El Movimiento de Unidad Plurinacional Pachakutik fue, alguna vez, la expresión política más sólida del movimiento indígena en Ecuador. 

Su nacimiento, en 1995, como brazo electoral de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie) respondía a una lógica coherente: transformar la fuerza de la movilización social en representación política.

Pero esa coherencia se fue resquebrajando con los años, hasta llegar al punto de quiebre que hoy presenciamos: perdió un millón de votos en las presidenciales, entre 2021 y 2025. 

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En ese mismo período, su bloque legislativo cayó de 27 a 9, y hoy al menos 5 de sus 9 asambleístas electos en febrero de 2025, se han separado del movimiento para entrar en negociaciones con el movimiento del presidente Daniel Noboa, Acción Democrática Nacional (ADN).

No fue un ataque externo lo que debilitó a Pachakutik, sino una serie de fisuras internas que se acumularon como grietas invisibles debajo de una fachada de unidad

La división entre lo social (la Conaie) y lo político (Pachakutik) se volvió más profunda con el tiempo. 

Aunque ambas organizaciones compartían una agenda general —el reconocimiento de un Ecuador plurinacional, su propiedad ancestral de las tierras, la defensa de los derechos colectivos, del territorio y del agua, del Buen Vivir y del Estado plurinacional—, cada uno desarrolló una lógica de funcionamiento diferente, a menudo en conflicto.

A esto se sumaron tensiones generacionales, disputas por liderazgos, y desacuerdos estratégicos: ¿moderar el discurso para ganar más votos o mantenerse firmes en las posturas radicales? ¿Participar en alianzas políticas pragmáticas o preservar una “pureza” ideológica? 

El episodio más reciente y simbólico de esta fractura fue la elección de los actuales dirigentes de Pachakutik, en 2023. 

Allí, dos alas del movimiento indígena chocaron frontalmente: por un lado, el sector liderado por Leonidas Iza y Guillermo Churuchumbi; por otro, quienes pedían una línea más institucional, menos confrontativa. 

El resultado fue paralizante: disputas legales, acusaciones de imposición, candidaturas sin estructura, y una participación marginal en las elecciones anticipadas de ese año. 

Del auge al aislamiento político

La evolución electoral de Pachakutik refleja una marcada volatilidad tanto en las elecciones presidenciales como en la composición de la Asamblea

En 2021, el movimiento alcanzó su punto más alto: un 19,39% en la votación presidencial con Yaku Pérez como candidato, y 27 asambleístas, un resultado que lo posicionó como la segunda fuerza política del país, consiguiendo  la presidencia de la Asamblea Nacional con Guadalupe Llori.

Fue el momento de capitalizar el descontento social —las movilizaciones de 2019— y conectar con una nueva generación urbana sensibilizada por el ambientalismo, los derechos humanos y la diversidad. 

Sin embargo, ese impulso se desinfló rápidamente: en 2023 cayó a solo 5 legisladores. En 2025, logró recuperar algo de terreno con 9 curules, aunque su votación presidencial se redujo drásticamente al 5,25% con la candidatura de Iza.

Este vaivén evidencia las dificultades del movimiento para sostener una base electoral fidelizada, los efectos de sus divisiones internas, y de su falta de una estrategia cohesionada a largo plazo.

Pero siempre hubo desacuerdos. El rol de Llori como presidenta de la Asamblea con el apoyo del gobierno de Guillermo Lasso, generó divisiones internas y acusaciones.

A eso se sumó la salida de Yaku Pérez, quien se distanció de Pachakutik tras no lograr encabezar una candidatura unificada en 2023. Pérez e Iza protagonizaron una pugna de liderazgos que debilitó a ambos y al movimiento como tal

No fue la única pelea. Las posiciones encontradas de asambleístas como Mario Ruiz, Salvador Quishpe y Mireya Pazmiño terminaron en expulsiones o autoexclusiones. 

El bloque legislativo de 27 asambleístas que entró con fuerza y entusiasmo se dividió en tres corrientes: los leales a la línea dura de la Conaie, los fieles al aparato partidista de Pachakutik, y los que negociaban con otros bloques dependiendo de sus intereses. 

A eso se sumaron escándalos de corrupción, como el caso de la asambleísta Rosa Cerda, quien fue investigada tras la filtración de un audio en el que recomendaba “robar, pero robar bien”, aunque ella afirmó que fue sacada de contexto. 

Otro caso fue el del legislador Mario Ruiz, señalado por presunto cobro de diezmos a su equipo de trabajo

Las decisiones contradictorias también se evidenciaron en votaciones clave: mientras algunos asambleístas apoyaban leyes propuestas por el Ejecutivo, otros se oponían frontalmente, como ocurrió en la votación de la Ley de Inversiones. En los juicios políticos a ministros, el bloque votó dividido, debilitando su imagen de unidad y coherencia ideológica.

