Ayer volví a tener 10 años parada frente a un exhibidor de helados en el que todavía habita el sabor favorito de mi niñez: sorbete arcoíris.

flecha celesteOTROS HAMACAS

Es un helado divino, marmoleado de piña, naranja y frambuesa con un saborcito a indulgencia azucarada al estilo Barbie que pocas veces he vuelto a encontrar.

Apenas di el primer bocado, una bomba de confeti colorido explotó tan fuerte en mi paladar que me regresó al asiento trasero del auto de mis papás escuchando Baby One More Time.

Mis papilas gustativas parecían recién nacidas: fueron capaces de identificar todos los niveles de acidez de la piña, la intensidad del cítrico dulce de la naranja y —juro— que hasta la tierra en la que fue cultivada la frambuesa. Mi paladar estaba tan despierto que olvidé que estaba en un centro comercial y me encontré dando brinquitos de alegría alrededor del patio de comidas. 

—Está loca, no te le acerques.

Quise volver a tener la misma sensación en el segundo, tercero, cuarto, décimo bocado pero la magia de la poción se iba perdiendo poco a poco. 

Lo que sucedía con aquel primer bocado casi mágico se llama “saciedad sensorial específica”: en el primer bocado obtenemos todos los sabores y aromas de los alimentos pero cuando continuamos comiéndolos, nuestro paladar se adapta a las sensaciones con bastante rapidez y ya no experimentamos la misma sorpresa. 

Es algo que pasa todos los días. Lo ignoramos fácilmente por la premura de comer y porque estamos acostumbrados a dar por sentado los sabores: ¿se habían dado cuenta que el primer bocado de cualquier comida es insuperable?

Sí. Y sucederá con alimentos y bebidas, en un nacer y renacer de sensaciones. El primer sorbo de mi café hoy no tendrá el mismo sabor que el segundo, pero tampoco sabrá al primer sorbo del siguiente día. 

Es como usar por primera vez un par de zapatos nuevos, o secarse con una toalla suavecita recién lavada, o escuchar por primera vez la canción que se convertirá en nuestra favorita. 

Les dejo esta receta, con bastante sabor y textura, para que lo comprueben con sus mismísimas papilas gustativas. 

¡Buen provecho!

Esquites

8 porciones / 15 minutos

Ingredientes

6 tazas de choclo desgranado precocido
6 cucharadas de mayonesa (opcional)
6 cucharadas de crema agria (puedes usar yogurt griego natural)
2 cucharadas de cilantro fresco picado, y más para decorar
1 cucharada de jugo de limón fresco, más gajos para servir
4 onzas de queso parmesano rallado
2 cucharadas de aceite de canola
Sal y pimienta negra al gusto
Chile en polvo (o cayena), para espolvorear
  1. En un sartén grande calienta el aceite a fuego medio-alto. Echa el choclo, sazónalo con sal y pimienta y deja cocinar, revolviendo ocasionalmente, hasta que los granos estén un poco chamuscados y suaves, de 8 a 10 minutos. 
  2. Apaga el fuego y deja reposar 2 minutos. (Esto ayuda a que el choclo adquiera más sabor a carbón y ahumado).
  3. En un tazón grande combina la mayonesa (opcional), la crema o yogurt griego, el cilantro y el jugo de limón. Condimenta la mezcla con sal y pimienta. 
  4. Agrega el maíz chamuscado al tazón de la mezcla y revuelve para cubrir todos los granos. Sazona con más sal y pimienta si es necesario.
  5. Transfiere los esquites a una fuente grande para servir, esparciendo la mezcla de maíz en una capa uniforme. Espolvorea con queso rallado y chile en polvo. 
  6. Adorna con más cilantro y sirve con gajos de limón.
31b1ac064fda802d3ebc2e4d689909da?s=96&d=wp User Avatar&r=g
Gabriela Valarezo
ex directora de arte y gourmand oficial de GK. Dirige Quiero Comer, desde donde, cada sábado, cuenta historias sobre una receta (y nos cuenta cómo preparala).