Con saco y corbata azul oscuro impecables, Niels Olsen se subió al podio para dar su primer discurso como presidente de la Asamblea Nacional del Ecuador. “Estoy aquí para construir, no para dividir”, dijo el asambleísta por ADN, el movimiento político del presidente Daniel Noboa. “Nos han hecho creer que buscar consensos era señal de debilidad. Pero, ¿saben qué? Yo no creo eso. Y estoy aquí para demostrar lo contrario”, dijo, sonrió y fue aplaudido. Pero cuando se sentó delante del Mural de la Patria parece que tuvo un lapsus. En diez horas hizo casi todo lo que dijo que no haría en cuatro años.
En la sesión inaugural del Legislativo, el 14 de mayo de 2025, los asambleístas tenían que elegir a los miembros del Consejo de Administración Legislativa: presidente, dos vicepresidentes y cuatro vocales. Luego de que Olsen fuera elegido como presidente, Annabella Azín —la legisladora más votada en las últimas elecciones y madre de Noboa— le cedió su puesto en la mesa principal del hemiciclo para que él continuara con la sesión.
Olsen, o cualquier presidente de la Asamblea Nacional, tiene el poder de decir quién interviene en las sesiones. Y ese fue el poder que el ex ministro de Turismo del gobierno de Noboa y de Guillermo Lasso usó para mostrar que ADN es el movimiento que controlará la Asamblea sin dar mayor espacio a que la oposición participe. “Señor presidente Daniel Noboa compartimos una visión. Desde aquí, cuente con una Asamblea que camine con usted, hombro a hombro, que apoye las reformas que el país necesita”, dijo Olsen.
La sesión fue un bucle: Olsen dio la palabra a los asambleístas de ADN que propusieron a otros asambleístas de ADN que fueron votados por otros asambleístas de ADN y otros asambleístas afines a ADN. “Llegó el momento de hacer cosas distintas”, había dicho Olsen dos horas antes en su discurso con un guiño a cómo gobernó el correísmo durante diez años que, además de la Presidencia, tuvo la mayoría de la Asamblea Nacional y el control de los dos principales poderes del Estado.
Ya cuando ADN había logrado cuatro de siete puestos del CAL, Olsen, otra vez, dio la palabra a un asambleísta de ADN que propuso para la segunda vocalía a un asambleísta de la Revolución Ciudadana.
No al más votado o al más conocido sino a uno de los 67 que, por su expresión de desconcierto, quedó claro que no esperaba la nominación. Era como si ADN le dijera a la RC “tendrás tu puesto, pero el puesto que yo te diga”.
Cuando los correístas ya estaban derrotados porque solo quedaba una vocalía, ADN dio su último golpe: propuso a Mónica Salazar —independente, auto expulsada de la RC y por ende considerada traidora del correísmo— como la tercera vocal del CAL. Y la moción pasó.

Mónica Salazar fue posesionada como una de las vocales del CAL. Fotografía de Diego Lucero para GK.
“Una Asamblea no es la que impone sino que escucha, construye y une”, había dicho antes, un Olsen conciliador. En las 11 horas —de sesión y recesos— Olsen impuso. ADN no dio la palabra a los de la RC. Intentó poner un asambleísta de la RC como vocal a dedo. Puso a su traidora como vocal.
La sesión parecía más una venganza de Noboa —a través de sus asambleístas— a Rafael Correa. Durante su gobierno híper presidencialista, Correa persiguió a su entonces adversario político Álvaro Noboa —cinco veces candidato y padre del Presidente actual.
Le embargó La Clementina, una de las haciendas bananeras más productivas del Ecuador, para cobrar una presunta millonaria deuda fiscal del empresario bananero con el Estado. En pocos años, la próspera hacienda quebró. En los últimos dos años, Correa se ha dedicado a ningunear a Daniel Noboa.
Su enemistad no es un secreto Tampoco es un secreto que la Revolución Ciudadana, cuando era la todopoderosa Alianza País que llegó a tener 100 de 137 asambleístas, era una aplanadora legislativa que no reparaba en minimizar a sus adversarios y hacer demostraciones de su poder sin límites.
ADN ha insistido de Noboa a Azín, de Azín a Olsen, que quieren ser distintos. Pero en el intento, ADN está repitiendo los patrones correístas. En Cien años de Soledad, el general José Raquel Moncada le dice al coronel Aureliano Buendía, su compadre, que había ordenado fusilarlo. “Lo que me preocupa —agregó— es que de tanto odiar a los militares, de tanto combatirlos, de tanto pensar en ellos, has terminado por ser igual a ellos. Y no hay un ideal en la vida que merezca tanta abyección”.
Bien haría ADN en ver que no le pase lo mismo: de tanto pensar en la Revolución Ciudadana, de tanto combatirlos, terminar siendo igual que ellos. Esa no va a ser la solución para que se cumpla lo que el mismo Olsen dijo y pareció desdecirse enseguida: “un país dividido no avanza, se desgasta”.
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