentido, golpea de forma directa.

Este es el relato del asesinato de Paúl Guañuna por parte de policías en servicio activo en 2007. 

Es también la historia de los sobrevivientes, de la familia del chico de 16 años que se mantuvo en lucha para que se hiciera justicia y que hace lo posible para que su memoria siga presente. Lasso ha hecho un documental que revela el intento por esconder el hecho por parte de los policías, las omisiones de la justicia, los prejuicios sociales frente al arte urbano y el malestar frente a un hecho que no debió pasar.

Que simplemente no debe suceder.

No hay sorpresas ni mecanismos audiovisuales que busquen volar la cabeza. El objetivo es ir al grano y contar esta historia de casi impunidad y poner en evidencia esos mecanismos que se activan en un país como este, donde —como se dice en un punto del documental— matar a alguien es posible por la forma en que la justicia opera. En el fondo, lo que hizo David Lasso es una radiografía.

Este documental es para quienes desean que la indignación siga creciendo ante una realidad de la que ninguna autoridad quiere hacerse cargo.

Guañuna se puede ver en Quito en:

  • 20 de octubre, en el Ochoymedio, a las 8 y 15 de la noche

Y en Guayaquil, en una sola función:

  • 21 de octubre, en Manzana 14, a las 5 y media de la tarde
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Eduardo Varas
Periodista y escritor. Autor de dos libros de cuentos y de dos novelas. Uno de los 25 secretos mejor guardados de América Latina según la FIL de Guadalajara. En 2021 ganó el premio de novela corta Miguel Donoso Pareja, que entrega la FIL de Guayaquil.
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