Francisco*, un joven que cumple su condena en una prisión costera dice que tuvo que unirse a los R7 “para sobrevivir en la cárcel”. Desde su celda, Francisco cuenta que es uno de los encargados de la “disciplina” en la organización. “De que todo esté en orden en las reuniones y de los castigos a los miembros”, dice. Aquella práctica, explica Alexandra Zumárraga, ex directora nacional de Rehabilitación Social, es tomada en parte, de las naciones.

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Las naciones son una forma de agrupación callejera.  A diferencia de las pandillas, dice un artículo de 2006 de la investigadora Andreina Torres, son “grupos juveniles más extensos y organizados que obedecen a una cadena de mando según la antigüedad y méritos obtenidos”. Siempre tienen integrantes que cumplen un rol disciplinario.Por ejemplo, se cercioran de que todos estén bien formados de forma estricta. 

Sin embargo, explica Zumárraga, quien también ha investigado ampliamente la dinámica de las naciones, la práctica también es tomada de protocolos militares rígidos. “Recordemos que existen varios militares que forman parte de bandas”, dice Zumárraga. 

Los R7 son una  banda delictiva de apenas dos años de operación. Pero han ganado notoriedad en las últimas  masacres en las cárceles del Ecuador. En el pabellón de máxima seguridad de la prisión de Santo Domingo, donde se dio la más reciente matanza, fueron acribillados y acuchillados decenas de reclusos. Era el quiebre de la alianza entre Los Lobos, una de las mayores organizaciones narcodelictivas del país, y  los R7

Francisco, quien intenta superar un problema de adicciones a las drogas que padece hace casi diez años, ha vivido varios de estos enfrentamientos en la cárcel costeña en la que cumple su condena de 17 años por narcotráfico a gran escala. En uno de los violentos motines que han sucedido entre 2021 y lo que va de 2022, él fue quien castigó, con golpes o palizas, a los integrantes que habrían difundido imágenes de los enfrentamientos

Dice que se arrepiente, pero esa es la realidad en la que vive ahora. “Aquí sobrevives. Siento que yo no debería tener la autoridad de ejercer violencia contra nadie. Pero son mis jefes y a ellos me debo”, cuenta. Dice que intenta mantenerse tranquilo. Pero también está marcado: en su cuerpo lleva la “placa” —una suerte de logo con la que son identificados y tatuados los miembros de una banda. Aún no sabe cómo borrará después o, si en algunos años, aún quisiera hacerlo. 

Son tres calaveras unidas, fantasmagóricas y sonrientes, unidas por un fusil, similar al modelo de metralleta R15. Por ahora, a Francisco solo le queda seguir obedeciendo las órdenes que llegan desde Anchundia y alias Negro Ángelo, dos de los cabecillas de los R7. 

A Francisco le llamó la atención que su propia banda se uniera al proceso de pacificación. “Hay muchos ‘torcidos’ [personas poco confiables] entre las otras bandas”, cuestiona. En un principio, de hecho, desconoció el comunicado que se difundió en mayo de 2022 por la Comisión de Pacificación Penitenciaria. En aquel documento, los voceros de los R7 escribieron que están “dispuestos a estrechar las manos dejando las armas para obtener la paz de nuestro país”. 

Mientras sigue en prisión, Francisco escribe, por recomendación de una psicóloga. En ocasiones, admite, le resulta doloroso. “Mi familia me amaba. De eso no hay duda. No debió ser fácil la posición de mis padres, aunque confieso que tampoco fue imposible. No para todos, ya que uno se rindió a mitad del camino. Juzgar no está en mí. Ya no está en mí”, dice en un texto que escribió poco después de  cumplir  un año de prisión.

 “¿Quiera el universo concederme siquiera una hora de libertad”, añora en otra de sus líneas. “Se lo pagaría con la cantidad que me pida. Mi vida también la daría por ser en tus días la mayor alegría”, le escribe a la persona que, según dice, extraña a diario. 

Ahora es parte de los R7, pero tiene otros planes para cuando recupere su libertad. Dice que quiere construir un centro de educación para niños, niñas y adolescentes con discapacidad. “Aún me faltan muchos años, pero yo sí quiero salir a hacer eso. La cárcel me ha demostrado que tienes que aprender a ser fuerte, y sobre todo, a tener mucha más claridad. Ya no siento que me estoy volviendo loco”, dice Francisco. 

Afirma que estar preso le ha servido para entender y reconocer sus propios errores.

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Karol E. Noroña
Quito, 1994. Periodista y cronista ecuatoriana. Cuenta historias sobre los derechos de las mujeres, los efectos de las redes de delincuencia organizada en el país, el sistema carcelario y la lucha de las familias que buscan sus desaparecidos en el país. Ha escrito en medios tradicionales e independientes, nacionales e internacionales. Segundo lugar del premio Periodistas por tus derechos 2021, de la Unión Europea en Ecuador. Recibió una Mención de Honor de los Premios Eugenio Espejo por su crónica Los hijos invisibles de la coca. Coautora de los libros 'Periferias: Crónicas del Ecuador invisible' y 'Muros: voces anticarcelarias del Ecuador'.

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