¡Hola, terrícola!

¿Estoy a tiempo aún para decir Feliz año? Quiero creer que sí, así que: ¡Feliz Año!

flecha celesteOTRAS HAMACAS

Después de un merecido descanso por las fiestas de fin año (dos lectores me escribieron a, cariñosamente, decirme Grinch por el último newsletter), la hamaca regresa. 

Esperemos que este año esté lleno de ideas, reflexiones, preguntas y cuestionamientos sobre el futuro.

Ahora, sí: sobre el telescopio espacial James Webb

Quiero empezar nuestra nueva vuelta al Sol —es es todo lo que un año es, y olvidemos cualquier otra pseudo explicación mística—,  hablando de una proeza de la humanidad que pasa sin mayor atención en la gran conversación social actual: el telescopio espacial James Webb.

Construido por la NASA con el apoyo de la agencias espaciales de Europa y Canadá, este telescopio infrarrojo es el más grande observatorio que la humanidad ha enviado al espacio. 

Para que tengan una idea: la apertura de su espejo es de 6,5 metros, casi doblando el tamaño del observatorio espacial Herschel, el mayor hasta antes del Webb. 

El nuevo telescopio nos permitirá ver mucho más lejos de lo que jamás hemos visto en el espacio. 

En este video documental de la hermosa revista Quanta, varios de los involucrados en el proyecto cuentan por qué el telescopio espacial James Webb va a cambiar nuestra forma de entender el universo.

¿Por qué es importante el nuevo telescopio espacial?

Resumamos algunos puntos súper importantes sobre esta maravilla contemporánea. 

La primera, es que a diferencia de otros telescopios, como el Hubble, se va a dedicar a observar el espacio en clave infrarroja

El anterior telescopio infrarrojo que tuvo la humanidad, el Herschel, ya nos permitió entender increíbles novedades sobre los puntos más lejanos del universo, como la presencia de agua en la Vía Láctea, nuestra galaxia. Dejó de funcionar porque se quedó sin refrigerante en 2013. 

Hay que entender que poder ver más lejos en el espacio significa no sólo hacerlo en distancia, sino en tiempo.  “Estos telescopios son verdaderas máquinas del tiempo”, le dice Gareth Illingowrth, astrofísico de la Universidad de California, Santa Cruz, a Quanta. ¿A qué se refiere? 

A que la luz que vemos viaja por el espacio-tiempo. Gracias a la teoría de la relatividad de Einstein, sabemos que tiempo y espacio, dos dimensiones que pensábamos separadas, están unidas. El espacio-tiempo que recorren los objetos en nuestro universo en expansión es medible. 

Muchas veces, a nivel coloquial, lo hacemos en años luz —es decir, el espacio que viaja la luz en un año. Por ende, algo que está a 14 mil millones de años luz está, básicamente, emitiendo esa luz en los momentos iniciales del universo. 

El telescopio espacial James Webb nos va a permitir ver cuando el universo tenía apenas 100 millones de años —tiene 14 mil millones, más o menos. Esto quiere decir que quién sabe qué encontraremos en un momento de la existencia del universo donde ni siquiera había estrellas: todo era gas y materia oscura.  

Vamos a ver qué pasó en eso que John Mather, director científico del proyecto James Webb, llamó “200 años de Edad Oscura”. Vamos a poner nuestros ojos en los primeros días cósmicos. El telescopio “abre el baúl del tesoro infrarrojo”, le dijo Mather a Quanta. 

Y lo cierto es que cada vez que los humanos lanzamos un aparato nuevo al espacio, encontramos cosas nuevas

Por ejemplo: el telescopio Hubble en 1995 descubrió el Campo Profundo del Hubble ¿Qué es?

Pues era lo que pensábamos un espacio vacío en el espacio. Durante diez días en la Navidad de ese año, el telescopio apuntó a un aparente cuadrado negro donde no había nada. Pero en realidad, estaba poblada de galaxias tenues, que no podíamos ver

Esas galaxias tenían más de 10 mil millones de años, y nos revelaban mucho sobre ese momento de vida del universo.

¿Qué mide y cómo funciona el telescopio espacial James Webb?

Ahora, el telescopio espacial James Webb va a ir mucho más allá. 

El Hubble observa lo visible, la luz ultravioleta y un poco en infrarrojo. Entonces lo que nos revela, aunque maravilloso, no incluía mucho de lo que sucede a nivel infrarrojo. 

