Andrés Arauz, de la alianza Unión por la Esperanza (UNES), Yaku Pérez de Pachakutik, Guillermo Lasso de CREO y Xavier Hervas de la Izquierda Democrática son los favoritos del electorado. Entre los cuatro suman cerca del 87% de los votos válidos. En quinto lugar está Pedro José Freile, de Amigo, con 2,5% de la votación y por debajo de él, 11 candidatos con menos del 2% de los votos.
Después de esta primera vuelta, quedan algunas lecciones: para los candidatos, partidos, pero también para la sociedad en general.
Andrés Arauz: ser correísta no es suficiente
Los anuncios de que vencerían en primera vuelta se quedaron cortísimos. Sí, Arauz obtuvo alrededor de 32% de votación pero son números menores a los de Lenín Moreno en 2017 (quien obtuvo un poco más de 39%) y se redujo el apoyo al correísmo en provincias clave. Arauz obtuvo 20,9% en Azuay y en Pichincha, 22,5%. Comparada con la participación de Moreno en 2017, eso significa menos de la mitad en Azuay, y 15 puntos menos en Pichincha.
Eso llama a pensar que el voto duro del correísmo no es suficiente: no lo fue en la primera vuelta y menos lo será en una segunda en la que tendrá que convencer al electorado que no lo eligió en primera. Con muchos de los electores que tendrá que ganar, la imagen de Rafael Correa podría ser incluso un lastre. Un lastre que Arauz decidió arrastrar cuando Correa lo ungió como su heredero político.
Evitar ir a debates, no aceptar invitaciones a medios de comunicación críticos, rodearse de gente que lo aplauda, no ser autocrítico, sería perpetuar una estrategia con la que alcanzó menos votos que Lenín Moreno.
Además, si continúa emulando al pie de la letra —o haciendo el intento— a Rafael Correa, el riesgoso camino que ya tomó de construirse a imagen y semejanza del líder, corre el riesgo de ser una mala copia. O reconoce que tiene que salir del dogmatismo casi fanático del correísmo —que lo obliga incluso a imitar en su gestualidad y su discurso a Correa— o pierde.
Guillermo Lasso: ser anticorreísta no alcanza
Es el tercer intento del exbanquero y político conservador Guillermo Lasso de ser Presidente de la República y, por ahora, lucha aún por pasar a segunda vuelta.
Durante toda la campaña, quienes le apoyaban insistieron en el voto útil que, por supuesto, tenía que ser en favor de Guillermo Lasso. El discurso se configuraba en algo así como “o votas por mi candidato o eres correísta”.
Su convencimiento de que iba a llegar, sin mayor dificultad, a segunda vuelta jugó en su contra. Pensar que el discurso anticorrea iba a ser suficiente, jugó en su contra. Se concentró en ampliar su voz en un minúsculo círculo que representa una élite con valores ultraconservadores, olvidándose de que hay un espectro amplísimo fuera de ese reducido espacio y que, como demostró Pérez, un amplio porcentaje de los votantes conecta con ideas más igualitarias.
Yaku Pérez: el poder de “las minorías” (que ya no son tan minorías)
La votación que obtuvo el candidato de Pachakutik es histórica. Jamás el brazo político del movimiento indígena había logrado lo que Yaku Pérez: estar, virtualmente, en la segunda vuelta.
Que un líder indígena, azuayo, defensor del agua y las causas medioambientales, abiertamente favorable al aborto en casos de violación, casado en ceremonia ancestral con otra defensora de derechos, tenga posibilidades de gobernar, habla también sobre el electorado. Ese electorado está compuesto por un poco más de 3 millones 718 mil personas entre 18 y 35 años, equivalente al 28% del total de electores y que conecta con esos valores ambientalistas, incluidos el respeto por los territorios de los pueblos y nacionalidades indígenas, las cuestiones de género y, en definitiva, un enfoque transversal de derechos humanos.
