El sol de la mañana del 9 de diciembre es un sol de día protesta: calienta encima de nuestras cabezas y huye de las pocas nubes que hay en el celestísimo cielo de Quito. Hoy, que está programado el primer debate de la ley para el aborto por violación, hay una protesta afuera de la Asamblea Nacional.
Dos rejas grises flanqueadas por policías separan al grupo verde del celeste. El primero (autodenominado feminista, y señalado como abortista) exige que el Legislativo debata y apruebe una ley reparadora con las víctimas de violación: que no pida una denuncia ante la Fiscalía para abortar, que no revictimice. El segundo (autodenominado provida, y señalado como antiderechos) está en contra del aborto porque cree que es un asesinato, y pide que no se apruebe la ley —como si eso fuese una alternativa.
El aborto por violación es legal en Ecuador desde el 28 de abril de 2021 cuando la Corte Constitucional lo despenalizó en fallo histórico. En su sentencia, obligó a la Asamblea Nacional a debatir y aprobar una ley que regule el acceso, con lineamientos claros de derechos humanos. Si no lo hace, estaría desacatando al máximo tribunal del país y podría enfrentarse, incluso, a ser destituida por esa desobediencia.
Aunque estaba previsto que a las 9:30 empiece el debate, recién pasadas las 10 comienzan las primeras intervenciones. Mientras dentro del edificio gris con ventanas grises y barandas grises, los activistas argumenta por qué se necesita una ley reparadora con las víctimas de violencia sexual, afuera un grupo de mujeres salta con pañuelos verdes gritando:
— Si el Papa fuera mujer, el aborto sería ley.
— Basta del patriarcado y nos digan lo que hay que hacer.
Muy cerca de esas mujeres, está de pie Ruth Montenegro, la madre de Valentina Cosíos —una niña que fue abusada sexualmente y luego asesinada a sus 11 años, en 2016. Ruth Montenegro, también defensora de los derechos de las mujeres viste un pantalón verde —por el aborto— y zapatos rojos —símbolo en contra de la violencia de género.
Con una mano sostiene un cartel con la foto de su hija; el pañuelo verde está amarrado al cartel. Montenegro coge un micrófono negro que otra mujer de pañuelo verde le entrega. Habla de su hija y de todas las niñas que son víctimas de violencia sexual como lo fue Valentina.
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En Ecuador, cada año cerca de 2.700 niñas y adolescentes menores de 14 años dan a luz a hijos producto de una violación. Ese número es solo de las que paren; la cifra de las menores de edad violadas es muchísimo más alta.
— ¡Niñas, no madres! ¡Niñas, no madres!
Gritan las mujeres con sus pañuelos verdes que están en sus cuellos, amarrados en sus muñecas o cubriendo sus cabezas. En un cartel se lee “Por una Ley Justa y Reparadora”. La frase se convirtió en un hashtag de campaña de redes sociales.
Se refiere específicamente a que esta ley permita que las niñas, adolescentes y mujeres que han sido violadas, no solo puedan acceder a un aborto gratuito y seguro sino que no sean revictimizadas en el proceso. La abogada Carla Patiño explicó hace poco a GK que la revictimización es cuando la persona que ha vivido violencia, en este caso sexual, debe someterse a repetir su historia ante sus familiares, conocidos y las diferentes instituciones del Estado.
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En cada caso debe revivir el horror de la violación y enfrentarse a que las autoridades no les crean. El proyecto de ley que se discute hoy, lo presentó la Defensoría del Pueblo a fines de junio de 2021 a la Asamblea Nacional —como parte de lo que ordenó el fallo de la Corte Constitucional. El proyecto no impone como requisito que una mujer que quiera abortar presente una denuncia a la Fiscalía.
Las mujeres de pañuelo verde gritan ¡Por una ley justa y reparadora! pero sus gritos se mezclan con quienes están a dos rejas de distancia con sus pañuelos celestes:
— ¡Dile no al aborto, sí a la adopción!
Lo dicen detrás de un cartel con la foto de un feto en el vientre y la frase “Su corazón late, escúchalo”. El grupo celeste está flanqueado con tres estandartes rojos verticales que tienen una cruz arriba y abajo se lee Tradición y Acción —la evocación medieval es inevitable. Las palabras son el nombre de una asociación civil que se define de inspiración católica “cuya finalidad es defender los principios básicos de la Civilización Cristiana, por medio de la formación moral de jóvenes a través de conferencias, simposios y reuniones”. Junto a las banderas también hay carteles en cuyas esquinas cuelgan rosarios.
![primer día del debate de la ley para regular el aborto por violación](https://cdn-eibkl.nitrocdn.com/BCfEopADeDGTgQKjGUXtUqQHNQNrSCLs/assets/images/optimized/rev-9b75f1f/gk.city/wp-content/uploads/2021/12/8ley_aborto-.jpg)
Los grupos autodenominados provida y señalados como antiderechos llevaban el característico color celeste. Fotografía de Vanessa Terán para GK.
Con un megáfono, una mujer con camiseta celeste y el mismo color pintado en sus dos mejillas, entona una melodía que confunde: es la canción del grupo feminista chileno Las Tesis llamada El violador eres tú. Pero la mujer usa la misma melodía para cantar:
— Y la culpa no era tuya, ni del niño que en ti crecía.
Al otro extremo de las rejas, las mujeres que están a favor del derecho a decidir sobre su cuerpo, toman la posta para entonar la misma canción con su letra original.
En varios momentos es imposible escuchar lo que sale de los parlantes de ambos lados, y se terminan de mezclar aún más cuando colocan un tercer parlante. En él se escuchan las intervenciones de las 23 personas que han pedido hablar antes de que se dé el primer debate.
Entre ellas, una intervención que sorprende a algunos, es la de Mónica Ann Maher, de la organización cristiana Red Fe, una red que aglutina a religiosas y que apoyan el derecho de las mujeres a decidir. Dice que varios teólogos han sostenido la opción moral de interrumpir un embarazo. “Incluyendo a Santo Tomás de Aquino, que argumentó que el alma no se recibe en el momento de la concepción”, dice Maher. Cuando se termina cada intervención apoyando a la ley justa y reparadora, las mujeres de verde ovacionan.
El sol que no tenía nubes a las 9 de la mañana sigue golpeando nuestras nucas y cabezas. Afuera de la Asamblea Nacional hay poca sombra y en los reducidos espacios que no pegan los rayos directamente, las mujeres descansan junto a botellas de agua, mientras una arranca de un racimo de plátanos y los reparte entre sus compañeras.
Del lado celeste, las voces también se apagan. Detrás de las rejas y del cartel que dice enigmáticamente dice “El hombre no viola, viola el violador”, hay rostros cansados.
Hasta las 2:30 de la tarde la escena se repite: a ratos una mujer de pañuelo verde agarra el micrófono para entonar alguno de los coros feministas o reproduce una canción de reguetón. Suena Con altura de la cantante española Rosalía y en los dos minutos y medio que dura la canción, las mujeres bailan solas y entre ellas y ríen.
Adentro, la sesión ha quedado suspendida. Después del receso, algunos de los legisladores del Ecuador expondrán sus posturas respecto de la ley que se debate. Y habrá algunos que decidirán que sus creencias personales son más importantes que los derechos de las mujeres y la responsabilidad institucional.