El triunfo electoral de un radical indigenista de izquierda como Pedro Castillo ha suscitado interés y preocupación en América Latina. El maestro de escuela con una carrera en la dirigencia sindical es miembro del partido político Perú Libre, que se define como de izquierda marxista. Castillo también fue “rondero”, como se conoce a los miembros activos de las “rondas campesinas” que son movimientos organizados para combatir la delincuencia en el campo, y que en los años del conflicto interno repelieron las incursiones de la guerrilla maoísta de Sendero Luminoso. 

La visión de Pedro Castillo sobre las relaciones internacionales del Perú están cimentadas en una fuerte posición nacionalista y “anti neo liberal”. Su discurso sobre la relación con Chile, país con el que existe una antigua tensión y sobre el cual se ha mencionado la intención de expropiar empresas de origen chileno, su comentario de que expulsará a los ciudadanos venezolanos en situación de movilidad humana que residen en Perú, o los continuos ataques a lo que Castillo considera “los neo liberales” entre los que incluye a la OEA, al Fondo Monetario Internacional, y a Estados Unidos, constituyen alarmas serias sobre las acciones que el gobierno de Perú Libre podría emprender en su política internacional.

Castillo, quien tiene su mayor base política en la sierra andina peruana, ha sido ampliamente identificado con líderes autodenominados de izquierda del continente como Rafael Correa, Evo Morales o Hugo Chávez. En el ideario de Perú Libre,  partido político que lo respalda, se dice expresamente que los mencionados líderes de izquierda: “(…) estuvieron en el punto más alto de la integración latinoamericana, basada en principios soberanos, fue un grupo de presidentes que le dio dignidad al continente, lamentablemente nuestro país siempre fue una decepción ante estos intentos”.

Es decir, tanto para Pedro Castillo como para el partido político que lo auspicia, la asociación con el denominado Socialismo del Siglo XXI es una necesidad ideológica que define su identidad política y, por lo tanto, también podría delimitar su manera de relacionarse con los Estados latinoamericanos. Ahora las preguntas inevitables son: ¿Cuál será la postura del Perú ante los líderes “neoliberales” de la región como podría considerarse a Guillermo Lasso? y ¿cómo afectarían estas diferencias ideológicas a las relaciones bilaterales? Otra duda más inmediata es ¿Castillo invitará a su posesión en el Palacio de Pizarro al presidente Lasso?

Sobre la política exterior, Perú Libre dice que: “Los neoliberales son enemigos de la integración regional de los pueblos y de su desarrollo”. Con ello, podemos inferir que el gobierno de Castillo vería como enemigos o al menos adversarios a quienes promuevan una política económica liberal y, básicamente, no se encasillen dentro de la izquierda latinoamericana. No obstante, las líneas discursivas del nuevo presidente peruano no necesariamente confirman un rompimiento de relaciones con Estados vecinos, aunque sí pueden significar un detrimento de las relaciones en general. 

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En el caso más concreto con Ecuador son tres temas los que preocupan: la situación fronteriza —especialmente lo relacionado al comercio y a la movilidad humana—, la respuesta de Castillo ante la ola migratoria venezolana, y la posibilidad de injerencia peruana en asuntos políticos internos de Ecuador.

Sobre la situación fronteriza entre Ecuador y Perú, es importante comprender que en los veinte y tres años que han pasado desde la firma de la paz ha habido avances en la frontera. La creación del Plan Binacional de Desarrollo de la Región Fronteriza Perú-Ecuador, establecido en el “Acuerdo Amplio de Integración Fronteriza, Desarrollo y Vecindad”, creó parámetros básicos que pretenden mejorar la infraestructura fronteriza así como la calidad de vida de los habitantes de la zona. Independientemente de los resultados del plan, su creación y financiamiento son hitos importantes para superar la historia bélica que marcó a la frontera desde inicios de la república.

A pesar de los positivos antecedentes, resulta preocupante la postura de Perú Libre sobre las fronteras, quienes en su ideario que agrupa sus principios partidistas las definen así: “La soberanía territorial se lucha desde las fronteras construyendo infraestructura de todo tipo, teniendo lo mejor de nosotros en la frontera para generar una muralla que sirva de contención a la invasión extranjera”. El partido político de Castillo ve a las fronteras como un mecanismo de contención de enemigos foráneos lo cual hace muy posible la disminución de la precaria inversión pública en la zona, a cambio de mayor presencia militar. Pero lo más preocupante es que esta postura política pone en riesgo a las personas que han tenido que abandonar sus países por la crisis social, política y económica, como la de Venezuela. 

