El 27 de enero de 2015, un helicóptero DHRUV de la Fuerza Aérea Ecuatoriana se estrelló en la ciudad de Tena (provincia de Napo). Es el cuarto accidentado –de siete que compró a la empresa india Hindustan Aeronautics Limited (HAL) en 2008–. Si no contamos el que es de uso exclusivo del Presidente de la República, los DHRUV de uso militar han tenido una tasa de siniestros del 66% en seis años. Es una de las compras militares más problemáticas del Ecuador en los últimos treinta años. Hay tres posibles respuestas a por qué se caen los DHRUV: Mantenimiento inadecuado, errores humanos o aparatos defectuosos.

En base a la evidencia disponible, ninguna de estas respuestas es capaz de explicar por si sola los continuos accidentes. Es más probable que sean resultado de una mezcla de entrenamiento inadecuado, ciclos logísticos que requieren optimización, y helicópteros baratos, pero no tan competitivos como los de otros proveedores.

La primera hipótesis apunta a que el Ala de combate 22 de la FAE, ubicada en Guayaquil y responsable de la operación de los DHRUV, ha aplicado un mantenimiento inadecuado. El Ala de combate 22 los emplea principalmente en tareas de búsqueda y rescate de combate. Sin embargo, el trabajo de la FAE es adecuado. En años recientes no se ha conocido de accidentes en los helicópteros Bell 206B, operados por la misma Ala en tareas similares a las de los DHRUV. En general, los accidentes en los escuadrones de combate de la FAE han sido muy aislados. Apenas un cazabombardero Cheetah del Ala de combate 21 experimentó problemas mecánicos en 2013. Es decir, el mantenimiento de la fuerza ha sido correcto. Esa no podría ser la explicación para los continuos accidentes de los DHRUV.

El ministro de Defensa, Fernando Cordero, ha declarado que dos de los cuatro accidentes se produjeron por errores humanos. Mientras la Junta de Investigación de Accidentes del Ministerio no se pronuncie sobre los dos últimos, no es posible determinar una tendencia clara. Pero sí es necesario resaltar que el presupuesto de Defensa plantea la posibilidad de que la inversión para el entrenamiento no sea óptima. Actualmente, el 76% del presupuesto militar se destina a gasto corriente –a pagar cuentas, básicamente– y el resto se tiene que distribuir en adquisiciones, construcciones, y mantenimiento básico. Bajo estas circunstancias, es posible que los pilotos militares no cuenten con suficientes horas de vuelo y de entrenamiento de combate para lidiar con situaciones de vuelo complicadas. Sin embargo, los helicópteros de la Fuerza Terrestre y la Fuerza Naval del Ecuador no se estrellan con la misma frecuencia que los DHRUV. En efecto, ninguno de los helicópteros de transporte táctico Mil Mi-17 de la Brigada de Aviación de la Fuerza Terrestre, adquiridos a la Federación Rusa, se ha accidentado al momento. Tampoco sus helicópteros AS-332 Super Puma (una compra de los años ochenta). La falta de entrenamiento no ha sido un factor decisivo. Si lo fuera, habría problemas similares en las otras dos ramas de las Fuerzas Armadas.

Desde 2011, la prensa ecuatoriana ha empujado vigorosamente la tesis de que Ecuador adquirió helicópteros defectuosos de HAL, una compañía india relativamente joven en el mercado internacional de sistemas militares. Los medios citaron precios relativamente elevados o un sistema institucional corroído que compró aeronaves evidentemente defectuosas.  Según un informe de la Contraloría General del Estado, los DHRUV fueron adquiridos a pesar de una serie de deficiencias tales como motores fabricados en 2008 (el contrato establecía que debían ser de 2009) retrasos en el material de mantenimiento, problemas en el sistema de proximidad a tierra, entre otros. El editor multimedia de diario El Comercio, Martín Pallares, escribió que las deficiencias eran tan obvias que resultaba imposible no pensar que la compra fue deshonesta y que mostraba “el fracaso de Ecuador como país”. Por más atractiva que sea la emocional lectura de Pallares –y aunque la Contraloría hable de deficiencias–, la tesis de que se compraron aeronaves averiadas –que podrían sacrificar a sus pilotos para que algunos puedan lucrar– entra en conflicto con la realidad operativa y de mantenimiento de las aeronaves.

