Día del amor y de la amistad. Hay filmes que redundan en la idea de que el amor romántico es lo mejor que le ha pasado a la humanidad. Quizá sea cierto. Quizá no. Pero en el cine, el amor no solo es motivo de un tipo particular de películas, esas que responden a la fórmula que estamos acostumbrados a ver: hombre y mujer se conocen, se enamoran, tienen problemas, los resuelven y quedan juntos. El amor es, en realidad, causa y efecto para casi todos los géneros cinematográficos y aquí hay cinco evidencias de cinco filmes que son historias de amor, aunque no lo supieras.
Drácula de Bram Stoker, de Francis Ford Coppola
En la década de 1990, Francis Ford Coppola quería hacer una película de época y se dice que Winona Ryder le recomendó que hiciera una adaptación de Drácula, la novela de Bram Stoker. Y Coppola la hizo. Es una película definida de horror gótico, pero con una comprensión básica sobre el dolor de la muerte de la persona amada y la posibilidad de recuperar el amor.
Porque cuando el Vlad Drácula de Coppola —el genio Gary Oldman— regresa de las guerras con el imperio otomano y encuentra que su amada Elisabeta se ha suicidado, pensando que él estaba muerto, pierde la cabeza, blasfema contra Dios, y decide vencer a la muerte con las fuerzas de la oscuridad. Todo para vengar a su mujer amada. Así nace el vampiro.
Cuatro siglos más tarde, el conde Drácula ve la foto de Mina Murray —la propia Ryder— y ve a Elisabeta reencarnada, así que decide ir a su búsqueda en Londres.
Absolutamente todo, la perdición y la posibilidad de redención de Drácula tiene que ver por su amor a Elisabeta. La destrucción que genera es para estar cerca de ella, para quedarse con ella, y lo que debe resistir es por ella. Es una historia de amor, sin duda, como germen de uno de los personajes de horror más reconocida de toda la historia. “He recorrido océanos de tiempo hasta encontrarte”, le dice a Mina en su primer encuentro.
Inception, de Christopher Nolan
El filme que Christopher Nolan estrenó en 2010 tiene tanto de ciencia ficción como de historia de amor. Un amor que se ha vuelto pesadilla.
Cobb —Leonardo DiCaprio— es el líder de un equipo de espionaje industrial que extrae información del subconsciente de las personas.
Lo hacen a través de los sueños. Alguien poderoso contrata a Cobb y a su equipo no para extraer una idea, sino para colocarla dentro de una persona. Y aquí entra el otro extremo del panorama: a Cobb le limpiarían su historial legal, ya que creen que él asesinó a su esposa.
Con eso podría volver a Estados Unidos a estar con sus hijos.
La historia de amor aquí es la de la tragedia. Cobb no mató a su esposa, ella, Mal —Marion Cotillard— se suicidó. Porque el intento del personaje de DiCaprio porque ella saliera del sueño —ambos llegaron a pasar 50 años juntos en un sueño, por ejemplo— no funcionó y ella pensó que la realidad era parte del sueño y se lanzó de un edificio para despertar. Pero era la realidad.
La tragedia es la culpa, la muerte de la persona amada. Mal es como un fantasma en el subconsciente de Cobb que se aparece siempre en el peor momento. Inception es la historia de un amor que no termina bien, de un amor que no puede terminar. Porque eso también es el amor.
Lifechanger, de Justin McConnell
Esta es la película menos conocida de la lista, sin duda. El filme de 2018 es de terror. Pero tiene lo suyo: una criatura que cambia de forma se alimenta del cuerpo de seres humanos, se transforma en esa persona y en el camino adquiere sus recuerdos y sus emociones, y se queda con ellos hasta que el cuerpo empieza a oxidarse y debe buscar a otra víctima para sobrevivir.
Drew, esta criatura, está enamorado de Julia, pero no sabemos si es real o si alguna emoción de alguno de los seres que consumió se quedó en él. Entonces, con los distintos cuerpos que viste, encuentra maneras para estar cerca de ella, para hacer que crezca el amor, para sentir que la necesita. No quiere hacerle daño, quiere quererla y que ella lo quiera.
Pero él no es esa persona a la que Julia quiso, ese ser que ha muerto y que ella todavía añora. Hay una tragedia que va creciendo.
Esta es una historia de amor no correspondido, quizás hasta de obsesión. Y del resultado de todo esto. El final es desgarrador, desolador y al mismo tiempo hermoso. El cine de horror a veces da en el clavo y ofrece un tipo distinto de dolores.
The Town, de Ben Affleck
Una historia de criminales en el que uno de ellos, se podría decir que el líder, Doug —Ben Affleck actúa, dirige y adaptó la novela de Chuck Hogan—, se enamora de una de las mujeres que secuestran —Claire, interpretada por Rebecca Hall— para huir del robo de un banco.
Mientras al interior del equipo hay discrepancias y un miembro que es una bomba de tiempo —Jeremy Renner es perfecto en esta película— y el FBI está detrás de los pasos de los criminales, Doug y Claire dejan que su amor crezca. Un amor que se sabe imposible, sobre todo por lo que Doug oculta —ella no sabe quién es él— y por lo que él deberá hacer para mantenerla a salvo.
Lo interesante de la película es que es el amor el que salva. Suena a lugar común, desde luego, pero aquí, la posibilidad de una mejor vida está en función de la otra persona. Y de tomar las decisiones correctas cuando se deban tomar.
La violencia y el crimen siguen latiendo. El amor se convierte en la fuerza que todo lo resuelve. Esta es una de las películas de Ben Affleck de la que se habla poco. Esto debería cambiar.
Don’t worry darling, de Olivia Wilde
La más reciente de estas películas, una que ha sido maltratada por muchas personas, por dramas que poco tienen que ver con lo que sucede en pantalla. Sin ser el mejor filme de la vida, la segunda obra de Olivia Wilde como directora funciona.
Sí, tiene lugares comunes dentro del cine de ciencia ficción, pero es capaz de dar un giro necesario al final. Porque en esta historia de una sociedad perfecta para las mujeres se esconde algo terrible que tiene que ver con el amor.
Sí: con el amor como germen de lo cruento y de lo duro. La película termina siendo una especie de respuesta a un hecho de la vida real: la violencia disfrazada de amor existe y es atroz. Porque las historias de amor también son vehículo de una violencia innecesaria.
Aquí, en esta relación entre los personajes de Florence Pugh y Harry Styles, hay amor, pero también una imposición en nombre del amor, que es la que desencadena la tragedia que descansa en el fondo.
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