¡Hola, terrícola! La Navidad es uno de los eventos más ubicuos de la humanidad: sucede, vaya obviedad, cada año y es celebrada en casi todos lados. Ha dejado de ser una festividad meramente cristiana: se celebra en países y sociedades que no tienen fuertes raíces cristianas (y la disfrutamos hasta los herejes). Su popularidad surgió del tino marketero de los primeros religiosos que, para poder convertir a los paganos, la hicieron coincidir con el solsticio de diciembre. Sería difícil imaginarnos una humanidad sin Navidad. 

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¿Es posible? 

No lo sé. Es poco probable que la Navidad deje de existir porque ya es más una especie de temporada festiva laica que una religiosa. Sí: los cristianos siguen conmemorando el nacimiento de Jesús, y en muchas casas se siguen prendiendo cirios de adviento y se cantan villancicos, pero ahora hablamos más ecuménicamente de ella: le decimos las fiestas, y muchas de las tradiciones asociadas a nuestra Navidad española —pues de ellos la aprendimos— se han sintetizado con prácticas anglosajonas: el árbol, papá Noel, la fecha en que se dan los regalos, entre otras cosas. Es también, dicen algunos en tono de queja, una fecha dedicada al consumo masivo (en estas épocas de pandemia tardía, es algo bienvenido y necesario: la economía necesita dar vueltas, aunque esto ha causado un encarecimiento de la Navidad). 

Eso es poco probable que cambie. Quizá lo que suceda es que se reafirme esta estandarización de la Navidad como una fiesta globalizada. Quizá en todo el mundo importemos el Día de Acción de Gracias, como también importamos Halloween. 

En el futuro, es probable que la temporada festiva empiece el último jueves de noviembre, cuando nos sentemos a comer pavo y ver fútbol americano (¿se han dado cuenta que ese es un deporte que cada vez se ve más en América Latina?). Como cada vez hay menos gente en el mundo identificada con una religión, la tendencia a que Navidad pierda sus ribetes religiosos se asentará. 

Pero habrá cambios más dramáticos. La Navidad del futuro estará marcada por el cambio climático. Si no trabajamos duro en resolver la crisis ambiental que tiene al mundo calentándose, mucha gente pasará hambre. Incluso, es probable que no todos consigamos, con la facilidad con la que lo hacemos hoy, los ingredientes para la proverbial cena navideña. Las sequías, incendios forestales y otros eventos climáticos más intensos que ya estamos viviendo arrasarán plantaciones enteras. La mesa navideña, incluso de los más privilegiados, podría verse mucho más frugal. 

Ni hablar de lo que experimentarán los más pobres, quienes hoy ya pasan severa hambre —que ya antes de la pandemia del covid-19 aumentaba y que ahora será peor. En América Latina, por ejemplo, llegó a niveles no vistos desde hacía dos décadas

También es probable que la Navidad del futuro se dé en ciudades más pobladas, densas y caóticas. Cada vez más gente se desplaza del campo a la ciudad, las personas que migran por motivos climáticos también aumentarán, poniendo nuevas capas de estrés a muchísimas ciudades del mundo. Se estima, además, que cada vez habrá más que tengan un millón de habitantes

El desplazamiento de migrantes climáticos —algo de lo que ya hablamos en esta hamaca— es una realidad hoy. Y estos desplazamientos tienen consecuencias. Por ejemplo, cuenta Bill Gates en su libro Cómo evitar un desastre climático, la gran sequía siria, que duró entre 2007 y 2010, obligó a   unos 1,5 millones de agricultores a mudarse a las ciudades. Su desplazamiento “ayudó a montar el escenario del conflicto armado que empezó en 2011”, cuenta Gates. 

En ese mismo libro, Gates cita un estudio de la Unión Europea que  encontró un vínculo entre eventos de choques climáticos y las aplicaciones de pedido de asilo. Con un calentamiento moderado del planeta, se estima que esas solicitudes aumenten en un 28%, agravando la crisis de refugiados que ya se vive en el mundo. 

Finalmente, es probable que a las mesas navideñas del futuro falten muchos. Como también dice Gates en su libro, para mediados del siglo XXI, el cambio climático podría ser tan letal como el covid-19. Para el 2100, podría ser 5 veces más mortal que el coronavirus que nos arruinó la vida.  

Sé que esta hamaca parece escrita por el Grinch. No es mi intención arruinarte el espíritu festivo. Más bien, hay otro personaje navideño al que esta hamaca se parece: el fantasma de la Navidad futura de Dickens. Sí: el espectro que se le parece al avaro Scrooge para mostrarle cómo serían las fiestas del mañana si no cambiaba.

¡Feliz Navidad y que el 2022 sea un año en que nos tomemos en serio el cambio climático!

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José María León Cabrera
(Ecuador, 1982) Editor fundador de GK. Su trabajo aparece en el New York Times, Etiqueta Negra, Etiqueta Verde, SoHo Colombia y Ecuador, entre otros. Es productor ejecutivo y director de contenidos de La Foca.

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