Verdad de perogrullo: la gran mayoría de mujeres que terminan en la cárcel por abortar son mujeres jóvenes y son pobres. El debate tan intenso —en la calle, en la sobremesa, en las redes sociales— debería abordar ese hecho como un pilar esencial para discutir la despenalización del aborto, tan vigente hoy gracias al movimiento argentino. Es en realidad, el asunto de fondo: decidir si una celda es el destino para una mujer que ha interrumpido su embarazo.

Frente a este dilema hay dos posturas. La primera (apoyada por 7 de cada 10 adultos jóvenes en Argentina) es que la mujer no debe ir a la cárcel. Según diario el Clarín, “65% de los consultados confían en que la ley será útil para disminuir las muertes por abortos clandestinos”. La otra postura —que mira a la vida desde su concepción como algo sagrado— dice que se debe mantenerla para evitar la muerte de bebés.

Olvidemos los porcentajes de opinión por un momento y centrémonos en las metas que tienen ambos grupos: reducir la mortalidad materna y reducir el número de abortos. Con esto en mente, revisemos la evidencia histórica sobre el efecto de la despenalización del aborto en ambos desenlaces.

¿Mueren menos madres si el aborto es legal?

El gobierno de Rumanía decidió penalizar el aborto en noviembre de 1965. Además. se implementaron medidas para hacer cumplir la ley: examen ginecológico obligatorio en sitios de empleo a mujeres en edad fértil, insercióń de informantes en hospitales de maternidad, visitas sorpresa a mujeres embarazadas y penas a médicos que practicaran abortos.

Como resultado, las mujeres que abortaban empezaron a morir mucho más: la tasa de muertes maternas relacionadas al aborto por cada 100 mil habitantes pasó de 15 a 140 en cuestión de años. Si bien la mortalidad materna por otras causas (principalmente sangrado e infección posparto) descendió, las muertes por aborto se incrementaron tanto que el total de mortalidad materna incrementó: 10 mil mujeres murieron como consecuencia de estos abortos inseguros en 23 años.

Rumanía se convirtió en el país con mayor mortalidad materna de Europa Occidental por un margen muy elevado. En 1989, tras la revolución rumana, se despenalizó el aborto y la mortalidad materna descendió drásticamente. Este no es un resultado aislado: Sudáfrica despenalizó el aborto en 1994. El número de muertes por aborto se redujo de 425 a 40 por año.

¿Mueren menos bebés si el aborto es legal?

Se puede responder esta pregunta desde diferentes perspectivas. Una de ellas sería comparar las tasas de aborto en países donde es legal realizarlo con las tasas de los países donde es ilegal. Los datos en este tipo de análisis no son definitivos: Europa occidental, donde el aborto es legal, tiene tasas muy bajas (12 por cada 1000 mujeres en edad reproductiva) comparado con Sudamérica (32) o África (28-36). Sin embargo, los países de Europa oriental son una excepción a esta lógica y presentan la tasa de abortos más alta en el mundo (43).

mapa de leyes de aborto en el mundo

Leyes de aborto en el mundo. Mapa del
Centro para los Derechos Reproductivos.

¿Es esta una excepción que confirma la regla? Quizá. Muchos de estos países aprobaron el aborto legal en la segunda mitad del siglo XX. En la gran mayoría de casos, no disponían de métodos anticonceptivos como los actuales. Esto quiere decir que no existía un punto medio entre el embarazo y el aborto. Esta hipótesis se apoya parcialmente en que las tasas de terminación del embarazo (que eran extremadamente altas) se redujeron a la mitad tras la introducción de métodos anticonceptivos en los sistemas de Salud.

