Reconocer la importancia del trabajo remunerado del hogar y los derechos de las personas que lo realizan, es un tema pendiente que se debe abordar con seriedad. 

En América Latina y el Caribe el 93% de las 11 millones de personas que se dedican al trabajo remunerado del hogar son mujeres. De acuerdo con el último censo del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC), de 2010, en Ecuador más de doscientas mil personas realizaban trabajo remunerado del hogar, y 9 de cada 10 eran mujeres; el 29% de ellas tenía entre 15 y 39 años. Estas son las últimas cifras oficiales disponibles.

Hoy, 30 de marzo, en el Día de las trabajadoras remuneradas del hogar, es necesario reconocer que  este trabajo es una importante fuente de empleo para las trabajadoras migrantes, mujeres indígenas, afrodescendientes y de sectores rurales. Y también recordar que sigue siendo un oficio mal pagado: según los datos del INEC y del Ministerio del Trabajo, solo el 28% de estas mujeres tiene contratos que les permiten acceder a servicios de protección. Sin embargo, de acuerdo con un estudio de CARE, los contratos no siempre aseguran el pleno ejercicio de todos sus derechos laborales y rara vez se cumplen a cabalidad.

“La muchacha”, “la empleada”, “la que me ayuda” son algunos de los apelativos con los cuales nos referimos a las trabajadoras remuneradas del hogar. Muchas de ellas, además de cumplir con tareas de limpieza, se ocupan de la alimentación y los cuidados. La mayoría cuida a su familia y a la de sus patrones. Si viven en un régimen “puertas adentro” empiezan el día antes del amanecer y su jornada no termina hasta que el último miembro de la familia no se haya ido a dormir; rara vez regresan a sus hogares, gozan de vacaciones o reciben salarios justos por su trabajo.

Es hora de hablar y actuar con justicia. Es hora de poner en valor el trabajo remunerado del hogar y la contribución de las mujeres que lo realizan como una actividad económica imprescindible que resultó muy golpeada durante la pandemia

Muchas fueron desvinculadas de sus trabajos por temor al contagio. Otras asumieron la responsabilidad de los cuidados de los hogares en los que trabajaban y de los suyos propios. Y otras se expusieron a contraer el virus al tener que cuidar de personas enfermas de las familias de sus patronos y al movilizarse a sus espacios de trabajo arriesgándose además a ser transmisoras en sus propios hogares. 

Las trabajadoras remuneradas del hogar enfrentan otra pandemia múltiple y silenciosa: la invisibilización, la discriminación de clase, la vulneración de derechos laborales, el acoso y la violencia en el lugar de trabajo y violencia de género. Por eso es necesario generar acciones integrales que permitan seguir reconociendo esta labor como un trabajo digno que posibilite a estas trabajadoras ejercer sus derechos laborales de forma plena en un entorno de trabajo seguro y saludable.

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En Ecuador se marcó un hito en la protección, promoción y defensa de los derechos humanos de las trabajadoras remuneradas del hogar (TRH) cuando en el 2021 el pleno de la Asamblea Nacional declaró el 30 de marzo como el día nacional de las trabajadoras remuneradas del hogar. Lo hizo para conmemorar y valorar el papel que ellas ocupan en el desarrollo social y económico del país. Pero también para señalar el camino que se debe recorrer aún para garantizar, de forma plena, sus derechos y fomentar una cultura que promueva el trabajo digno y la no discriminación hacia ellas. 

El trabajo remunerado del hogar está feminizado, no solo porque está compuesto en su mayoría por mujeres, sino porque en él se reflejan varias condiciones de desigualdad de género que afectan a las mujeres. La primera es una relación laboral privada —que bordea lo familiar y afectivo y provoca dependencia, abuso y violencias. La segunda es el trabajo de cuidados —en el que se basa la vida pero se considera elástico, infinito, sin costo y femenino. La tercera es la relación económica patriarcal que mantiene visos de servidumbre. Y la cuarta es la profunda desigualdad e indefensión cultural, simbólica y material. 

La falta de valor que la sociedad le otorga al trabajo de cuidados y la asignación de esta tarea —que no tiene paga— a las mujeres causa que esta actividad sea mal pagada y  quienes la realizan, sufran maltrato. 

La mayoría de estas trabajadoras son mujeres de estratos bajos, inmigrantes (con o sin documentos legales), de bajo nivel educativo, jóvenes o adolescentes, indígenas o afrodescendientes, y esto genera que haya desigualdades cruzadas y factores de riesgo de enfrentar más vulneraciones de derechos. 

Este conjunto de vulnerabilidades emerge al momento de enfrentar una negociación laboral (gran parte de estas trabajadoras no está asociada a un gremio laboral), exigir un derecho, denunciar un abuso o más aún un evento de violencia. Estas situaciones tienen el agravante de que se dan dentro de relaciones económicas poco claras y mediadas por diferencias abismales en los recursos y capitales de quien emplea y quien está empleada.

El gobierno de Ecuador ha garantizado el acceso a los derechos laborales y de seguridad social de las trabajadoras del hogar con acciones concretas. Una de ellas es la equiparación de la jornada máxima de trabajo a la del resto de los asalariados o la equiparación de su salario con el salario mínimo nacional. Pero es importante fortalecer la recolección de información sobre los avances y acciones que se realicen en el país relacionadas al control, inspección, verificación, impulso y garantía de los derechos de las personas trabajadoras remuneradas del hogar. En este proceso se debe involucrar a la sociedad civil, organizaciones internacionales, entes rectores, instituciones públicas y privadas en el ejercicio de avanzar juntos hacia un desarrollo sostenible. 

Desde ONU Mujeres consideramos fundamental promover espacios de trabajo conjunto para acompañar la implementación de convenios ratificados por Ecuador como el 189, 182 y más recientemente el Convenio 190 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Por eso, formamos parte de la Mesa Interinstitucional por los derechos de la Trabajadoras Remuneradas del Hogar. Esta está conformada por organizaciones sociales de mujeres, sindicatos de trabajadoras, representantes de la academia y el gobierno, y busca avanzar en el reconocimiento y garantía de los derechos económicos, laborales, sociales, de salud de las trabajadoras del hogar en Ecuador. 

Que este 30 de marzo sea una oportunidad para reflexionar sobre la importancia de cuidar a quienes cuidan a las demás personas, a quienes sostienen la economía y hacen posible que el mundo como lo conocemos siga su curso. 

El trabajo remunerado del hogar permite que otras actividades económicas y productivas ocurran. La obligación de las y los empleadores es garantizar el bienestar, el goce de tiempo y la dignidad de las personas que hacen esto posible. Es hora de no dejar atrás a miles de mujeres que sostienen en sus hombros sus propias economías y las de las familias para las que trabajan.

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Ana Elena Badilla
Representante Residente de ONU Mujeres en Ecuador.