Algo pasó al interior de Pink Floyd en 1972. Para ese momento, la banda tenía una historia de siete años, y cinco desde que lanzaron su primer disco, The piper at the gates of dawn. El grupo había sobrevivido el colapso mental de su primer líder —el compositor, guitarrista y cantante Syd Barret— y había luchado por al menos 5 discos para recuperar cierto sentido musical que tuvieron al inicio. Y que no recuperarían hasta la aparición de The Dark Side of the Moon.

La salida de Barrett en 1968 hirió al grupo; no de muerte, pero sí por algunos años. Eso significó varios discos con búsquedas etéreas, con sonidos espaciales, experimentación y cierta psicodelia. Discos en los que las canciones parecían buscar una identidad.

Pink Floyd en la época de The Dark Side of the Moon.

Otra foto promocional de Pink Floyd, de 1973. Fotografía de la cuenta oficial de Twitter de Pink Floyd.

Eso pasó por mucho tiempo hasta que  el grupo empezó a encontrar su camino.

Para mayo de 1972, Pink Floyd —conformada por Roger Waters, Richard Wright, Nick Mason y David Gilmour— entró a los estudios de EMI en Abbey Road, en Londres, para grabar su siguiente disco, The Dark Side of the Moon

La banda venía de una gira extensa en la que estaban tocando sus nuevas canciones.   En esos temas había una mejor estructura y un mejor sentido armónico. Había un objetivo, estribillos, cambios de acordes que reflejaban algo mucho más profundo.

Si bien en vivo alargaban las canciones con pasajes instrumentales e improvisaciones, la composición estaba en el punto preciso. La madurez estaba ahí.

➜ Lee más sobre música

Los músicos querían enfocarse más en las canciones, en que no sean experimentos sonoros de 10 minutos, que tengan una forma clara, que se puedan comprender, que funcionen con melodías y con un discurso claro.

Pink Floyd encontró su sendero.

Y tanto Waters —bajo y voces—, Wright —teclados y voces—, Mason —batería— y Gilmour —guitarras y voces— sostuvieron las nuevas canciones en las letras y el concepto construido por el propio Waters. Un concepto que sigue resonando a 50 años del lanzamiento de un disco que vio la luz el 1 de marzo de 1973.

Un disco que lo cambió todo, que al hacer un retrato de la vida dentro de un capitalismo galopante, consiguió reflejar una situación que en medio siglo no ha cambiado. Para 2013 se calculó que se había vendido más de 45 millones de copias de este álbum. 

Pink Floyd había llegado musicalmente a un nivel de concreción y de sonoridad que reflejaba el mundo que los rodeaba en ese momento. Y en sus letras escudriñó el espíritu del momento y lo expuso. No solo eso: los Floyd establecieron la relación entre el sacrificio necesario para conseguir una vida dedicada a la comodidad con la locura.

Pink Floyd en 1973

Foto promocional de Pink Floyd, de 1973. Fotografía de la cuenta oficial de Twitter de Pink Floyd.

Al mundo solo le tomó 50 años entender que esta relación es real.

La vida, la muerte y la salud mental

Hay una idea dando vueltas en The Dark Side of the Moon. Esa idea se integra en una totalidad, una en la que el ser humano es presa de sus propias pasiones y de las condiciones de vida en las que se encuentra. 

Roger Waters mira con mucha desconfianza la realidad de la Inglaterra de los años 70. Esa mirada queda clara en la secuencia que tienen las canciones en el disco.

Todo empieza con una sospecha, porque Waters parece ver que, en términos generales, no importa lo que te esfuerces, no hay posibilidad de sosiego ni de conseguir lo que se busca —como lo deja en claro Breathe, cuando canta “Cava el agujero, olvídate del sol / Cuando al final piensas que el trabajo ha terminado / no te sientes, es hora de excavar otro agujero”—. 

Y en ese panorama, se produce el viaje acelerado, la falta de calma que On the run muestra, sobre todo gracias al uso del sintetizador EMS, que les permitió tocar 8 notas y acelerarlas, para que suene como si todo se fuera a estrellar. Esa rapidez permite una observación: la vida pasa de prisa y, sin darnos cuenta, ya somos grandes y los sueños no se cumplieron. 

Time es sobre la resignación y la desesperación ante el paso del tiempo, ante la certeza de que hay muy poco por hacer.

