“¡No puede ser!”, exclamó. “¿No queda nadie más?”.

No, ni uno solo.

De los 128 jugadores que participaron en la categoría individual en el Abierto de Francia de 1999, Federer es el único que sigue jugando en esa categoría durante la gira.

Ese Roland Garros fue el primer Grand Slam de Federer. Tenía 17 años, en la cancha usaba una gorra al revés y aún le costaba trabajo controlar su temperamento. Aunque es suizo, no francés, y a pesar de que había perdido en la primera ronda del evento de juveniles de 1998, la gente del torneo francés decidió darle un preciado lugar de comodín en el cuadro principal, basado en su claro potencial.

El 25 de mayo de 1999, su rival fue Patrick Rafter, un australiano que subía constantemente a la red y en aquel entonces era el número tres del mundo. Aunque Federer empezó con todo y ganó el primer set, después tuvo dificultades para ganar los juegos y perdió 5-7, 6-3, 6-0, 6-2, bajo el sol que bañaba la cancha Suzanne Lenglen.

“Después del primer set, descifró mi juego y, bueno, me despedazó”, recordó Federer durante una entrevista en abril.

Hace veinte años, yo fui uno de los 10 mil asistentes a ese partido y, aunque ya no existen muchas de las canchas que se usaron en el Abierto de Francia de 1999, la Suzannne Lenglen sigue en pie.

Lo mismo debe decirse para Federer —ahora de 37 años y el actual número de tres del mundo—, quien está listo para regresar al Abierto de Francia por primera vez desde 2015.

Se ha especulado que esta será su visita de despedida, una última oportunidad para estar en contacto con el impredecible público de Roland Garros.

Sin embargo, Federer, quien obtuvo su único título francés en 2009, descartó esa idea.

“Suelo llevarla un año a la vez, y el otro día conversé con mi equipo sobre la temporada en cancha de arcilla del próximo año”, dijo. “Les pregunté: ‘¿Ya se les ha ocurrido algo?”.

Por el estilo tan organizado de Federer, es difícil imaginar que no haya planeado su retiro hasta el último reloj de oro. No obstante, insistió en que estaba manejando el proceso como si estuviera en un set que se prolonga: confiando en sus instintos.

“Escuché rumores de que yo quería jugar los Juegos Olímpicos de Tokio el próximo año y ya después retirarme, pero nunca dije nada de eso”. “En realidad, no lo sé. Siempre digo: ‘Mientras más pienso en el retiro, más estoy retirado’. Porque si planeo todo para mi vida después de mi carrera, siento que ya solo me falta medio camino. Creo que no afectaría mi rendimiento hacerlo, pero tal vez sí afecte el deseo general de que me vaya bien”.

El rendimiento no ha sido un problema para Federer este 2019; ha ganado títulos en Dubái y Miami y llegó a la final en Indian Wells, California. Su regreso a las canchas de arcilla ha sido alentador, pero no triunfante. Alcanzó los cuartos de final en el Abierto de Madrid, donde perdió en tres sets, y se retiró del Abierto de Italia por un dolor en la pierna tras haber obtenido una victoria en los octavos de final.

Roger Federer

De los 129 jugadores que participaron en el Abierto de Francia en 1999, solo Federer sigue jugando en singles. Fotografía de Pete Kiehart para el New York Times.

La meta de Federer era proteger sus probabilidades de jugar en París y, tras varios días de práctica en Roland Garros, parece listo para deslizarse en serio por la arcilla roja.

Su último partido en París fue en 2015, una derrota en cuartos de final ante su compatriota Stan Wawrinka en sets consecutivos. Volvió a Roland Garros en 2016, pero se retiró antes de que empezara el torneo por problemas en las rodillas y la espalda. No participó en las ediciones de 2017 y 2018 para enfocarse en otras prioridades.

Sin embargo, ahora está de regreso donde comenzó su viaje en torneos de Grand Slam. En 1999, el lugar de comodín puso a Federer a la vanguardia de los demás jugadores juveniles y volver a ver ese primer partido con el australiano Rafter —cuando aún había jueces de red humanos en vez de sensores electrónicos— deja en claro qué tan lejos ha llegado.

La tranquilidad en su potencia, variedad de golpes y fluidez ya eran evidentes, al igual que su inclinación a quedarse viendo el punto de contacto después de golpear la bola. No obstante, en aquel entonces era volátil y en ocasiones volcánico: se gritaba a sí mismo para reprenderse en vez de animarse e incluso aventó su raqueta después de que Rafter lo alcanzó y rebasó a inicios del tercer set.