El Ala de combate 22 tiene entre sus tareas rutinarias la inspección de los estándares de combate que las aeronaves deben cumplir. Si se hubieran encontrado deficiencias mecánicas generalizadas, se habrían suspendido las operaciones desde 2009. La Fuerza Aérea Ecuatoriana tiene procesos técnicos estrictos para garantizar la vida de sus pilotos y tropas. Además, el hecho de que los motores hayan sido fabricados en 2008 es más un error contractual que un problema de mantenimiento. Pese a que los DHRUV tienen una reputación de problemas de motores, los accidentes en Ecuador no han sido rastreados a esas deficiencias, sino a errores humanos.

El ciclo operativo de los DHRUV cuenta con constantes reportes de pilotos y mecánicos al Comando de Logística y de Operaciones de la FAE y a la Dirección de Operaciones del Comando Conjunto de las FFAA sobre la disponibilidad de los helicópteros. Y los helicópteros –incluyendo aquel en el que viaja el presidente Correa– siguieron siendo utilizados en otras operaciones. Lo más probable es que el ciclo no revelara problemas generalizados. Los problemas de sistemas de proximidad –o el hecho de que los motores no se hayan construido en 2009, el año de entrega– no son anomalías en contratos militares. Estados Unidos ha comprado casi cuatro mil cazas F-35 –a un costo de 235 mil millones de dólares– que aún no cuentan con importantes sistemas de control de armas, eyección de pilotos, computadora de vuelo, y siguen revelando serias deficiencias operativas en sus pruebas de fábrica. Por estos factores, no es correcto decir que la alta tasa de accidentes de los DHRUV se deba a una compra ineficiente.

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Es posible que la caída de las aeronaves sea un resultado de problemas de entrenamiento en la FAE que son empeorados por las características mecánicas de los helicópteros. Es cierto que la Fuerza Terrestre y la Fuerza Naval no han sufrido tantos accidentes, pero cada Fuerza recibe presupuestos distintos. Por ser la de menor personal, la FAE ha tenido siempre un presupuesto inferior. Es probable que no cuente con suficientes recursos para entrenar con mayor intensidad a sus pilotos para que puedan enfrentar fallas mecánica o condiciones climáticas adversas. También es posible que los helicópteros tengan configuraciones de sistemas, sensores, y estructura menos competitivas que los productos de empresas de armamento más tradicionales como Mil, Eurocopter, Bell o Sikorsky.

Los accidentes generan preocupantes dudas sobre la efectividad militar del Ecuador. Entre las más importantes: la sincronización de los equipos de mantenimiento con los de combate, la fortaleza y confiabilidad de los servicios logísticos de las Fuerzas, y la calidad del entrenamiento. Para generar efectividad militar, los mecánicos deben conocer las necesidades de los soldados, que deben informar con honestidad sobre los problemas de sus armas. El Ministerio de Defensa debe supervisar hasta qué nivel esto se está cumpliendo, y cómo se lo puede mejorar. Los servicios logísticos deben tener suficientes recursos, agilidad, y capacidad para lidiar con averías o reparaciones. En ese sentido, el Ministerio y el Comando Conjunto deben examinar cómo se puede incrementar la eficiencia del gasto de tal forma que cada sistema de armamento sea adquirido considerando los costos de vida operativa. Eso permitiría que las Fuerzas siempre tengan personal capacitado y repuestos para mantener sus sistemas de combate al 100%. Además, se debe evaluar cuán exigente es el entrenamiento que reciben sus pilotos y soldados.

Los constantes accidentes de los DHRUV dejan un pésimo resultado para esta adquisición. Sin embargo, es necesario manejar el problema con perspectiva, seriedad profesional y sensibilidad sobre los problemas militares que involucra. Hay una extraña sensación de certidumbre. Por un lado, Martín Pallares insiste en una compra defectuosa, por el otro, el ministro Cordero asegura que los accidentes se produjeron por error humano. Pero la realidad en operaciones militares siempre es más compleja. Por ello es necesario tratar el problema de los DHRUV con calma y con posturas políticas que permitan ver el problema de forma honesta y no contenciosa. Este tratamiento es sumamente importante debido a que la defensa nacional concierne a todo un país a través de un debate sincero, autocrítico, e informado de los factores de riesgo, incertidumbre, y peligro que involucra cualquier decisión militar, como la adquisición de sistemas de armamento.