Los valores que Yaku Pérez encarna eran vistos no hace mucho como ideas propias de minorías. Pero tras su alta votación, queda claro que el rótulo ha quedado obsoleto: ya no son tan minorías. Y sus propuestas van más allá de la discusión sobre el manejo económico, la independencia de poderes o las alianzas regionales. Hay temas en agenda que son importantes y que Pérez ha podido abanderar.
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Xavier Hervas: hay un nuevo electorado
Que un absoluto desconocido para la mayoría de los ecuatorianos alcance casi el 16% de los votos en su primera participación política y que, de paso, reviva al partido que lo respalda, es un gran logro.
Hervas supo conectar con el electorado más joven, interesado por las causas que los dos primeros contendientes, Lasso y Arauz, dejaron de lado. Su campaña en redes sociales lo ayudó a entrar en un mundo en el que reina el hastío y desinterés por la política. Sus videos en Tik Tok tenían una idea detrás, no aparecía por aparecer. Quiso mostrar un espíritu joven y acercarse a la política de forma fresca, sin el acartonamiento, la seriedad y el formalismo que suelen encarnar quienes piden el voto.
Hervas demuestra también que el espacio digital gana cada vez más peso en la discusión política pero, curiosamente, parecería que esa discusión no está, como muchos creen, en Twitter, sino en redes sociales más bien olvidadas por las candidaturas más conservadoras.
Pedro José Freile: hay una nueva derecha
El candidato Freile logró mostrarse atractivo para un sector de aquellos electores que creen en los postulados económicos de la derecha pero tienden a ser más progresistas en los valores —o sea, algo distinto al mix de conservadurismo social retardatario con liberalismo económico de Lasso.
Freile que hablaba de administración privada en ciertos sectores estratégicos —salud, educación, petróleos— sin ser privatizados dijo, también, que es favorable al aborto— y que debe haber educación sexual en escuelas y colegios.
Freile tuvo un poco más del 2% de los votos: poco más de 181 mil personas se vieron reflejadas en sus posturas. Nada mal para una primera participación.
Isidro Romero: ya no es tiempo del show
Una candidatura con un personaje histriónico, con propuestas absurdas—e inconstitucionales— como lanzar “un cohete” al timón de un barco chino que entre a aguas ecuatorianas sin permiso o la pena de muerte para delincuentes, podría haber funcionado en otro momento histórico. Hoy ya no.
Lucio Gutiérrez: ya jubílese
La necedad del expresidente, sus propuestas demagógicas, sus respuestas evasivas y su memoria selectiva parecen enviar un mensaje claro: jubílese.
Gutiérrez nunca reconoció a la protesta social que se formó durante su gobierno. Se limitó a repetir un guión aprendido y desgastado del “golpe de estado” en su contra. Defendió a sus parientes en cargos públicos cuestionados en su momento por la prensa. Culpó a los medios de comunicación por difundir lo que ocurría en su período. Y, sobre todo, describió un país en el que, aparentemente, todo era perfecto.
El electorado reconoció los desvaríos de un político caduco.
Gerson Almeida: los derechos sí importan
El pastor evangélico que planteaba su candidatura apoyado por sectores afines a sus creencias religiosas fue rechazado por el electorado.
Aunque parecía elegir su discurso según su auditorio, no negó la posibilidad de intentar revocar la decisión de la Corte Constitucional que dio paso al matrimonio igualitario. Abiertamente contrario al aborto en cualquier caso, al pastor los resultados le caen como una epifanía no deseada: sin derechos, no hay victorias.
Ximena Peña: Alianza País ya no es Alianza País
La fuerza avasalladora que fue la Alianza País fundada por Rafael Correa terminó en agonía. Su candidata presidencial, Ximena Peña, no pudo cumplir su anhelo de reconstruir el movimiento desde la militancia. ¿Qué militancia?, podríamos preguntarnos. Parece que no quedan ya más que escombros del partido que gobernó catorce años.