De acuerdo con la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), más de un millón de personas venezolanas han llegado al Perú y más de 496 mil han solicitado refugio. Esta situación convierte al Perú en el primer país de acogida de personas venezolanas con necesidad de protección internacional y el segundo destino de refugiados y migrantes venezolanos a nivel mundial. Esta situación ha generado tensión en Perú al punto de que se han registrado ataques xenófobos en el país, incluso contra la embajada de Venezuela en Lima. 

Castillo ha intentado capitalizar políticamente este escenario de exacerbación del odio contra el extranjero llegando a declarar que los expulsará de Perú. “Le daremos 72 horas de plazo a los que han venido a faltar el respeto”, dijo durante su campaña electoral. La gravedad de estas declaraciones, más allá de constituir un impulso a la xenofobia desde el poder y una violación a los derechos humanos, es que generarán un problema humanitario en la frontera con Ecuador, al ser un espacio clave de paso de los migrantes venezolanos hacia Perú y Chile. 

En el caso de que Castillo expulse venezolanos o cierre las fronteras terrestres crearía un problema humanitario en la ciudad fronteriza de Huaquillas que actualmente ya es una zona marcada por el contrabando, el narcotráfico, la trata de personas y la extorsión a venezolanos que quieren cruzar la frontera. La aglomeración de migrantes de paso solo profundizará la crisis en la frontera y fomentará los distintos mercados negros que se desarrollan alrededor de las víctimas de las olas migratorias. 

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Otro tema crítico para Ecuador es la posibilidad de injerencia política desde Lima ya que, en relaciones internacionales, la influencia que pueden ejercer los países vecinos es una variante que debe ser siempre considerada. Así como las democracias sólidas y respetuosas de los derechos humanos generalmente generan un efecto dominó en sus vecindarios, las dictaduras o los conflictos bélicos abonan directa o indirectamente a la conflictividad en sus cercanías.

Pedro Castillo no ha ocultado su cercanía a la izquierda continental y se ha declarado un admirador de Rafael Correa, lo cual, en una región que atraviesa un momento de alta conflictividad política genera suspicacias. En las protestas de Colombia —que siguen vigentes— líderes políticos como Iván Duque o Lenín Moreno insinuaron en más de una ocasión la alta posibilidad de que varios de estos actos hayan tenido algún tipo de vinculación o coordinación desde Caracas, Venezuela. Este escenario no es del todo irreal o fantasioso en términos geopolíticos. Es complejo afirmar qué sucederá, solo lo sabremos cuando Castillo empiece a tomar postura frente a los países vecinos.  

Conocedores de las finanzas internacionales han mencionado también la posibilidad de que ante el pánico bursátil que ha despertado la presencia de Castillo en el poder (la Bolsa de Valores de Lima se desplomó en un -7,7 % y disparó el dólar un 2%) esos capitales o esas compañías migrarán a Ecuador. Este es un escenario poco probable ya que no hay evidencia que demuestre que la fuga de capitales sea una consecuencia directa e inmediata de la llegada de un gobierno al poder, más bien son otras las características que producen estas migraciones como la inseguridad jurídica o el desconocimiento de las instituciones democráticas, algo que no ha sucedido en el caso peruano.

Otra incógnita que despierta el triunfo de Castillo es lo referente a los bloques comerciales y políticos que integra Perú y cómo esto podría repercutir en Ecuador. Uno de los bloques de mayor crecimiento económico e influencia política creado en los últimos años es la Alianza del Pacífico. Sus miembros —México, Colombia, Perú y Chile— reúnen el 41% del PIB total de América Latina y el Caribe. Ecuador se encuentra en proceso de convertirse en miembro asociado pleno desde el 2018. No obstante, la llegada de Castillo al poder y su permanente ataque a los tratados de libre comercio, pone en duda el futuro de la alianza. 

Ecuador necesita ser prudente y pragmático ante la nueva situación del Perú. Es decir,  se debe proponer al presidente Castillo superar las barreras ideológicas en aras de que la cooperación binacional, especialmente a nivel fronterizo, no se detenga y se amplíe. 

Es también importante para el país estar atento a cualquier intento de agresión o limitación a  los derechos de las personas venezolanas en condición de movilidad  ya que la postura política de expulsión o cierre de fronteras perjudicaría directamente al Ecuador de forma inconmensurable al desatar un flujo migratorio de proporciones inéditas en la frontera sur. Ecuador debe destacar por perseverar en su histórica postura de defensa a los derechos humanos rechazando la xenofobia incluso si viniera desde la presidencia peruana.