¡Hola, terrícola!

Estos días han sido bastante ajetreados: estuvimos grabando Aurora en Guayaquil (van a amar a los personajes de los próximos episodios) y la logística de cada episodio es bastante compleja, más si es en otra ciudad. Pero Aurora me encanta y este agotamiento que me deja es bien recibido pues es un testimonio a lo que podemos hacer los seres humanos cuando creemos, aplicamos y promovemos la libertad, la democracia, la ciencia y los derechos humanos. Una de esas posibilidades es la lucha contra el cambio climático.

flecha celesteOTRAS HAMACAS

La recordé porque, a inicios de abril, Doménica Montaño, la reportera de GK que cubre medioambiente, nos explicó el más reciente informe del Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) sobre mitigación. La conclusión que Dome nos transmite es que aún hay esperanza.

Es importante decirlo porque muchas veces pensamos en el cambio climático solo en dos claves: 

  1. Es un concepto etéreo que no me incumbe, y
  2. Está todo perdido. 

Ambos son argumentos peligrosos.

El primero porque es mentira que no nos afecte: solo en el Ecuador ha habido más de 30 muertes en 2022 por eventos asociados al cambio climático. Si me lees, por ejemplo, desde Cuenca, sabes que la hermosa ciudad sureña está virtualmente encerrada por los deslaves continuos que han bloqueado su principal carretera de acceso. Un viaje que podría tomar 3 horas dura más de 6 ahora. 

Ni hablar de quienes perdieron familiares y amigos en el terrible aluvión en La Gasca, un céntrico y populoso barrio de Quito

El otro argumento es igual de peligroso porque si ya todo está perdido, ¿para qué esforzarnos? Eso nos llevaría a la inacción, a la resignación y seguramente a caer en argumentos populistas y nacionalistas.  

Pero como bien explica Dome, “a pesar de que uno de los hallazgos principales es que las emisiones de gases de efecto invernadero son históricamente altas”, todavía podemos dar un giro que mejore el futuro. 

El informe, dijo Antonio Guterres, secretario general de las Naciones Unidas, “expone opciones viables” para “mantener viva la posibilidad de limitar el calentamiento global a 1,5 grados”. Guterres habló de la necesidad de bajar el consumo de combustibles fósiles.

Unos días después del informe del IPCCs, me enteré de la “mayor inversión jamás realizada para succionar carbono del cielo” en mi segundo newsletter favorito sobre medioambiente, The Weekly Planet, escrito por Robinson Meyer, periodista de The Atlantic —del primero se enterarán pronto ;)

Resulta que un grupo de las más grandes compañías tecnológicas del mundo “se está tomando en serio el carbon removal, la tecnología aún incipiente en la que la humanidad puede extraer el dióxido de carbono que atrapa el calor de la atmósfera”, dice Meyer. Pongo carbon removal en inglés porque, genuinamente, no sé cuál es el término correcto en español. 

Esta tecnología consiste en succionar el dióxido de carbono del aire y almacenarlo. Es, como dice el Weekly Planet, una industria en ciernes. Pero que empresas como Google, Meta, Shopify y Stripe (con la que, por ejemplo, GK gestiona su programa de membresias), anuncien que comprarán 925 millones de dólares en eliminación de carbono durante los próximos ocho años es una gran noticia.

Por supuesto: el carbon removal no es la fórmula mágica que resolverá el cambio climático. Nada que vale la pena funciona mágicamente (a pesar de lo que mucha gente crea): se necesita mucho esfuerzo conjunto y sostenido

Todos tenemos un rol que jugar. Desde las acciones individuales hasta los necesarios cambios regulatorios y el fomento de la innovación de la empresa privada. 

Tenemos que insistir en la necesidad de cambiar nuestras fuentes de energía: la fisión nuclear es uno de los pilares fundamentales de la lucha contra el cambio climático. En América Latina, ¿qué planes hay para crear más plantas nucleares? Un poco más lejos está la otra forma de energía nuclear que necesitamos: la de fusión.

Esto es indispensable porque el mundo necesita energía. En especial, los más pobres. Una refrigeradora o un congelador pueden ser verdaderos salvadores: para mantener la vida útil de una vacuna, para preservar los alimentos o para impulsar una bomba de agua para regar campos. 

Creer que ir en velero por el Atlántico es una solución, no solo es ingenuo, sino que la evidencia demuestra que es inútil: en 2020, cuando el covid-19 detuvo al mundo, explica Bill Gates en Cómo evitar un desastre climático, las emisiones bajaron apenas un 5%. No volaban aviones, no rodaban carros, todo estaba detenido y las emisiones no bajaron drásticamente. 

Las soluciones al cambio climático vienen de los mismos lugares de donde siempre hemos encontrado respuestas: de la ciencia, de la cooperación internacional, de la vigencia de los derechos humanos y de los sistemas verdaderamente democráticos (que son más que ganar elecciones, sino pregunten en El Salvador, Nicaragua o Rusia) que crean las condiciones para la prosperidad

Todos esos esfuerzos valen la pena. Deben ser promovidos y celebrados. Porque, como decía al principio, hay esperanza. ¿Y saben quiénes ya lo saben? Los más jóvenes

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José María León Cabrera
(Ecuador, 1982) Editor fundador de GK. Su trabajo aparece en el New York Times, Etiqueta Negra, Etiqueta Verde, SoHo Colombia y Ecuador, entre otros. Es productor ejecutivo y director de contenidos de La Foca.

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