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Para salir de dudas, los científicos realizaron un análisis estadístico para determinar si la legalización, como parece, disminuye el número de abortos. Su conclusión fue que “las leyes de aborto restrictivas” —es decir, las que lo mantienen penalizado— “no están asociadas con tasas de aborto más bajas”. Otro estudio de la base de datos de abortos no seguros de la Organización Mundial de la Salud (OMS) obtuvo resultados similares: “Las restricciones legales sobre el aborto seguro no reducen la incidencia del aborto”. Según el estudio, la probabilidad de que una mujer se practique un aborto es casi igual, viva en una región donde el aborto “esté disponible o donde esté altamente restringido”.

Efecto de la legalización en las tasas nacionales

Otra manera de responder si legalizar el aborto aumenta el número de mujeres que abortan es observar el efecto de su despenalización a través del tiempo en un solo país. Lo que sucede es lo siguiente:

Los países que despenalizan el aborto sufren un incremento inicial en el número de casos reportados: sucedió en España, Francia e Italia (donde el efecto duró cerca de tres años) y, más drásticamente, en Turquía. Pero ese incremento es temporal, y tiende a caer con el tiempo a niveles inferiores a aquellos previos a la legalización.

abortion Turkey

Número de abortos en Turquía (despenalización hasta la semana 10 aprobada en 1983)

No existe certeza de por qué, pero es bastante probable de que lo que aumenta es el número de casos reportados, y no el número de casos totales. La lógica es simple: si alguien comete un delito, no va corriendo a contarle a todo el mundo (peor al Estado). Pero si el Estado pasa de ser un persecutor a una fuente de ayuda —y el destino es el hospital y no la cárcel— esa persona puede ir a pedir ayuda, y su caso quedará registrado en las bases de datos. En Portugal, donde la ley de aborto se volvió ampliamente liberal en 2007, el número de abortos bajó de 18 mil en 2008 a 17 mil 414 en 2013. En este país, 72% de las mujeres que solicitan un aborto lo hacen por primera vez y sólo 1,7% lo han hecho más de una vez durante en un año (cifras de 2013).

¿Por qué legalizar el aborto reduce el número de abortos?

Según los investigadores Iqbal Shah y Anibal Faúndes, cuando el aborto es un delito y se lleva a cabo clandestinamente, los médicos que realizan abortos están principalmente motivados por el dinero. En consecuencia, no están interesados en que las mujeres dejen de abortar ya que esto reduciría sus ingresos.

Es por ello que estas clínicas no ofrecen servicios de educación sexual a sus pacientes, incrementando así las posibilidades de que regresen. Por el contrario, cuando el aborto es legal y accesible dentro del sistema de Salud, los médicos buscan activamente reducir las posibilidades de que una mujer vuelva a abortar: aconsejan a sus pacientes al respecto y mejoran la provisión de métodos anticonceptivos. Dado que al menos 40% de todos los abortos inducidos se producen en mujeres que han tenido un aborto previo; despenalizar el aborto tiene el efecto (aparentemente paradójico) de reducir los abortos aquellas pacientes que se lo practican bajo condiciones adecuadas.

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La discusión sobre el aborto se ha llevado como un asunto visceral. Pero las políticas públicas no se hacen con el hígado, ni con los principios morales de determinado grupo social, sino revisando datos y experiencias análogas que permitan tomar las decisiones que beneficien, en su conjunto, a la sociedad.

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En el Ecuador hay, en la actualidad, 184 mujeres enjuiciadas porque los médicos que las recibieron en los centros de salud a los que llegaron con abortos en curso las denunciaron. La gran mayoría era joven y pobre. Quienes quieren practicarse un aborto y tienen los recursos para hacerlo, simplemente toman un avión y viajan a un destino donde es legal. Esto no es reducir la dificultad que conlleva la decisión de abortar, simplemente evidencia que al mantener la penalización del aborto, son las más pobres las que sufren las consecuencias de no tener más opciones. Para legislar, hay que tener presentes estos datos que muestran que la despenalización produce una reducción del número de abortos a largo plazo y reduce, también, el número de muertes asociadas al aborto. Mueren menos mujeres, mueren menos bebés.