Esta es una historia conocida por muchos y muchas. Lo más preciso sería decir “cantada por muchos y muchas”. De la chica buena que se volvió chica mala; aunque en realidad todo se resume a un tema de reconocimiento, aceptación y decisión. 

La historia es parte de esa niñez ya lejana, cuando en la década de 1980 la película se podía ver por los canales de televisión de señal abierta y uno intentaba cantar las canciones en un inglés fonéticamente imperfecto.  O intentaba bailar las coreografías con las que Danny Zuko —John Travolta— le contaba a sus mequetrefes amigos la aventura de amor del verano. 

O embobarnos por la inocencia con la que Sandy Olsson aparece en pantalla. 

La australiana recién llegada al colegio, la chica que contó lo que había tenido con ese joven atento y maravilloso con el que había pasado el verano. El chico del que se había enamorado. 

Olivia Newton-John fue parte vital del ADN pop de quienes crecimos antes de Internet y de la televisión por cable. Ella era Sandy, la dulce y buena Sandy. La protagonista de Grease, el filme que se estrenó en 1978. Esa mujer que nunca dejó de tener una voz precisa y suave, como si al cantar se pudiera convertir en nuestra amiga. O en algo más.

Los niños, se supone, queríamos ser como él. Pero en realidad, la idea es que queríamos quedarnos junto a ella. Si el requisito era vestirnos, vernos, cantar y bailar como Travolta, pues debíamos hacerlo. Al menos, jugar a la fantasía.

Es que, no lo sabíamos entonces, pero detrás de esa belleza canónica —la delgada rubia de ojos claros y actitud diáfana— había algo más que nos estaba hablando. Sí, el musical es el producto pop por excelencia, diseñado para encantar y llamar la atención, casi siempre a través de una historia sencilla y directa. Porque el musical no puede extraviarse en nada, no puede perder el horizonte que es vender música y buenas sensaciones. En medio de esa estructura irrompible, algo maravilloso se gesta. Sandy Olsson explota en la película, luego de que comprende cuáles son sus deseos. 

Y los pone en su lugar en el gran desenlace de la película. Cuando Sandy y Danny cantan You’re the one that I want, la canción funciona como una declaración de amor; pero, al mismo tiempo, es una resolución. 

Sobre todo en ella, porque Danny hace rato ha reconocido que estar con Sandy significa ser una persona más “correcta”. Sí, en la transformación de Sandy en esa mujer que es capaz de decidir sobre lo que quiere y con quién quiere. 

La canción no solo habla de querer —“want” se puede traducir como “querer” y “desear”. Habla de desear. El deseo es algo más carnal. En la película de Randal Kleiser, basada en el musical de Jim Jacobs y Warren Casey, Sandy Olsson realiza la conversión final y contundente: la chica buena, que cumple con las normas y todo lo que esperan de ella, se vuelve una chica mala. 

Se libera, toma decisiones, pone a funcionar su sexualidad por encima de otros factores, porque ya sabe lo que quiere y a quién quiere.

Danny Zuko lo reconoce de entrada en ese punto, y lo verbaliza:

Tengo escalofríos, se están multiplicando /

Y estoy perdiendo el control /

Porque el poder que estás suministrando /

Es electrizante

Sandy Olsson se convierte en modelo de la transformación. No es la mujer que se somete al amor romántico —en la película, el personaje de Travolta es el que termina sometido, en realidad—. Si bien ella reconoce su amor por Danny, y quiere impresionarlo —Olivia Newton-John tenía 30 años cuando interpretó a esta chica de colegio— lo que obtiene es algo más profundo. 

Un cambio que la hace comprender su sexualidad, usarla, dejarse llevar por ella. La mujer que se libera. Y nosotros, niños, embelesados con la rubia vestida de negro, con ropa apretada, zapatos rojos y fumando un cigarrillo. 

Siendo parte del embrujo. 

Ella, convertida en eterno punto de referencia. Quizás porque como todo el mundo vio cómo era Sandy en el fondo, fue más fácil aceptar su paso a mujer fatal. Así, sin quererlo, quedamos expuestos a varias ideas que ahora discutimos con más fuerza, con muchas más razones de por medio. Con la certeza de que la mujer puede decidir lo que quiera y eso no va ni debe repercutir en la manera en cómo la percibimos. 

Éramos niños cuando lo empezamos a entender. Olivia Newton-John solo dio un empujón con su Sandy. Uno que la hizo volar hacia el final feliz, en el que ella se gira, nos mira y se despide de nosotros, antes de que los créditos finales aparezcan. 

Eduardo Varas 100x100
Eduardo Varas
Periodista y escritor. Autor de dos libros de cuentos y de dos novelas. Uno de los 25 secretos mejor guardados de América Latina según la FIL de Guadalajara. En 2021 ganó el premio de novela corta Miguel Donoso Pareja, que entrega la FIL de Guayaquil.
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