“Y lo más probable es que haya sido una versión muy controlada de mí en ese encuentro del 99”, dijo Federer. “Imagina que no hubiera sido en contra de Rafter, que no fuera en la cancha Lenglen y sí en cualquier cancha menor. Seguro habría sido mucho más explosivo porque no habría sentido el mismo respeto por el lugar… ¡Así que me estaba comportando muy bien en ese partido!”.

Para manejar sus emociones, Federer empezó a trabajar con Chris Marcolli, un psicólogo del deporte que vive en Suiza.

“Después de un tiempo, empecé a sentirme incómodo al ver mis actuaciones en televisión, y eso que solo veía los mejores momentos del partido”, comentó Federer. “Avientas la raqueta al rincón porque estás muy frustrado y decepcionado, y simplemente se ve mal. Así que me dije: ‘Se ve estúpido y absurdo. Contrólate’. Me tomó mucho tiempo, pero fue interesante”.

Federer también se percató de que sus arranques emocionales consumían su energía. Aun así, dijo que le gusta ver cómo los jóvenes de la actualidad todavía pierden el control de vez en cuando.

“En vez de decirles ‘Oye, ¡mejora tu actitud!’, me da gusto que la demuestren”, afirmó Federer. “No quiero ver robots por todas partes. No quiero ver al chico de 18 años que ya es supertranquilo. Cuando haya un chico que por fin sea un poco vivaz, hay que dejarlo ser y después con el tiempo canalizará su energía de todos modos”.

Es indiscutible que Federer encontró su ritmo después, al ganar una cifra récord de veinte títulos individuales de Grand Slam y otros 81 títulos individuales. Lo más seguro es que habría ganado más de un Roland Garros si no hubiera surgido Rafael Nadal. Cinco años menor que él, Nadal tiene una racha de 5-0 en contra de Federer en el Abierto de Francia y se ha adjudicado el torneo en once ocasiones, otra cifra récord.

“El problema fue que Rafa cobró vida, y Rafa era Rafa”, señaló Federer, como si describiera las mareas.

Aunque parece poco probable que Federer quede campeón de otro Abierto de Francia, se enorgullece de regresar al evento. De los otros 127 hombres que jugaron en la categoría individual en 1999, su exrival australiano Lleyton Hewitt es el único que sigue jugando de vez en cuando en la gira; solo lo hace en dobles. El noruego Christian Rudd estuvo en el cuadro con Federer en 1999, pero el único Ruud en el cuadro de este año es el hijo de Christian, Casper, de 20 años.

¿Por qué Federer ha aguantado mientras tantos otros no lo lograron? El suizo se lo atribuye al plan a largo plazo que tiene con el entrenador físico Pierre Paganini para “proteger la longevidad”: “No buscar todas las cuotas solo por hacer acto de aparición y no asistir a todos los eventos pequeños”, además de comprometerse a realizar dos bloques extendidos de entrenamiento durante el año.

“En 2004, cuando me convertí en el número uno del mundo, esa ya era mi mentalidad”, aseguró Federer. “Tomé la decisión temprano y creo que por eso sigo aquí hoy. Nunca dejé de estar enamorado del deporte”.

Su talento natural y su tipo de cuerpo también son responsables de la prolongación de su carrera.

“Tal vez mi talento me ha ayudado un poco a obtener y a darle forma a la técnica que tengo hoy, pues tal vez hace que me desgaste menos”, opinó. “Pero creo que me lo he ganado con mis calendarios y mi crecimiento, y tal vez también el aspecto mental que tengo en el juego”.

“Aunque me tome las cosas muy en serio, soy muy relajado, así que puedo olvidar rápidamente. En verdad creo que un secreto para muchos de los jugadores y para los más jóvenes es que, cuando te vayas del lugar, tengas la capacidad de decir: ‘De acuerdo, lo dejaré atrás. Sé que sigo siendo un tenista profesional, pero me estoy relajando. Lo hago a mi manera, lo que me sirva para relajarme’”.

Federer se detuvo por un momento y apretó con firmeza el puño de la mano izquierda.

“Porque si todo el tiempo estás así”, dijo, y mostró el puño, “entonces te desgastas”.


©The New York Times 2019