¡Hola, terrícola! Todo los que ya estábamos vivos en la década de 1980 recordamos el terror que causó la aparición de la enfermedad del sida, que es la última etapa de la infección del Virus de Inmunodeficiencia Humana o VIH. Era una enfermedad desconocida, letal y de transmisión principalmente sexual —lo que la convirtió en un pozo séptico de prejuicios religiosos y moralistas. Por ejemplo, se pensó durante mucho tiempo que solo se contagiaban los hombres homosexuales. Pero bueno para qué es la ciencia sino para quitarnos las cataratas de la ignorancia esotérica y religiosa y poder ver un mejor futuro: cuarenta años después, la batalla contra el VIH avanza a paso firme en el mundo. 

Empecemos por lo evidente: el VIH sigue siendo un virus considerado incurable por la comunidad científica. Sigamos por lo no tan evidente: vivir con VIH no es lo mismo que vivir con sida. El Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (sida) es la última etapa de la infección causada por el VIH. Y vayamos a algo que ya deberíamos saber: no todas las personas con VIH desarrollan sida.

flecha celesteOTRAS HAMACAS

El VIH es un retrovirus destruye las células CD4 (o T) con las que nuestro cuerpo se defiende de las infecciones. El VIH ataca a esas células y las destruye, dejándonos indefensos. Es un proceso que toma mucho tiempo —aunque los síntomas de la infección por VIH pueden aparecer en semanas luego de haberlo adquirido

El sida es la fase más grave del VIH y, con el tiempo, provoca la muerte. Una persona con VIH que no recibe tratamiento, generalmente desarrolla el síndrome en unos diez años, explica HIV.info, sitio oficial de información sobre el VIH del gobierno de los Estados Unidos. Los tratamientos actuales hacen que el daño que causa el virus sea más lento y las personas vivan una vida sana y digna durante muchos años.

Hoy, muchas personas que viven con VIH pueden tener esa vida. Ha sido posible gracias a una colaboración cercana entre la ciencia, los sistemas internacionales de derechos humanos, los gobiernos y la empresa privada. En pocas palabras, nuestro avance contra el VIH es una preclara muestra del progreso. 

Empezó hace cuarenta años, cuando se hablaba de una “plaga bíblica” (o sea, un castigo divino para los homosexuales), se presentaba a los pacientes con VIH como condenados a muerte (bueno, aún hay irresponsables que hacen eso) y se tuvo que enfermar una estrella de cine de sida para que se levantara el velo estigmatizante sobre la condición: cuando Rod Hudson reveló que tenía el síndrome, hizo que “mucha gente en este país entienda que esta enfermedad no es una enfermedad del inframundo, que gente amada, que es próspera y puede pagar el mejor de los tratamientos puede morir de ella”, dijo en 1985 Mathilda Krimm, de la Fundación Médica para el Sida. 

Pero todo esto se fue superando, aunque aún falta mucho por hacer. Ya sabemos que no solo se transmite de forma sexual, y afecta no solo a determinado grupo de la población. 

Escribo todo esto después de leer hace unos días que el cuerpo de dos pacientes se ha deshecho del virus por sí solos. Una de ellas es una mujer argentina que ha preferido mantener su identidad en reserva y que ha sido bautizada como “la paciente Esperanza”. Su sistema inmunológico ha logrado deshacerse por sí mismo del VIH. Si el mecanismo con que lo hizo es comprendido y sintetizado, el temido virus podría ser curado

Ella no es la única persona que ha logrado librarse del virus. Un hombre londinense ha vivido 30 meses sin rastros del virus en su cuerpo y ha dejado de tomar sus pastillas antirretrovirales después de someterse a un trasplante de médula. El trasplante no era un tratamiento para el VIH, sino para un cáncer que padecía, reportó la BBC. Una mujer de San Francisco, Estados Unidos, reportó el servicio de noticias británico, también se ha librado de la infección.