Peña apenas alcanzó un punto y medio en la votación, eso es menos de 130 mil votos. El movimiento que en 2017 logró poner, nuevamente, al Presidente de la República y 74 legisladores, ahora no logró ni un solo representante en la Asamblea Nacional.
Alianza País como la conocimos, murió el 7 de febrero de 2021.
Guillermo Celi, ¿quién?
Que un asambleísta durante cuatro años alcance menos de 1% de los votos —ni siquiera 76 mil personas votaron por él— no habla muy bien sobre su gestión. O no lo conocían o su desempeño no les gustó a sus votantes.
Juan Fernando Velasco: el Grammy latino no se endosa
El reconocido cantautor abandonó —al menos momentáneamente— su carrera artística para dedicarse a la política y se fue de bruces contra la realidad. Su fama como artista no fue suficiente para garantizar un triunfo electoral.
Otros eran los tiempos en que los espacios electorales estaban copados de figuras más o menos reconocidas en la televisión, la música o el fútbol. Ni su paso por el Ministerio de Cultura logró que consiguiera capital político suficiente para triunfar.
La lección aprendida: la política, como cualquier otra carrera, se construye con tiempo, trabajo y paciencia.
César Montúfar: no insista
La sexta postulación electoral de César Montúfar le recuerda aquello que a él no le gusta que le digan: no es un buen candidato.
Montúfar, pensador de la política, denunciante de la corrupción, no tuvo un mensaje claro y terminó incluso acusando, sin claridad ni mayor sustento, al banco que dirigió Guillermo Lasso de estar metido en una trama de corrupción.Alcanzó apenas 0,63% de la votación.
Sus propuestas son interesantes, su discurso es lúcido, su carrera es destacable. ¿No será momento de repensar hacia dónde dirige sus esfuerzos?
Gustavo Larrea: mejor en las sombras
Quien fuera uno de los mentalizadores políticos de Alianza País, el primer ministro de Gobierno de Rafael Correa y quien, aseguran, le susurraba al oído a Lenín Moreno, siempre ha tenido fama de ser un político sagaz y con olfato.
Se desmarcó del correísmo, se convirtió en oposición y construyó su propia organización política. En estas elecciones, su pasado político le pesó demasiado. Como otros aspirantes, quizás Larrea es mejor pensador que candidato.
Carlos Sagnay: mal paga el diablo a sus devotos
Dijo que fue Abdalá Bucaram Ortiz quien lo designó como candidato presidencial pero poco le duró el respaldo. Pocos días antes de las elecciones, Bucaram le retiró el apoyo y, hasta instó a sus simpatizantes a votar por otros candidatos presidenciales.
La decisión de Bucaram parecía menos un castigo político a Sagnay que la respuesta de un hombre derrotado. Y Sagnay probablemente lo sabía aunque no estaba dispuesto a apostar su escasísimo capital electoral para defender a rajatabla un partido político agonizante y su líder decadente. Lo que le interesaba era contar con un partido político que le permitiera postularse pues, ese es un requisito imprescindible para postularse. Qué partido, lo de menos.
¿Entonces, el diablo que mal pagó a sus devotos es Bucaram o Sagnay?
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Andrade: sí existe el “demasiado improvisado”
Ni sus absurdas intervenciones para decir que le pusieron escopolamina en el café y que por eso su desempeño fue el que fue en el debate presidencial, le alcanzaron para tener un puesto menos deshonroso en la carrera presidencial.
El burdo espectáculo que ofreció el candidato cuyo plan de gobierno estaba plagiado de Wikipedia, le recuerda que no hay broma lo suficientemente buena que lo pueda llevar a gobernar.
Paúl Carrasco: hay que saber retirarse a tiempo
Llegar en último lugar, con menos votos que Giovanny Andrade, después de haber sido Prefecto del Azuay durante tres períodos seguidos, debe ser una estocada mortal. El ego, la arrogancia, la vanidad, ¿qué es lo que juega en contra a un político con olfato, recorrido y conocimiento, para adelantarse a un resultado tan devastador?