Cuando era niña, el día de la madre era siempre un evento al que ellas asistían en el horario escolar. Incluía poemas, coreografías y regalos, el día del padre era muy distinto: a los papás nunca se los veía, no se les organizaban eventos y quizás recibían de regalo un marcador de libros, un cartoncito pintado para los esferos que hacíamos en clase. Esta ambigüedad de las celebraciones revelaba un patrón: los papás pasan mucho menos tiempo con sus hijos, no suelen tener un rol en las actividades domésticas y su relación con sus hijos es mucho más inexplorada, tanto a nivel personal como estadístico.

Cambiar los roles de madre y padre en una sociedad toma tiempo. Requiere de nuevas formas de imaginarnos a nosotros mismos, y también de políticas públicas que nos guíen en la dirección correcta. Un punto de partida es conocer más la realidad de ser papá en Ecuador y  convertirlo en un tema de discusión.

Se suele hablar mucho sobre el rol de mamás en el hogar: se dice que son buenas administradoras, importantes para el bienestar de los hijos, y aliadas de las políticas sociales porque, por ejemplo,  reciben el Bono de Desarrollo Humano, una política estatal que asigna una transferencia de 50 dólares mensuales para los hogares que viven en pobreza. Así mismo, fueron las mamás quienes cargaron con el peso de crear los servicios de cuidado infantil públicos, ahora llamados Centros Infantiles del Buen Vivir. Hasta el 2015 las mamás trabajaban con una remuneración inferior al salario básico y sin afiliación a la seguridad social. Si bien el gobierno ha ido formalizando el trabajo de las madres, estos empleos continúan siendo mal remunerados.

Pero del rol de los papás en ese mismo hogar —y  de su relación con los hijos— no se suele decir casi nada. Los papás sobresalen fuera de casa y proveen económicamente a su familia, pero dentro del hogar la historia es distinta. Se los caracteriza como inútiles en las actividades domésticas, de donde salen expresiones comunes entre las mujeres como aquella de que la pareja es ‘un hijo más’. Como si el padre requiriese de cuidado, en vez de ser, también, cuidador. Como dice Jawanza Kunjufu, escritor estadounidense, “Algunas madres crían a sus hijas pero adoran a sus hijos.” Esta lógica parece extenderse a todo el hogar, con madres súper poderosas y padres que deben ser respetados y servidos.

Pero papá debe tener un papel importante y dinámico en el hogar. El Estado ecuatoriano parece no entenderlo, y es poca la información oficial que se recoge sobre los padres. Por ejemplo, la Encuesta de Condiciones de Vida, la radiografía más detallada de la vida de los ecuatorianos, tiene un acápite especial para las mujeres en edad fértil. Ahí se les pregunta sobre el número de embarazos, hijos vivos, y su conocimiento de métodos anticonceptivos. Aparentemente, no es importante saber si los hombres son padres o, como mínimo, si conocen los métodos para no serlo.

El rol de ser padre es implícito, y en ningún momento se lo aborda de frente. Es decir, sabemos de ellos en la medida en que conviven con sus hijos, pero las encuestas no preguntan directamente a los hombres sobre ser papás. Podemos saber el número de hijos de cada mujer, pero no podemos saber cuántos hijos tiene cada hombre. Podemos saber si hay madres adolescentes, pero no si es que hay padres adolescentes —al menos no de manera directa. En cada nacimiento se recopila información estadística de la madre, pero no del padre.

¿Están las estadísticas invisibilizando a los padres?

También los invisibilizamos cuando las actividades dentro del hogar recaen, principalmente, en la madre. De los niños y adolescentes en el Ecuador, el 92% vive con sus madres, pero solo el 70% lo hace con sus padres. La convivencia es más común para niños pequeños, y disminuye a medida que crecen. Desgraciadamente, conocemos poco sobre las relaciones de padres e hijos cuando no viven bajo el mismo techo, porque el Estado no regresa a mirar esas relaciones.

Una buena noticia para los niños de hoy es que los padres están cada vez mejor educados. De cada 100 adultos ecuatorianos —que tienen 18 años o más— solo 18 tienen padres con educación secundaria o superior, pero para los niños esta cifra asciende a 49. Esta sería aún mejor noticia si es que los padres pudiesen pasar tiempo con sus hijos. Esto aún no sucede en Ecuador.

En la Encuesta de Condiciones de Vida se pregunta a las familias de niños pequeños (menores de 5 años) quién los cuida principalmente. Los resultados son contundentes: los padres llegan en quinto lugar, después de las madres, los abuelos y tíos, las guarderías y hasta los hermanos mayores. Los padres aún dedican poco tiempo a las actividades del hogar: un poco más de dos horas y media a la semana (en promedio) al cuidado de los niños y una hora a la semana al apoyo en tareas de la escuela.