De ahí llega uno de los momentos más importantes del disco. En The great gig in the sky —una pieza de piano compuesta por Richard Wright— hay una voz cantante, una mujer, que se convierte en la voz de la ansiedad, del terror a la muerte, de no conseguir nada y simplemente irse.

La cantante Claire Torry está acreditada como coautora del tema. Ella llegó al estudio y le pidieron que improvisara sobre lo que los músicos habían grabado. La indicación que le dieron es que cantara como si se estuviera muriendo. La melodía y la intensidad en su voz son un regalo absoluto.

Entonces llegan los sueños de codicia, de tener dinero. De que ese sea el horizonte, para conseguir lo que se quiere,  para ser alguien. Esta es la base de Money.

Pero este sueño se estrella. El consumismo y el materialismo lo ganan todo; y eso es lo que divide al ser humano. Aparecen la violencia, los prejuicios, las luchas por mejoras. En Us and them la humanidad está dividida.

Así surge el último pasaje instrumental del disco. Any colour you like parece ser un viaje apacible, da esa impresión. Solos de guitarra y de teclado a disposición de un tema que funciona como traslado de un lugar a otro. El título habla de la posibilidad de escoger, pero es una trampa. En The Dark Side of the Moon no hay manera de escoger, solo hay un camino a seguir.

Más que engaño, es certeza. 

Así aparece el final del disco, una especie de suite compuesta por dos temas que están unidos y que se relacionan. Waters piensa en Syd Barrett para cantar sobre la locura como parte de este mundo contemporáneo. Brain damage es el tema sobre el distinto, sobre el lunático, el que no resiste y que termina en el lado oscuro de la Luna.

De ahí, sin aviso, llega el cierre perfecto. Eclipse habla sobre la inevitabilidad de todo lo que el disco ha contado: la vida es una contradicción, fue así y así será siempre, está afinada de esa manera.

Y que incluso esos momentos de luz, ese Sol, será eclipsado por la Luna.

Pink Floyd hizo un disco que perdura, a pesar de no ofrecer esperanza clara. Es un disco algo oscuro que sigue impactando. Uno que dice que todo va a estar mejor en la medida que reconozcamos el lugar en el que estamos.

Lo que quedó del sueño

Este disco fue una idea que partió de Roger Waters, que a los 30 años —con una idea condicionada por su perspectiva de izquierda— supo canalizar el espíritu y la crítica de esa era, incluso a través de sus compañeros de banda, que colaboraron con la música. Un momento de conexión brutal. De estar en el lugar preciso, en el momento justo.

Con los años, Waters se tomaría en serio el rol de compositor y empezaría a actuar como un dictador en la banda, una actitud que molestaría al resto. Tanto él como Gilmour —quien siguió con Pink Floyd cuando Waters se fue del grupo en 1985, con batalla legal de por medio— no tienen la mejor relación y no tienen empacho de decirlo. En 2005, durante el espectáculo Live 8, los 4 —Waters, Gilmour, Mason y Wright— se juntaron a tocar por última vez como Pink Floyd. 

Tocaron canciones de The Dark Side of the Moon, desde luego.

En 2008, Richard Wright moriría por un cáncer de pulmón.

Hoy, un Waters completamente dedicado a defender a Vladimir Putin y a la posición de Rusia ante la invasión a Ucrania —hasta en discursos ante las Naciones Unidas— y enfocado en acusar de nazis al régimen de Israel, por el trato al pueblo palestino, está grabando de nuevo el disco. Por su cuenta.

Y mientras la banda se prepara para celebrar los 50 años con una nueva edición del álbum —con un nueva remasterización que incluye un concierto en el estadio de Wembley, en 1978—, Roger Waters se ha convertido en eso inevitable de la vida. Una figura complicada, que siempre fue así y que posiblemente hoy, a los casi 80 años, no tenga sentido que cambie.

Eduardo Varas 100x100
Eduardo Varas
Periodista y escritor. Autor de dos libros de cuentos y de dos novelas. Uno de los 25 secretos mejor guardados de América Latina según la FIL de Guadalajara. En 2021 ganó el premio de novela corta Miguel Donoso Pareja, que entrega la FIL de Guayaquil.
Y tú ¿qué opinas sobre este contenido?
Los comentarios están habilitados para los miembros de GK.
Únete a la GK Membresía y recibe beneficios como comentar en los contenidos y navegar sin anuncios.
Si ya eres miembro inicia sesión haciendo click aquí.
VER MÁS CONTENIDO SIMILAR