EL James es mucho más grande y porque medirá la radiación electromagnética infrarroja, que no es visible al ojo desnudo. Es súper importante porque la luz emitida por los objetos más cercanos al origen del universo se ha convertido, por todo el espacio-tiempo que ha tenido que recorrer, en radiación electromagnética. 

El telescopio es tan grande, que para que cupiera en el cohete en que se lanzó hubo que doblarlo —como si fuera una mesa que viene en una caja y uno tiene que armarla, con la diferencia que la armada iba a hacerse en el espacio. 

Fue uno de los momentos más tensos, y se completó con felicidad ayer. El telescopio salió en su envoltorio cúbico y comenzó a desplegarse. ¿Se imaginan si algo salía mal? Es un aparato que costó 10 mil millones de dólares

Y yo sé: gastar 10 mil millones de dólares en un telescopio espacial podría sonar absurdo. Pero no lo es: del espacio siempre traemos lecciones que hacen que la vida en la Tierra sea mejordesde uso de materiales e inventos para la vida cotidiana hasta demostraciones de teorías e ideas que revolucionan la comprensión de nuestra propia existencia

Ahora, el telescopio espacial James Webb debe viajar hasta un punto llamado L2, 1,6 millones de kilómetros de nuestro planeta, donde se va a estacionar para mirar. El 6 de enero lo vimos por última vez para siempre: el telescopio no lleva cámaras, ni ningún equipo que pueda generar calor.

¿Por qué? Pues por la misma razón por la que se va tan lejos. A diferencia de todos los demás telescopios espaciales, el James Webb va a estar fuera de la órbita de la Tierra. Se va a estacionar en un punto del espacio detrás de la Tierra, que lo va a tapar del Sol. 

Debe estar ahí para que tanto la gravedad del Sol como de nuestro planeta lo tengan en órbita. 

Se va allá para estar en un lugar muy oscuro, porque la luz de la Tierra y del Sol podrían hacer que ciertas galaxias no sean divisibles. “Cuando quieres ver estrellas más tenues, no te quedas en la ciudad, te vas al campo”, le explicó Mike Menzel, ingeniero jefe del proyecto a Quanta. Acá es igual: hay que escapar de la brillantez del mundo para, además, tener la misma temperatura del espacio exterior y captar las ondas infrarrojas. Por eso no lleva nada que genere calor.

El telescopio tendrá, además, un paraguas gigante con el que rebotará toda energía, manteniéndolo a la temperatura y oscuridad necesarias. El paraguas gigante dejará pasar solo 0,02 watts de energía. “Si fuera una loción de protector solar, tendría un factor de protección de 10 millones”, dice Menzel. 

Allá, en L2 empezará a ver y medir. Medirá en infrarrojo con espectrómetros, medirá diez galaxias al mismo tiempo. Allá nos revelerá tanto sobre el pasado del universo y de la humanidad que puebla esta buena Tierra. 

Pero también nos contará sobre el futuro

El telescopio está equipado con aparatos de última tecnología que captarán información de planetas que se parecen a la Tierra pero que están en galaxias muy lejanas. 

Una madre y una hija estarán a cargo de esa exploración. Natasha Batalha y su madre, Natalie Batalha, analizarán la información que el James Webb envíe sobre esos plantes. A Natasha Batalha hay un sistema que le causa especial emoción: Trappist 1.

Trappist 1 es una estrella en la constelación de Acuario alrededor de la cual orbitan 7 planetas del tamaño del nuestro.  La emoción de las Batalha en el reportaje documental de Quanta la compartimos todos. “La Tierra no hizo su aparición sino miles de millones de años después de que se formó la Vía Láctea”, dijo Natalia Batalha. “Pero hay planetas que se formaron en esos tempranísimos momentos de la Vía Láctea, ¡imagínense cómo podría haber evolucionado la vida en un planeta que tuvo 10 o 12 mil millones de años de evolución!”, dijo. Hagamos el esfuerzo por imaginarlo. 

Nos vemos el próximo domingo.

PD: Si quieren más detalles sobre el espacial James Webber, vean este episodio de Startalk, el show de nuestro astrofísico favorito Neil DeGrasse Tyson.

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José María León Cabrera
(Ecuador, 1982) Editor fundador de GK. Su trabajo aparece en el New York Times, Etiqueta Negra, Etiqueta Verde, SoHo Colombia y Ecuador, entre otros. Es productor ejecutivo y director de contenidos de La Foca.

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