En Sinangoe, una de las siete comunidades indígenas A’i Cofán del Ecuador asentadas en el norte del país, no hay escuela. Sinangoe, en la provincia de Sucumbíos, en la Amazonía ecuatoriana, está rodeada por los ríos Aguarico y Due, y está dentro de lo que el Estado determinó como Parque Nacional Cayambe-Coca. A pesar de estar en área protegida, ha sido amenazada por la tala ilegal y la minería de oro. Pero nosotros, como comunidad, hemos logrado expulsar a los mineros y seguimos protegiendo nuestro territorio con el trabajo de la guardia indígena. Además, llevamos años luchando por una educación digna para nuestras niñas y niños de Sinangoe.

En 2019 nos quedamos sin la única escuela: Río Cofanes. Dejó de servir luego de que se derrumbó una parte por la erosión regresiva del río Aguarico. Desde entonces, nuestros niños y niñas reciben clases en una cancha techada, una casa comunal y una bodega que la comunidad habilitó para que puedan seguir estudiando. Desde entonces, también acudimos al Distrito de Educación del cantón Cascales, en la provincia de Sucumbíos, para solicitar una solución definitiva y pedir que se construya una nueva escuela para nuestros hijos e hijas. 

Han pasado casi seis años y seguimos esperando.

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Como comunidad, hemos luchado mucho tiempo por la educación. Cuando yo era estudiante de esta misma escuela, hace 26 años, mis padres iban hasta el distrito para pedir que construyeran un aula más, para que los estudiantes de seis cursos distintos no estuvieran hacinados en un mismo espacio. Con el tiempo se consiguió el aula, pero las condiciones siguen siendo precarias. 

Ahora nosotros, como padres, seguimos luchando por profesores y materiales. Denunciamos abusos de un docente a una estudiante, que apenas fue atendida. Trasladaron al agresor y la comunidad quedó sin recursos para hacer frente al trauma de ella. 

Ahora seguimos luchando por la infraestructura. 

En estos casi seis años sin escuela física hemos tenido reuniones, hecho plantones, presentado escritos y la documentación que nos han pedido, pero no hemos obtenido ninguna solución. 

La respuesta siempre es la misma: promesas vacías.

El Estado ecuatoriano no tuvo problemas en otorgar 52 concesiones mineras en nuestro territorio, que ha contaminado el agua y los peces y ha causado daños que todavía se niega a reparar. Pero cuando se trata de un derecho tan básico como la educación siempre hay trabas, siempre es “más complicado”, siempre hay abandono, estamos a la cola y nunca hay presupuesto.

Pero nosotros no hemos esperado cruzados de brazos mientras el Ministerio no nos da respuestas. Hemos construido otras formas de enseñanza que incorporen los conocimientos ancestrales de nuestros abuelos y abuelas al mismo nivel que los conocimientos occidentales, para que las niñas y niños de Sinangoe crezcan sabiendo defender su territorio y su cultura, y sepan proteger la selva más grande del mundo. 

La lucha no solo es por las aulas, sino también por nuestra pervivencia cultural y física.  

En asamblea comunitaria decidimos demandar al Ministerio de Educación y a la Secretaría de Educación Intercultural Bilingüe y Etnoeducación (SEIBE) por violentar los derechos de nuestros niños de Sinangoe. Por tenerles recibiendo clases en lugares donde se les mojan los cuadernos cuando llueve y donde, cuando hace calor, puede ser insoportable. Fueron precisamente los niños quienes encabezaron esa acción de protección, en julio de 2024, para exigir la construcción de espacios de aprendizaje culturalmente adecuados y acordados con la comunidad, ¡y ganaron! 

audiencia de primera instancia

La audiencia de primera instancia, el 25 de julio de 2024 en la comunidad A’i Cofán de Sinangoe. Fotografía de Antonella Carrasco / Alianza Ceibo.

Pero con el Estado ecuatoriano nunca es fácil: se proclama pluricultural y plurinacional, pero sus estructuras son profundamente coloniales. El Ministerio de Educación apeló la sentencia y se negó a asistir presencialmente a la audiencia convocada por la Corte Provincial de Sucumbíos en nuestra comunidad. Se justificaron diciendo que “les vamos a secuestrar” y que, durante la audiencia de primera instancia, que también se celebró en nuestra comunidad, maltrataron física y psicológicamente a sus funcionarios por compartirles nuestra medicina: la ortiga y el yocó, que usamos para purificar y cargar  energía, un ritual necesario antes de tomar la palabra y tomar decisiones importantes. 

Es doloroso escuchar esto. El funcionario que lo dijo muestra su profunda ignorancia sobre nuestra cultura, y nos hace preguntarnos: ¿por qué está en ese cargo si no va a garantizar nuestros derechos? Sabemos que nos miran con desprecio porque somos indígenas. Sí, somos indígenas y merecemos respeto; nuestros hijos e hijas tienen los mismos derechos que los y las estudiantes de las grandes ciudades.

Esas palabras no son más que una extensión del trato que hemos recibido todos estos años por parte del Ministerio, que en su último informe ya determinó que la construcción de la escuela en Sinangoe era inviable por estar en territorio indígena, pese a que ya existía anteriormente una infraestructura escolar. Pero esto no nos va a detener. Ahora más que nunca, con mucha rabia, seguimos en pie de lucha. No descansaremos hasta conseguir que nuestros niños y niñas accedan a una educación digna y adecuada a su cultura. 

Ahora está en manos de la Corte Provincial de Sucumbíos ratificar la sentencia de primera instancia. Los jueces fueron testigos de las condiciones en las que nuestros hijos se educan, escucharon nuestra propuesta educativa y también fueron conscientes del trato discriminatorio del Ministerio hacia nosotros. No debería haber dudas.

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Alexandra Narváez
Guardia indígena de la comunidad A’i Cofán de Sinangoe, ganadora del premio medioambiental Goldman, 2022. Primera mujer en formar parte de la guardia indígena de su comunidad, cuyo trabajo fue clave en la victoria que hizo que se eliminaran 52 concesiones mineras que afectaban su territorio. Ahora hace parte del equipo político pedagógico Punta de Lanza que lleva a otras comunidades, pueblos y nacionalidades su proceso de fortalecimiento de las guardias indígenas y el rol de la mujer en la gobernanza territorial.
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