Por ejemplo, mientras algunos asambleístas se acercaban al correísmo, otros reafirmaron la postura anticorreísta tradicional del movimiento indígena. 

En vez de representar una oposición estructurada, el bloque se volvió inestable, errático, sin rumbo. 

La muerte cruzada decretada por Guillermo Lasso en 2023, que disolvió la Asamblea y obligó a elecciones presidenciales extraordinarias, terminó de descolocar al movimiento. 

Sin estructura interna sólida ni un liderazgo unificado, Pachakutik apenas logró participar en las elecciones de 2025:  nueve asambleístas de los cuales al menos cinco, ya han anunciado acuerdos con el gobierno de Daniel Noboa antes incluso de que se instale la nueva Asamblea. 

¿Oposición? ¿Independencia? ¿Unidad? 

Nada de eso se ve con claridad hoy en las filas de Pachakutik.

Candidatos sin respaldo, votaciones sin dirección

La desconexión entre Pachakutik y su base electoral es cada vez más evidente

En 2025, el desempeño electoral de Leonidas Iza —presidente de la Conaie y líder visible del movimiento indígena— fue decepcionante: 14 puntos menos respecto a 2021. Es como si más de la mitad del electorado que alguna vez confió en Pachakutik simplemente hubiera desaparecido.

No fue solo un descenso numérico, sino territorial: en provincias tradicionalmente indígenas como Bolívar, Chimborazo, Napo o Zamora, donde antes Pachakutik lideraba con holgura, ahora sus resultados fueron marginales.

Incluso en Cotopaxi, tierra natal de Iza y bastión del movimiento, el apoyo cayó drásticamente: aunque obtuvo su mayor votación provincial (29,36%), ese respaldo representó una caída de 14 puntos respecto a 2021. 

En la segunda vuelta, la desorientación fue aún más clara

Mientras la cúpula de Pachakutik pactaba con el correísmo para apoyar a Luisa González, las bases —sobre todo en la Amazonía— optaron por respaldar a Daniel Noboa

Los siete cantones donde Iza ganó en la primera vuelta votaron por Noboa en el balotaje. 

La Conaie y Pachakutik se enfrentaron a su propio electorado, que pareció ignorar las decisiones de sus líderes.

Pachakutik sobreestimó su capacidad de arrastre, y subestimó el peso de sus contradicciones.

Según el analista Gabriel Hidalgo, Pachakutik no representa una izquierda radical monolítica, sino una coalición diversa de sectores indígenas con posturas políticas variadas. 

Esto explicaría por qué no resulta extraño que figuras como Lourdes Tibán, prefecta de Cotopaxi, compartan espacios con el círculo cercano del presidente Noboa, o que ex dirigentes como Cecilia Velasque colaboren directamente con el Ejecutivo

Este tipo de aproximaciones no son inéditas —ya ocurrieron en los gobiernos de Lenin Moreno y Guillermo Lasso—, pero tienden a ser coyunturales y difíciles de sostener a largo plazo.

Iza y el liderazgo en crisis

Leonidas Iza representa, en muchos sentidos, las tensiones y paradojas del movimiento indígena

Militante firme, marxista convencido, orador potente, proponente constante de la protesta callejera, Iza emergió con fuerza tras el paro nacional de octubre de 2019 y se consolidó en 2022 como el rostro visible de la oposición callejera al gobierno de turno. 

El paro que Iza lideró ese año dejó 821,68 millones de dólares en pérdidas, según estimaron el Banco Central del Ecuador y el Banco Mundial;  ocho muertos y una reducción de 10 centavos en el precio del galón de la gasolina extra, que fue el motivo que detonó la movilización.

Durante los 18 meses del primer gobierno de Daniel Noboa, Iza convocó una vez a las calles pero no tuvo el respaldo de años anteriores. 

Cuando Iza aceptó la candidatura presidencial en 2025, lo hizo en medio de fuertes divisiones internas

Muchos sectores de la Conaie se oponían

No sólo por razones estratégicas, sino por cuestionamientos a su estilo de liderazgo: centralista, radical, confrontativo, y poco dado al diálogo

Hoy, el liderazgo de Iza está en crisis

No logró mantener la cohesión interna, ni supo proyectarse como una alternativa nacional. 

Como escribió Iván Ulchur-Rota en 2021, Pachakutik llegó a un punto donde sus propios aciertos se convirtieron en trampas

El éxito legislativo lo dividió. La exposición pública lo debilitó. El intento de disputar el poder lo desenfocó. 

Hoy, cuatro años después, la historia parece repetirse, pero a mayor velocidad y con mayores consecuencias. 

La pregunta ahora no es solo si Pachakutik puede recuperarse, sino si el movimiento indígena logrará reorganizar su representación política antes de quedar definitivamente fuera del tablero. 

Porque en la política, como en la naturaleza, quien no se adapta, se extingue.

Pamela Leon
Pamela León
Máster en Comunicación Política. Autora del newsletter de GK: Explicaciones políticas para gente apurada.
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