Aunque estos casos son muy esperanzadores, matizan los expertos, son los tratamientos antirretrovirales las herramientas más poderosas contra el VIH. El virus era un sino letal hace cuarenta años. Hoy, con medicación adecuada, las personas que lo cargan en su organismo pueden tener una vida plena. Incluso hay quienes tienen cargas virales tan bajas que ya no podrían transmitir el VIH. Para ellos, el desafío es cultural: que la sociedad —empleadores, colegas, compañeros, familia— entendamos que su vida es como la nuestra

Es un triunfo de la ciencia, pero también de la cooperación internacional. Las Naciones Unidas han sido clave en este avance también. ¿Cómo? Pues aplicando una estrategia que se llama 90-90-90 que tiene como meta lograr que el 90% de la población se haga la prueba de VIH, que de esas personas testeadas, el 90% que sea diagnosticado positivo con el virus acceda al tratamiento antirretroviral y que el 90% de las personas en tratamiento, tenga carga viral indetectable (es decir, que el virus no aparezca en los exámenes). 

ONUSida, la agencia de la ONU que lidera los esfuerzos por la erradicación del virus, dice que si se logran estos dos últimos objetivos, la presencia del virus en la sangre y fluidos corporales de los pacientes será mínima y habrá cero muertes en 2030 ¡Cero muertes por sida! ¿Se imaginan eso? 

Habría sido impensable hace apenas 40 años. Imagínate que nos hubiésemos quedado con las explicaciones religiosas sobre el VIH y el sida. Plaga para los injustos. Karma de una vida pasada. Castigo de los dioses ¡Qué pesadilla!

Los gobiernos han jugado también un rol crucial. Varios países de América Latina y el Caribe ya han sido certificados por la OMS como libres de transmisión de madre a hijo del VIH. Se suman a una creciente lista global. Esto ha hecho que, según el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), la transmisión materno infantil en 2020 bajara más de un 50% en diez años

A estos grandes pilares del trabajo mancomunado hay que sumarle el rol de la sociedad civil. Para muestra, un botón del que los ecuatorianos deberíamos sentirnos orgullosos: la fundación VIHDA, que trabaja incansablemente en, precisamente, prevenir la transmisión materno infantil. Ha hecho, desde 2007, casi medio millón de pruebas de VIH a madres gestantes y evitado que miles de niños en el Ecuador nazcan con el virus

Gracias a esta mancomunión de esfuerzos, en todo el mundo las muertes por sida han caído un 62% desde 2004, cuando hicieron pico porque la prevención y el diagnóstico aún no eran lo suficientemente fuertes en todo el mundo, en especial en el África Subsahariana.

Las infecciones han bajado un 52% desde 1997. 

Este cuadro me parece tan esperanzador (es de Our World in Data, el sitio más completo de estadísticas de todo el mundo) 

muertes y nuevos casos de VIH

Fotografía tomada de Our World in Data.

¿Te das cuenta que la única línea que sube es la de gente que vive con VIH mientras todas las demás bajan? Esto quiere decir que cada vez hay más personas que tienen el virus pero no mueren, que pueden cumplir sus propósitos personales y comunitarios. 

Pero falta todavía. Estos dos años de pandemia del covid-19 han sido durísimos no solo por las muertes, el dolor y las pérdidas económicas. También porque tendrá consecuencias en grandes objetivos de nuestra civilización global. Uno de esos es cumplir la meta 90-90-90. El fin de la epidemia del VIH (algunos expertos creen que califica de pandemia, pero la Organización Mundial de la Salud la mantiene como epidemia), podría aplazarse. 

En Ecuador, el registro de casos desde 1990 es ascendente —aunque esto podría ser una consecuencia del aumento de diagnósticos: los activistas señalan que se ha mejorado mucho el mapeo, diagnóstico y atención de la infección, pero calculan que aún un 40% de las personas que tiene el virus no se ha sometido a una prueba. 

Como siempre: el progreso avanza pero no como una escalera mecánica hacia arriba, sino con reveses y baches, caídas y levantadas. Lo importante es que cada que nos caigamos, nos paremos viendo hacia el frente. 

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José María León Cabrera
(Ecuador, 1982) Editor fundador de GK. Su trabajo aparece en el New York Times, Etiqueta Negra, Etiqueta Verde, SoHo Colombia y Ecuador, entre otros. Es productor ejecutivo y director de contenidos de La Foca.

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