Por supuesto, hay otros factores que podrían importar como el nivel socioeconómico, o si los padres trabajan. Pero estos dos factores no son tan importantes en el Ecuador; es decir, en general si el papá trabaja o su nivel socioeconómico no hace una diferencia en el tiempo que dedica al cuidado de los hijos. En la mayor cantidad de hogares la mamá dedica más tiempo al cuidado de los hijos. Solo en 7 de cada 100 hogares el papá dedica más tiempo al cuidado de los hijos que la mamá.

Hay, también, un tema del lenguaje en todo esto: siempre decimos que los papás ayudan en la casa. Y cuando un padre no vive en el hogar, él cumple cuando paga las pensiones alimenticias de sus hijos. Al parecer, no tiene la misma importancia que el papá dedique tiempo a los hijos. En un estudio realizado en México, se muestra que los padres y las madres entienden sus roles de manera muy distinta. Las mujeres lo describen en términos más amplios y activos con expresiones como ‘atender las necesidades de los hijos’, ‘fomentar la responsabilidad’ o ‘mantener contacto con la escuela’. Los padres, en cambio, entienden su rol como algo más acotado y distante con expresiones como ‘enseñar con el ejemplo’, ‘aconsejarles’, ‘distraerles un poco’ o ‘exigir que cumpla con sus tareas’.  Esta falta de cercanía de los padres con sus hijos en el día a día se evidencia también en la gran cantidad de contenido viral que se enfoca en hacer burla de que los papas no sepan cómo cuidar a sus hijos.

En Ecuador, la Constitución de 2008 estableció el derecho de los padres a la licencia por paternidad. Las madres ya contaban con el derecho a la licencia por maternidad con sueldo que les permite quedarse con su bebé por 12 semanas. Los padres tienen ahora el mismo derecho por quince días. Una reforma en 2016 estableció además que el padre o la madre pueden acceder a un permiso adicional no remunerado por hasta 9 meses sin perder su trabajo. Estas son buenas noticias para los papás ecuatorianos ya que la mayoría de países —88 de 167— aún no cuenta con licencias de paternidad. Además, el tiempo de paternidad en Ecuador es superior al de la mayoría de países de la región. Sin embargo, conocemos poco sobre la licencia de paternidad en la práctica. Desconocemos la frecuencia con la que los padres hacen uso de este beneficio, por cuantos días y si este tiempo tiene un efecto en cómo las parejas se distribuyen las responsabilidades en el hogar. Quizás quince días es poco para cambiar formas de ver el rol de madre y padre, pero es un comienzo.

En los países nórdicos, por ejemplo, se considera que dar un mayor tiempo para cuidar a los hijos ha permitido a los padres participar en las tareas del hogar de una forma más equitativa inclusive después del periodo de la licencia. El tiempo que tienen las parejas para cuidar a sus hijos son más extensos y una cantidad importante de días está destinado específicamente a los padres. En Suecia, por ejemplo, un hogar tiene derecho a 480 días de licencia para el cuidado de los hijos recién nacidos. De estos, 90 los debe tomar el padre, o la familia los pierde. Además, estos días pueden ser tomados durante los primeros años de vida del bebé, dando a los hogares mayor flexibilidad para combinar el trabajo con el cuidado de los hijos.

Pero lograr una mayor participación de los padres trasciende las leyes. Suecia ha trabajado por equilibrar los roles de mamá y papá desde los años setenta. A través de campañas comunicacionales ha posicionado en el imaginario a un papá hábil en las actividades cotidianas del hogar. Además, como cuenta Anu Partanen en su libro La Teoría Nórdica de Todo,  la madre también debe cambiar. Ella recopila la reflexión de una mujer finlandesa: en un comienzo dudaba si había tomado la decisión correcta al regresar a trabajar dejando a los hijos con el papá, pero pronto se dio cuenta que él podía cuidar de sus hijos tan bien como ella.

Los padres tienen cosas que festejar en este día del padre y pueden aprovecharlo para ampliar las fronteras de lo que significa ser papá.  Los padres de hoy están más educados, pero aún no tienen el tiempo para estar con sus hijos. Todavía creemos que los hombres ‘ayudan’ en el hogar, en vez de ser pares en las decisiones y en las actividades diarias que involucra tener un hijo. Seguro son muchos los papás que están dispuestos a cambiar los modelos, y participar más activamente en sus familias. Ellos necesitan reglas laborales, y sobre todo expectativas sociales que les apoyen.